Soledad Silveyra tiene una amiga que está mal de la cadera y necesita de la ayuda de seis personas para vivir. Sabe lo que sufre esa familia. Sabe lo que cuesta un buen geriátrico. Ya averiguó. Sabe que le gustaría que sonara la canción Brindis de La Sole en su entierro. Tiene 73 años y aunque reconoce que puede mantenerse sin ingresos, al menos, seis meses, elige trabajar. Trabaja porque no sabe vivir de otra forma, porque a los doce años debió involucrarse en el mercado laboral para ayudar económicamente en su casa. Y trabaja, confiesa, para ahorrar, para cuidar su futuro, para que su vejez no sea un incordio, un peso, una carga para su familia.
Habla de la eutanasia y está a favor de su legalización. Habla del amor y de su noviazgo a los setenta años. Habla del trabajo y de la obra ¿Quién es quién? que protagoniza junto a Luis Brandoni y que se mantendrá en el teatro Liceo hasta el 30 de noviembre de miércoles a domingos antes de comenzar la temporada de verano en el Atlas de Mar del Plata. Habla de política, de Javier Milei y del feminismo. Habla del talento que quiso tener, habla del recuerdo que quiere dejar y habla, principalmente, del disfrute.
—¿Se sigue disfrutando el escenario?
—Muchísimo. Muchísimo. Muchísimo. Primero que es lo único que estoy haciendo, entonces eso me da una tranquilidad. Llego tranquila, no tan cansada. Excepto la prensa que hay que hacer. Pero sí, la verdad que lo disfruto. Y al final levanto la mano de Beto y le hago a los espectadores como diciendo bravo, y paf, se para todo el teatro.
—Esos codazos que ustedes querían que sucedan, suceden.
—Suceden. Suceden. Sí, sí. Muchos suceden. Yo creo que es el éxito de la obra, la identificación.
—¿Hoy el trabajo es una elección o es una necesidad?
—Para mí sigue siendo una necesidad. Mis hijos me dicen “vieja, deja de llorar”. No, no es dejar de llorar, es pensar en la vejez. Yo soy pro eutanasia, perdónenme aquellos que no, me lo perdonan, pero traten… y sí, ya estoy averiguando todo eh. Todo, todo, todo.
—Quiero que hablemos de eso muy seriamente. Acabo de hacer una nota sobre el tema.
—Ay, qué horror. Yo estoy atravesando un momento con una amiga mía que está muy mal, muy mal, y ahora se rompió la cadera. Una vez que te rompés la cadera la cosa se complica. Y la hija ya está dada vuelta, entendés, no se puede dejarle eso a los hijos. No es por mí, es por mis hijos que lo quiero hacer. No soportaría que mis hijos tengan que atravesar todo lo que está atravesando la hija de mi amiga. No lo soportaría. Así que bueno… ahora parece que la vamos a tener en Uruguay, así que tengo que averiguar.
—En Uruguay está reglamentada. En realidad lo que tenemos es lograr que se debata en la Argentina. Es un derecho que se tiene que debatir.
—Es que es un derecho que lo tendríamos que tener, claro que sí. Creo que es absolutamente necesario
—Yo me acuerdo de haber charlado con vos hace muchos años en un teatro sobre este tema. Siempre fue un tema que vos tuviste muy claro.
—Sí, absolutamente. Absolutamente. Y te lo vuelvo a repetir, no es por mí sino por mis hijos. No quiero que mis hijos vivan eso. Mis nietas, mis nietos. No. Los otros días yo les decía a las chicas “bueno, yo quiero que me pongan la música de la Sole, Brindis”. Que cuenta un poco en esa canción lo que es la vida de una artista dando vueltas por el país. Siempre un colchón distinto, una almohada distinta, un hotel distinto, un teatro distinto. Y quiero eso, quiero eso y que mis nietas la canten y entonces Clarita me dice “ah claro, Tatita, vos te vas a estar muriendo y nosotros vamos a estar ‘se muere Tatita, se muere Tatita’. No hace falta eso”.
—Tiene un punto.
—Tiene un punto. Claro. Le digo “no, creo que lo lindo es despedirme con una sonrisa”.
—Honrar la vida.
—Honrar la vida, exactamente.

—Ahora, cuando vos me decís que trabajás por necesidad, ¿tiene que ver con esto, con estar ahorrando para esto?
