“Es sano toparse con esos demonios”: la depresión, el amor con Julieta Prandi y el renacer artístico de Emanuel Ortega

Tiene 47 años, se lanzó como artista cuando era un adolescente de quince y ahora, después de estar una década fuera de los escenarios, vuelve. Las sensaciones de un Emanuel Ortega que dice que “escribiendo te peleás con vos mismo”, que asegura que “la industria de la música es muy cruel”, que confiesa haber atravesado ataques de ansiedad y que habla con admiración de su nueva familia ensamblada

Guardar
“Es sano toparse con esos demonios”: la depresión, el amor con Julieta Prandi y el renacer artístico de Emanuel Ortega

Que Bálsamo sea tanto un proyecto musical -el de esta nueva etapa suya- como un concepto artístico y hasta personal, se explica ya desde su propio nombre: la música es el refugio de Emanuel Ortega.

Y que Me haces bien se llame la primera canción que lanzó desde su regreso como cantante, luego de diez años -y contando...- alejado del centro de la escena, también resulta significativo. La letra de este tema indie folk está inspirada en Julieta Prandi, aunque él nunca lo dirá, quizás porque prefiere cantarla. O cantársela, más bien: “Todo de vos me hace bien”, entona, con la guitarra entre sus manos.

Es curioso que este hombre de 47 años -que se lanzó en la música siendo apenas un niño de 15- confiesa que suele optar por el silencio, cuando es en la música donde mejor se desenvuelve. Eso sí lo dice: “Es lo único que me sale más o menos bien”.

Y sin embargo -lo dicho- hubo que esperar más de una década para escucharlo de nuevo. Fue una época tan instrospectiva como difícil, tan profunda en lo creativo como en la oscuridad que lo atrapó. Afuera, un mundo se derrumbaba (aquel que había construido con Ana Paula Dutil). ¿Y adentro? Adentro suyo, también.

Hoy, el hijo de Palito Ortega y Evangelina Salazar, regresa muy distinto a aquel que se topó con la fama -por mérito propio- en plena adolescencia. Ahora transista otra vida: la de las segundas oportunidades.

Y sí, hablamos de música. Y por supuesto, hablamos de amor. Y desde ya, hablamos de él. O mejor todavía: será él quien hable, quien cuente, y al fin, quien cante. “Siento tan distinto todo, vivo tan distinta, la vida que sentía que eso no podía ser muy distinto en el plano de la música”, advierte Emanuel sobre Bálsamo, y prestándose al diálogo sincero con Infobae-.

Bálsamo es el nuevo proyecto
Bálsamo es el nuevo proyecto musical de Emanuel Ortega

—¿Estás con ganas de encontrarte con la gente en un escenario?

—Sí. Hace mucho que no toco en vivo. Y tengo ganas. También tengo curiosidad: no sé qué me va a pasar... Pero tengo ganas, sí.

—Contame de Bálsamo.

—Se empezó a gestar hace mucho, sin que hubiera un norte claro ni a conciencia. Fueron siete, ocho años de escribir mucho. Armé un pequeño estudio de grabación en mi casa y eso me permitió empezar a hacer y deshacer, prueba y error. Me ayudó también mucho a conocerme como hacedor de canciones. Y tuve un material que algunas cosas quedaron en el olvido, y otras le ganaron el examen al tiempo y las fui guardando. De a poco empecé a sentir de vuelta ganas de compartir lo que estaba haciendo, de que lo conozcan otros. No siempre pasa.

—¿Qué había pasado con esas ganas en estos años?

—Se habían visto afectadas por una serie de cosas. Entré en una crisis fuerte, como es ineludible que te pase cuando te peleás con lo que amás hacer. Ahí arranca una contradicción interna muy grande que te obliga a parar y decir: “¿Qué me pasa?”. Hasta que no terminás de entender de dónde viene, por qué, hasta dónde te va a afectar, no podés seguir saliendo a la cancha y jugar el partido haciendo de cuenta que está todo bien.

—Qué importante haberte permitido escuchar eso que te estaba pasando.