—Y sí. Porque 60 años de laburo tengo y no tengo una… bueno, según con los ojos que se mire al lado de tantos ciudadanos que la están pasando mal ¿no? Por supuesto. Pero sí, porque si tenés que tener seis señoras que te cuiden como tiene mi amiga es una fortuna. Hoy un geriátrico bueno está en once millones de pesos. Es una fortuna, ¿se dan cuenta? ¿Y cuánto tiempo me van a tener ahí? No, no, no. No me parece ético, por otro lado, tanta plata. A las señoras hay que pagarles y es una fortuna.
—De chica también empezaste a trabajar por necesidad.
—A los 12 empecé. A los 15 volví a comprar todos los muebles de mi casa. Viví laburando.
—Por eso también cuando uno dice que hoy en este momento, con este recorrido, con tantos éxitos, una figura como vos trabaja por necesidad es fuerte.
—Bueno, por necesidad es demasiado. Por necesidad del futuro, para cubrirme el futuro. Para no tener que vender mi casa, por ejemplo, y que mis hijos puedan heredar algo mío, me gustaría dejarles ese departamento. Pero después tengo que ser muy precavida porque lo que se gasta por mes, lo que son las expensas, lo que son las cuentas de toda esta clase media que vive más o menos bien, son muy altas hoy en día ¿no?
—Ya que estamos profundas con el tema de la eutanasia, otro gran tema en la Argentina tiene que ver con la salud mental.
—Fundamental. Fundamental.
—Y vos tenés en tu historia mucho de eso, ¿qué mirada tenés de todo lo que está pasando?
—Se tiene que tratar y es fundamental porque si vos ves a una persona que está mal y no la podés internar me parece una locura, ¿te das cuenta? Así que creo que sí, que se tiene que trabajar la ley. Obviamente que hay muchas cosas que hacer que tal vez en este momento son prioridades… no sé, el Garrahan, los discapacitados. Señor presidente, por favor ponga ahí algo porque es absolutamente necesario. Veo a las madres desesperadas. Los otros días pensaba en Valentina Bassi que la veía y digo “ay mi amor querido”, una actriz que no nos conocemos mucho pero que siempre me cayó muy bien. Y la veo ahí a Lola, a tantas madres actrices. Y vos decís “guau, no puede ser.” Cuando uno los ve que los conoce “decís guau, qué coraje ¿no? Qué fuerza”.
—Vos la entrevistaste a Cristina en su momento. ¿Si hoy tuvieras la posibilidad de entrevistar a Milei qué le preguntarías?
—Le preguntaría si va a seguir tan prolijito como empezó estos dos días. Creo que el lenguaje, el respeto, hay que recuperarlo. Lo vi bien estos dos días.
—En el post elecciones...
—Sí, post haber ganado, que todos quedamos impresionadísimos porque no lo vio venir nadie. Que aproveche de verdad esta situación para convocar, para llegar a los 130 que necesita y si puede más, pero creo que tenemos derecho los argentinos de vivir bajo un manto de respeto ¿no? Eso me parece fundamental.
—¿Te gusta algo de Milei?
—Me parece bien que haya bajado la inflación. No me divierte nada no saber qué nos va a pedir Estados Unidos. Creo que esas son cosas que habría que ver. No soy una nacionalista así férrea pero quiero saber qué vamos a tener que dar ¿no? Los otros días lo escuchaba a Kicillof y es todo muy lindo lo que dice pero de dónde sacás la plata, cómo lo hacemos. Esas son las cosas que me gustaría preguntar. Porque no entiendo cómo se puede tener un buen salario, tener a la gente bien. ¿Y de dónde sale la plata esa? ¿Dónde está? ¿Dónde la tenemos? Es un momento del país en el que creo que por sobre todas las cosas hay que ser muy respetuosos y muy cuidadosos de lo que se dice.
—¿Si tuvieras que elegir tres momentos que marcaron tu vida cuáles serían?
—La infancia sin lugar a dudas. Esa adolescente que no podía ir a bailar, que no podía hacer la vida de sus amigas, que tuvo que dejar de estudiar. Y eso creo que ahí me formó un carácter: “vamos Silveyra, hay que lucharla”. Hay que lucharla y hay que lucharla y hay que lucharla. Y creo que esa fue la adolescencia. Hice todo muy rápido yo. A los 18 me caso. A los 19 fui madre. Tuve un matrimonio maravilloso durante siete años, ocho años, al noveno nos separamos. Pero siempre fue un referente José (María Jaramillo) para mí y para sus hijos ni que hablar ¿no? Gran padre. Lo quiero. Lo quiero profundamente.
—La infancia tuvo que ver con esa etapa de cuidar a tu mamá.
—Sí, sobre todo la abuela cuidaba a mi mamá. Yo estaba atenta para correr, para hacer. Pero bueno, estaba trabajando. Yo trabajé mucho en ese momento. Hoy le decía a Lucila (San Gregorio), que vino temprano para estar bien para vos, “tengo que comprar flores blancas y prenderle la vela a mamá”. No sé por qué ahora se me dio por prenderle una vela a mamá. Así que ahora cuando salga de acá me voy a comprar un ramito de jazmines.
—Vos amaste profundamente a tu mamá.
—Sí, la amé. La amé pero bueno, era consciente de todos los momentos que me hizo pasar. Fijate que yo por ejemplo era menor de edad cuando me casé en esa época, no éramos mayores de edad a la edad que se es ahora. Con 18 años yo necesitaba que mamá viniera a firmar ante el juez. Y no la encontrábamos, estábamos en el Juzgado y mamá no aparecía, no aparecía. Y todos buscándola a mamá por los distintos hoteles de Buenos Aires hasta que la encontramos y se atrasó el casamiento una hora y media porque mamá no aparecía.
—No aparecía mamá.
—No aparecía mamá para firmar. Yo creo que el perdón… salud mental ¿no? Salud mental. El perdón yo creo que es una de las cosas que más nos tranquiliza el alma.
—¿Costó perdonarla?
—Me costó, sí. Me costó sobre todo porque ella se va a La Rioja, al último monte arriba de Anillaco a vivir. Se lo lleva a mi hermano, no me avisa nada. Se lo lleva a mi hermano, a mi abuela, le venden la casa a mi abuela. Eso me dio mucha bronca. Mi perra. Mi perra Chala. La perra de mis hijos. Y eso me dolió muchísimo. Me duele la mentira. No soporto la mentira.
—¿Con tu hermano también te enojaste en ese momento?
—Con mi hermano me enojé pero con mi hermano lo entendía porque ya lo quería sacar de acá y bueno, lo podía entender a mi hermano. A mi hermano siempre lo amé. Siempre. Siempre.
—¿Fue muy difícil su partida?
—Fue muy difícil. La Piccio (Ana María), a quien amo, me dijo un día “vos no perdiste un hermano, vos perdiste un hijo. Por eso te cuesta tanto recuperarte”. Me costó recuperarme. Fue una lucha larga y la verdad que sí, lo amo. Pero bueno, hoy tengo a mis dos sobrinos, a Mateo y a María, que son como mis hijos. Y tengo cuatro sobrinas nietas, que las vivo como nietas, ¿no? Me siento que un poco ocupo el lugar de Máximo.

—Yo te pedí tres momentos: me hablaste de la infancia, de esa adolescencia trabajando. ¿El tercero?
—El tercer momento creo que fue cuando me separé de José. Fue un momento difícil. Sabía que mis hijos me lo iban a echar en cara. Pero siguió forjando esa cosa mía de ser y de estar en el lugar que quiero y cuando quiero ¿no? Tengo una independencia tal vez demasiado fuerte.
—Hubo algo de la libertad ahí que era “soy esta, quiero esto”.
—Quiero esto, sí. Pero creo que ahí también. Después hubo fracasos o éxitos o buenos trabajos o malos trabajos, pero no hubo nada que me cambiara así radicalmente.
—¿Y el romance hoy?
—El romance hoy bien, tranquilos.
—¿Hace cuánto no se ven ahora?
—Estuvo veinte días. Y ahora se tuvo que volver a Buzios porque están arreglando la posada. Y bueno, después veremos. Yo qué sé, no sé. Es muy lindo el amor a los 70. Se lo recomiendo a todas. Es muy lindo volver a sentir. Yo hacía mucho tiempo que no le veía la cara a Dios como decía la abuela y fue muy lindo volver a sentir. Muy, muy lindo.
—¿15 años hacía?
—Sí, no me acuerdo si 15 o 13. No me acuerdo. Pero sí.
—Miedo a la primera vez después de tanto tiempo.
—No sé si miedo, era una niña. Era una niña nerviosa. Lo llamaba a mi hermano Juan Eduardo y le decía Juan, “¿qué hago?”. Tardaba mucho en decidirme. Recién a la novena o a la décima noche consiguió que yo me quedara a dormir en la posada, porque yo estaba en la casa de una amiga mía, en La Casita Azul, un lugar mágico que hay ahí.