—Sí, pero también reconozco que algunas cosas se dieron para que yo también me pueda bajar de ese tren, que ya no corría a tanta velocidad, y eso me permitió animarme a saltar.

—¿Qué tipo de cosas?

—Principalmente, esta contradicción interna muy grande, que me estaba afectando un montón. Desde muy chico tuve claro que quería dedicarme a esto: grabé un primer disco con 15 años. Pero cuando esa pasión te empieza a generar infelicidad, tarde o temprano necesitás eyectarte de esa situación.

Emanuel Ortega grabó su primer
Emanuel Ortega grabó su primer disco a los 15 años.

—Naciste siendo famoso.

—Hasta los 15 caminaba por la calle y alguna que otra persona por añadidura me podía reconocer, pero la palabra famoso es un montón.

—Bueno, ¿en una familia famosa?

—Okey.

—Hay videos muy lindos de tu infancia, en una casa muy artística.

—Sí, estuvo muy bueno. Somos muchos hermanos y eso lo hacía divertido. Mi hermano más grande (Martín Ortega) siempre fue muy creativo: andaba con una cámara prendida y recuerdo tener seis, siete años, y él filmaba todo y lo musicalizaba. Fue una casa divertida. Y también con líos, porque éramos muchos y entonces era fácil que apareciera el caos (risas).

—Y entre todos, ¿cuál eras vos? ¿El que se portaba bien, el obediente, el que era un quilombo?

—Me portaba bastante bien pero no tanto como aparentaba. Me tenían conceptuado como el más tranquilo, pero en silencio sabía mandármelas.

—¿Y eras más de papá o de mamá?

—Y... me parece que los varones somos más de la mamá. En mi familia también se dio que la más presente, fue ella. Mi papá estaba con mucha actividad, de acá para allá.

—¿Cómo viviste la época de tu papá en la política?

—No con alegría... No es algo que me haya gustado. No me gusta la política, tampoco los políticos, entonces haberlo visto inmerso en ese mundo no me pegó bien.

—¿En algún momento le pediste que se corriera de ahí?

—Antes de que lo hiciera (risas).

Emanuel Ortega: "Escribiendo, te peleás
Emanuel Ortega: "Escribiendo, te peleás mucho con vos mismo"

—En una entrevista hablaste de salud mental, de la necesidad de correrse del foco, de pasar por todos los estadios. ¿A qué te referías?

—Al correrte un poco del ojo público te tenés que topar con otros demonios, que todos los tenemos. Pasás mucho tiempo con vos. Yo amo el silencio, me encanta, pero también puede ser aterrador porque aparecen un montón de cosas. De golpe, estar mucho más en tu casa de lo que estabas acostumbrado a estar, en el estudio que armé. Mis hijos se reían y me cargaban: me colgaron un cartel en la puerta de esa habitación que decía “Caveman”, hombre de las cavernas, porque yo casi que no salía.

—En estos años de los que hablás también pasaron muchas cosas: la adolescencia de tus hijos, una pandemia en el mundo, tu separación, una pareja nueva. Mucho quiebre, y no solo de crisis profesional.

—Sí. Fueron años intensos. Con el tiempo entendés por qué las cosas se acomodan como se acomodaron. Quizás yo también necesitaba estar bastante aislado adentro de un hogar. Lo digo un poco en broma y un poco en serio: estuve mucho para mis hijos, conviviendo con ellos. Creo que eso a ellos les hizo bien; a mí, sé que sí.

—Fueron años muy difíciles. En este estudio también estuvo Ana Paula Dutil y contó todo lo que vivió, y cómo eso impactó en tus hijos. Me imagino que, como papá, acompañaste el crecimiento de dos hijos con una mamá que estaba pasando por una enfermedad de salud mental, y eso implica poner mucho el cuerpo y estar muy atento a ellos.

—Sí. Aparte no fue un momento, un período corto, porque eso no aparece ni se va de un día para el otro. Pero también me reconfirmó algo que yo, como padre, sospechaba: que tenía dos hijos increíbles. Con la valentía, con la entereza y con la madurez que lo llevaron adelante, que lo enfrentaron...

—Celebro que cada vez estemos hablando más de salud mental.