—¿Cómo se conocieron?
—Ahí. Todos saben que yo soy muy desvolada y que pierdo todo. Desastre. Cosa que tendría que aprender a corregir, pero creo que ya es muy tarde. Entonces llamaron a tres amigos de ellos de Buzios y les dijeron “si a Solita le pasa algo les pedimos por favor que si pueden dar una mano”. Llego la primera noche, me pierdo por supuesto, porque me había recomendado tanto las llaves mi amiga que me olvidé el teléfono. Salí así. Y me pierdo. Entonces tuve que volver por toda la costa buscando a ver si encontraba el nombre de la posada de él. La encuentro, empiezo a subir y llego agotada, con el pelo un desastre y pregunto por José. Y me dicen “el señor se fue a dormir”. Bueno, me quedé a comer, que se come muy bien en su restaurante. Y a la mañana siguiente me llama y me invita a almorzar. Así que me salió muy barato Buzios porque almorcé y dormí gratis diez días.
—Y te viniste con un novio.
—Y me vine con un novio, sí. Que no sabíamos bien qué iba a pasar ¿no? Pero fue muy linda esa noche del reestreno (risas).
—¿Estabas nerviosa?
—Estaba muy nerviosa pero nerviosa como una niña ¿me entendés? No como una mujer madura ya. No, nerviosa como… Me dejé la camisa. Era como que no podía…
—¿Qué diferencia sentís en el amor a esta altura de la vida?
—Bueno, yo siempre fui una mujer -por eso siempre me fue mal- muy posesiva con el hombre. Muy celosa. Y esto de haber sido abuela evidentemente me cambió, porque ahora confío, estoy bien. Y creo que lo más lindo es esto que te decía: el volver a sentir. El sentir una caricia. El sentir una mirada. El sentir que te miran con amor. Eso me pareció muy conmovedor.
—¿Pensabas que no iba a volver a suceder eso?
—No, ni loca. No quería saber nada. No, no, no.
—Tuviste que hacer un espacio ahí para permitirte que eso pase.
—No, evidentemente con el último amor sufrí mucho y dije no: si estar enamorada es esta cosa posesiva que no puedo abandonar no, pobre hombre. Y pobre mí ¿no? Pero bueno, se dio distinto ahora.
—Bueno, me encanta que estés contenta. Argentina te quiere mucho.
—Yo me siento la verdad que muy querida. Lo siento en la calle. Yo vivo en un barrio que salgo con los ruleros a la calle donde no se acostumbra, salgo con mis rulitos, y nada, la verdad la paso muy bien. La calle es como mi casa viste. Adoro la calle.
—Vamos a jugar un poquito Soli.
—A ver, ¿a qué querés jugar?
—¿Te levantás con la primera alarma o pospones?
—No (risas). Puede sonar cuarenta veces la alarma y después bueno… la responsabilidad. Me pongo catorce. Catorce (risas).
—¿Cómo catorce alarmas? Explicame.
—11:05, 11:07, 11:08, 11:09; 11:10. Me cuesta la mañana. Después respondo.
—¿Te tirás las cartas?
—No. Soy lo menos esotérico que hay en el mundo.
—¿Sexo a la mañana o a la noche?
—Cuando venga. La mañana es linda eh. Y la tarde también es muy linda.
—¿Qué es lo más loco que hiciste por amor?
—Tirar una puerta abajo.
—Explicame eso por favor.
—(Risas) No, no puedo. No, no, no. No, por respeto no lo quiero nombrar pero sí, tiré una puerta abajo.
—No lo vamos a nombrar a él, ok. Explicame la situación.
—Bueno, la situación era de que él estaba en su departamento y yo dudaba de todo y entonces empiezo paf, paf, paf. Nunca pensé que le iba a tirar abajo la puerta. El hombre adentro escondido, así azorado y de golpe el marco de la puerta hace trac y ahí lo veo pobre, estaba solo (risas).
—¿Y por qué no abrió la puerta?
—Y bueno, no me querría ver en ese momento. Yo estaba muy loca.
—¿Edad tuya, época tuya?
—52, 55.
—¿Él famoso?
—Sí. No famoso pero bueno, sí, con una responsabilidad.
—¿Político?
—No me saques eso (risas).
—Creo que ya sé. ¿Mandaste mensajes erróneos por WhatsApp?
—(Risas). Todo el tiempo. Me equivoco. Te mando. Sí, sí, todo el tiempo.
—¿Te echaron de algún lugar Soli?
—¿Me echaron de algún lugar? Bueno, me echaron de los medios de comunicación en la época de las tres A y de la dictadura. Solo podíamos hacer teatro. Por suerte no me echaron del país. No me tocó el exilio. Pero la pasé muy mal. Muy mal.
—¿Tuviste miedo?
—Mucho miedo. Yo llegué a pensar que llegaba al portón de mi casa en Martínez y me disparaban. Y quería trabajar cómo es cuando te pegan un disparo en la cabeza, como actriz ¿no? Por si algún día lo tenía que hacer. Pero sí, he pasado miedo.
—Con muchos amigos me imagino, también.
—Con muchos amigos. Y sobre todo, bueno, el miedo por mis amigos ¿no? También hice Kamchatka con algunos amigos míos, mudarlos de lugar a lugar. Sí, difícil. Y además también sintiendo que había una responsabilidad en mis amigos también. Nunca me gustaron las armas. Nunca me gustó que se matara, se raptara gente. Pero de todas maneras no te digo a la cúpula pero sí he ayudado a gente, a personas.
—Si pudieras robarle un talento a alguien, ¿qué y a quién le robarías?
—Le robaría a la Sole poder cantar como ella. Adoraría poder cantar. Adoraría.
—¿Qué pasa si un personaje tiene que cantar?
—Y, soné. Ahora me habían ofrecido en una comedia musical muy importante que se va a hacer un personaje que tenía una sola canción y dije “bueno, a ver si me atrevo”. Entonces empecé con Flor Spinelli que es nuestra productora y profesora de canto. Entonces le dije “Flor, a ver si me sacás…”. Y no hubo caso. No hubo caso.
—¿Cuál sentís que fue el peor look que tuviste a lo largo de tu vida, de tu carrera?
—¿El peor look? Mirá, hay una imagen mía con… ay, ¿cómo se llama el genio este que se nos fue? Tengo un moño rosa en la cabeza… él que te preguntaba ¿cómo fue tu primera vez?
—Guinzburg te preguntaba eso.
—Guinzburg. Guinzburg. Cuando me veo ahí que estoy toda de rosa pink, un horror, color que nunca me gustó a mí. No entiendo por qué me puse ese color. Y un moñito en la cabeza con unas perlitas. Un horror.
—Muy rococó estabas.
—Muy rococó. Un horror.
—¿Qué te preguntás a vos misma si te regalo una pregunta para que te hagas?
—Ahora estoy empezando a tomar la costumbre de mirarme al espejo y decir qué veo de mí.
—¿Y qué ves hoy?
—Me falta todavía. Me falta. Siento que me falta, que hay algo que me falta. Porque no tiene que ver solo con lo estético ¿no? Sino cuando uno profundiza en la mirada. Por sobre todas las cosas dejar de fumar porque no puedo fumar de ninguna manera.
—¿Volviste a fumar hace mucho?
—Nunca dejé de fumar. Dejé de fumar dos, tres años, y después desgraciadamente volví a entrar. Pero no debo fumar.
—Te diste un susto grandísimo en ese momento.
—Obvio, sí, sí. Así que no debo fumar. Eso hay un amigo mío que vive en Miami que es Sebastián Spreng a quien amo, un gran artista, y muy amigo de la Zorrilla, y la Zorrilla ha sido como mi madre, mi hermana, mi guía, y encontrarme con Sebastián fue reencontrarme con ella y entonces él me manda, ¿cómo se dice?, un sticker, que dice “Si yo pude tú podés”. Que es dejar de fumar ¿no? Entonces bueno, me miro al espejo y lo digo, pero no me da mucho resultado.
—Se ve que el mantra no nos está funcionando.
—No nos está funcionado.
—Vamos a imprimirlo y a pegarlo por toda la casa.
—No como el mantra de mi infancia viste, que yo era chiquita, estaba muy solita, entonces yo me encerraba en mi cuarto con Winco, el disco de pasta amarilla, que de un lado tenía “La farolera tropezó” y del otro lado “Déjenla sola, solita y sola”. Y eso, esa canción, “déjenla sola, solita y sola que la quiero ver bailar, cantar y bailar, brincar por los aires y moverse con mucho donaire”. Creo que ese mantra funcionó en mi vida.
—¿Salvó ese mantra?