—Sí. Yo también.

—Que podamos romper con algunos tabúes, con prejuicios. Así que en ese sentido, gracias por hablar.

—Desde ya. No, a ver: la decisión fue de ella (por Dutil). En eso nos parecemos bastante: ella siempre fue muy reservada, muy para adentro, muy de separar lo público de lo privado. Y cuando decidió salir a hablar de esto a mí me sorprendió, honestamente. Pero a la vez lo celebré y me hizo respetarla aún más porque no es fácil mostrarse tan vulnerable. Hay que tener muchos huevos para mostrarse en ese lugar.

—¿Cómo está tu hermano Martín? (Está internado en una clínica de salud mental).

—Está bien, muy bien. Está sorprendentemente bien. En parte, contra lo que se pensaba.

—¿Está internado ahora?

—Sí.

—¿Es una tranquilidad para ustedes?

—Claro. Sí, por supuesto.

—Cuando decís que en estos años tuviste distintos momentos, en esto de encerrarte a escribir, ¿en algún momento estuviste mal, muy angustiado?

—Sí, claro. Estuve deprimido. Estuve con ataques de ansiedad. De hecho, es algo con lo que todavía convivo.

—¿Pudiste pedir ayuda?

—Sí. A mí me cuesta más pedir ayuda, pero sí. Que esto no suene a pedantería, pero uno también se convierte en su propio maestro: en los momentos bravos, en los sacudones y en las crisis, ahí es donde uno se ve obligado a cavar hondo.

—Me gusta hacer esta aclaración porque hay un montón de gente que la está pasando mal y que es necesario que pida ayuda. A veces hace falta un tercero que acompañe y que diga: “Hasta acá”, porque uno solo, no puede.

—Las dos cosas son importantes: pedir ayuda e intervenir. Porque en muchos casos las personas no estamos preparadas para pedir ayuda, o no queremos, o no sabemos. Y por más que esa persona en ese momento lo viva como una traición, o que lo están obligando a hacer algo, después entiende que fue lo mejor que le pudo pasar. Y enhorabuena. Digo, ya sea por motu proprio o por una cuestión impuesta por otros, es la única chance que tenemos de salir adelante.

—Y escribir, ¿te ayudó?

—Sí. Es terapéutico. Escribiendo, te peleás mucho con vos mismo. Yo me odio un montón de veces mientras escribo.

—¿Por qué?

—Porque digo: “¿Cómo se me pudo haber ocurrido eso?”, y lo borro enseguida. Y también te pasa que te sorprendés para bien.

"A veces chocan dos trenes
"A veces chocan dos trenes de frente y ahí sale algo hermoso", dice Emanuel ortega sobre su historia de amor con Julieta Prandi.

—¿En estos años, barajaste en algún momento la posibilidad de dedicarte a otra cosa?

—No. Eso fue también profundizó la crisis porque dije: “Estoy peleado con lo único que siento que me sale más o menos bien. ¿Cómo hago entonces para enfrentar esto?”. Entonces, cuando tenés algo tan claro, desde tan chico, verte obligado a correrte de ahí, cuesta.

—¿La parte económica era una preocupación o sabías que estaba resuelta y no pasaba nada si vos parabas un poco la máquina de producir?

—Pocas cosas pueden ser tan catastróficas en uno como sentir que está todo resuelto. No, nunca sentí que tenía todo resuelto. Hay momentos donde uno se tiene que ajustar el cinturón, y te amoldás. Es lo que toca. Tengo la dicha, y mis hijos también, de siempre haber podido cumplir con las necesidades. Pero yo hablo con muchos más músicos que viven el día a día que con músicos que hacen la plancha y tienen la vida resuelta. Es abrumadora la cantidad de músicos que necesitan trabajar. Es un oficio muy inestable.

—¿Te tocó que te digan que no en algún momento, en algún trabajo, que te bochen en algún casting?

—Sí, sí.

—¿Alguno dolió?

—Sí. Esta industria es muy muy cruel. Cuando vos no estás en la punta del palo, como dicen, te lo hacen sentir, o no te lo esconden. Y este oficio tiene mucho de ese sube y baja. También pasa que cuando vos no estás dispuesto a hacer lo que los demás suponen que tenés que hacer, te convertís en un outsider.

—¿Qué querían que hicieras y no quisiste?

—Pasa cuando la gente tiene una imagen construida de vos. La gente, en general: el público, el sello discográfico, lo que se te ocurra. Vos pasás a ser eso y se te permite muy poco crecer. Y es muy difícil decir: “Bueno, yo ya no soy eso, y que le pese a quien le pese”. Tengo que escucharme a mí, no puedo vivir escuchando a los demás. Y en esta industria pasa mucho eso: sin querer, te inducen a que sigas por ese camino. O te lo hacen sentir por todos los medios. Eso puede ser bastante bravo.

—¿Estos diez años tuvieron que ver con eso, con cómo sentías que te miraba la industria?

—No en su totalidad, porque no fue eso exclusivamente, pero sí: tuvo que ver.

—Hoy hay un artista mucho más reflexivo, más plantado.

—Sí. Antes que decir que hay un artista, hay una persona que vivió, que le pasaron cosas. Y eso, inexorablemente después se ve reflejado en lo que hacés, en tu trabajo.

—¿Con impactó en ese artista, en ese hombre, el amor con Julieta (Prandi)?

—En mi caso, es inevitable que lo que te pasa en ese plano después no quede regado en esto de hacer canciones.

—¿Creíste que te ibas a volver a enamorar así?

—Sí, sí, sí. ¿Por qué no? Tal vez tomás recaudos. O decís: “¿En qué contribuí a que esto no prospere en el tiempo como a mí me hubiese gustado?”. Y eso te sirve para lo próximo. Después, bueno, esto es un 50 y 50, tiene mucho que ver con quién te encontrás del otro lado.

—¿Si le pregunto a Julieta en qué momento te quiere echar de casa, qué me va a decir? ¿En qué momento se pone insoportable Emanuel?

—Cuando paso un rato largo en silencio. Me doy cuenta que el silencio incomoda mucho a la gente. Y a mí me encanta. Me doy cuenta de que el silencio incomoda mucho al otro, y yo me reconozco bastante callado. Me lo han hecho saber.

—Cada vez que postea, Julieta dice que está enamoradísima y que sos lo mejor.

—Ella es muy generosa, con sus palabras y con todo. Pasó esto: a veces chocan dos trenes de frente y ahí sale algo hermoso.

—¿Quién conquistó a quién?

—Mi ego de varón te diría que fui yo. Y la realidad es que fue mutuo.

—¿Vos fuiste el que inició la charla por redes?

—Sí. Y transcurrió bastante tiempo, meses, desde que hablé con ella por primera vez hasta que nos vimos en persona.

Emanuel Ortega: "Cualquier persona que
Emanuel Ortega: "Cualquier persona que te hace sonreír más que sufrir, merece ser alguien importante en tu vida".

—¿Qué te pasa con todo lo que ella está viviendo judicialmente con su expareja, con el padre de sus hijos?

—Y... hay cosas que no se entienden. Algunas cosas que pasan en nuestro país a nivel judicial están naturalizadas, y yo no las entiendo.

—¿Cómo la ves a Julieta hoy? ¿Cómo está?

—Sorprendentemente entera. Yo no conocía su historia de vida, directamente no sabía las cosas que había atravesado. Y a veces digo, ¿cómo esta persona está de pie y tan erguida, y con tanta fuerza y con tanta valentía, y con tantas ganas? Eso me sorprende mucho.

—¿En qué momento sentís que es la mujer de tu vida?

—Cualquier persona que te hace sonreír más que sufrir, merece ser alguien importante en tu vida. Y eso se dio así. Hay que saber entender quién te hace bien y quién no tanto. He estado rodeado de personas que no me hacían bien. No hablo de una pareja, eh; hablo en general.

—Bien la aclaración: esto no tiene que ver con la mamá de tus hijos.

—No, no, no. No me refería a eso.

—¿Tuviste lo que hoy conocemos como relaciones tóxicas?

—Es muy difícil que en algún momento un vínculo, en este caso amoroso, no tenga tintes tóxicos. Es muy difícil...