—Ese dolor de niña lo pude convertir en alegría. Me salvó. Porque yo a veces me pregunto: ¿cómo sana un hijo con tanta cosa, con tanto lío? Y la verdad que sí, me salvó solita y sola. Por eso me encanta que me digan Solita, no me puedo sacar la niña que tengo adentro mío. No puedo.
—Hay algo de la actuación que tiene mucho de juego, tiene mucho lúdico.
—Y claro, obvio. Eso es, los niños son los que jamás pierden la capacidad de asombro, que es lo que siempre tiene que tener un actor.
—Sigamos, ¿sexo todos los días o una vez cada tres meses?
—Una vez cada tres meses (risas). Todos los días es mucho.
—¿Llegar siempre una hora antes o veinte minutos tarde?
—No, yo siempre llego antes al teatro.
—¿No saber nada o saberlo todo?
—Y… siempre es mejor saber más, ¿no?
—¿Perder todos tus recuerdos o nunca poder construir nuevos?
—No quiero perder mis recuerdos.
—¿Tener mucha suerte o mucho talento?
—Mucho talento. Pero bueno, no lo tengo tampoco así que...
—¿No te sentís talentosa?
—Me siento una mujer con una comunicación maravillosa con la gente pero no sé si soy una mujer talentosa. Los otros días por ejemplo lo fui a ver a Peter Lanzani en “El emperador Gynt”, nunca vi un actor igual. Por favor, si lo vuelve a hacer Peter no dejen de verlo porque es una cosa magistral.
—¿Suerte tuviste?
—Sí, creo que tuve suerte. Tuve la posibilidad de criarme, imaginate que estamos hablando hace 60 años. La posibilidad de criarme en un medio donde todos me cuidaban. Jamás pasé un episodio violento. Jamás nadie me encerró en una oficina. Jamás. Jamás. Era la nena que cuidaban todos viste. No sufrí ningún momento de abuso.
—¿Preferís ser la persona más rica o la más divertida del mundo?
—La más divertida del mundo. Para rica no llego (risas).
—¿Cómo ves el feminismo hoy?
—Me preocupa lo que pasa con las mujeres siempre. Y creo que hay que encontrar una ecuación. Yo nunca pude hablar el idioma inclusivo. Nunca. Me negué. Me parecía un exceso. No me gusta tampoco, yo soy una feminista de las… no te digo de las primeras, pero de mi generación yo era feminista a morir.
—Desde siempre.
—Pero siempre me gustó que el hombre me abriera la puerta. Hoy, viste…
—¿Pero no te parece que se hizo un uso político del feminismo?
—Que se hizo un uso político sí pero sirvió. Me parece que sirvió.
—Bueno, tenemos ley del aborto.
—¿Qué te parece?
—¿Pero no generó también que hoy, con un cambio de gobierno, haga que haya un enojo mayor con el feminismo?
—Creo que tenemos el mismo enojo siempre porque las mujeres siguen muriendo. O sea que sí. Me parece que sí, por parte del gobierno hubo algunas agresiones.
—Ahora, se le cuestiona mucho al feminismo: “por esta mujer saliste a hablar y por esta otra no”. Como si hubiese una obligación del feminismo de salir siempre.
—Creo que si salís por una tenés que salir por todas. Si me hablas de algo ideológico no podés hacer diferencia de ideología. Creo que hay que defender obviamente.
—Si te regalo una charla con quien quieras, ¿con quién sería?
—Y, con mi vieja. Me voy a poner a llorar (risas). Sí, con mamá.
—¿Le hablás?
—No, no le hablo pero estoy obsesionada ahora con las flores y la vela. Sería mamá, sí. Recuperarla del todo, poder decirle te amo personalmente.
—¿Costaba decírselo antes?
—Mucho. Mucho porque era mucho el dolor que causaba. Y yo era muy chiquita también. Pero sí, poder decirle te amo sería maravilloso. Y que yo tenga la seguridad de que me escuche ¿no?
—¿Qué crees que pasa después? ¿Qué crees que pasa con los que ya no están?
—Creo que somos los recuerdos. A mí me gustaría ser los recuerdos. Que mis nietos me recuerden. Que la gente me recuerde. No queda nada.
—Hay algo de los artistas que perdura para siempre también, ¿no?
—Bueno, yo no pretendo eso. Yo lo que pretendo es el recuerdo de mi familia, de mis amigos. De saber que soy una tipa solidaria. No queda nada. Nos vamos y nos vamos, no hay tutía.