—¿Y pudiste salir a tiempo de esas situaciones?

—Algunas veces sí, otras no tan a tiempo como tendría que haber sucedido. Ese factor tóxico no tiene que ver con no amarse, con no respetarse, sino con que hay dos personas que no se están aportando demasiado.

—¿Eso sí pasó con Ana Paula?

—En algún momento seguro que sí, que no nos estábamos haciendo bien el uno al otro. Las ganas siempre estuvieron, pero llegó un momento donde no había mucho más para intentar aportar. Era más una cosa de empeñarse en que algo tenía que ser de una determinada manera, y eso no te deja ver con claridad lo que está aconteciendo.

—Debe haber sido muy doloroso: son muchos años, mucho amor, hijos en común.

—Sí. Muchos años. Cuando hay hijos de por medio es doblemente doloroso.

—Bautista, el mayor, está viviendo con vos, ¿no?

—Sí.

—¿Y cómo te llevas?

—Muy bien.

—¿Cuántos tiene, 23?

—23.

—¿Ya tiene 23? Me parece un insolente.

—(Risas) Yo digo lo mismo. Aparte es doblemente insolente porque mide 1.92, y cuando un hijo ya te mira desde arriba...

—¿A qué se quiere dedicar?

—Le gusta mucho la música. Compone, hace canciones, toca la guitarra. Pero no lo vive con ese fuego que se siente cuando decís “necesito dedicarme a esto”.

—¿Cómo te funciona la familia ensamblada?

—Me funciona bien, me funciona bien... Es un trabajo la familia. Hay un trabajo extra, obviamente. Pero de vuelta: esas cosas se dan o no se dan.

—¿Cómo se lleva Juli con tus hijos?

—Bárbaro, desde el primer día. A mi hija (India, 18 años) le costó un poco más al principio, pero al final el amor prospera. Cuando se termina de entender lo que hay detrás de las personas, ahí se caen todos los fantasmas.

—India no vive con vos, vive con la mamá.

—No. Ahora vive sola. Se fue hace muy poco.

—¿Ella sí tiene la vocación artística muy marcada?

—Le gusta mucho la música, pero tal vez no siente una cuestión vocacional.

Emanuel Ortega con Tatiana Schapiro
Emanuel Ortega con Tatiana Schapiro en Infobae.

—¿Y vos cómo te llevás con los hijos de Juli?

—Si los conocieras, no podés no llevarte bien...

—Por supuesto, ellos tienen su papá, pero al convivir hay toda una situación del paternar que sucede.

—Bueno, sí, sí. Lo que hablábamos antes, ¿no? La cuestión de ensamblar dos realidades.

—¿Te gusta? ¿Hoy no te encerrás tanto en la caverna?

—Es que ahora mi caverna está fuera de mi casa. Antes, estaba en mi casa. Ahora tengo el estudio afuera. Y ya no me pueden colgar ningún cartel en la puerta.

—¿Estás contento, es un buen momento?

—Sí, es un buen momento, por lo que hablábamos al principio: lleva mucho tiempo, consciente o inconscientemente, forjándose. Y siento que más allá de un resultado, estoy haciendo algo que me representa. No es poca cosa.

—Y eso demonios que empezaron a aparecer en algún momento, o ciertas oscuridades, ¿hoy están más acallados?

—Sí. En gran parte, sí. En gran parte.

—¿Tenía que ver con una depresión, con la ansiedad? ¿O pasaron por otro lado?

—Un poco con todo. Qué tan grande son esos demonios, solo lo sabe uno. Todos los tenemos. Para mí nada fue una situación tan al límite, mi vida nunca corrió peligro ni nada por el estilo. Pero igual, yo creo que es sano toparse con esos demonios. Es como cuando, llevándolo a un plano netamente infantil y simplón, descubrís que Papá Noel no existe y la vida te empieza a dar como bofetazos. Decís: “Ah, okey, este no es el cuento que me habían contado, no tiene los colores que a mí me dijeron que iba a tener. La vida no es aquello que yo pensé”. Y es inevitable. No hay forma de esquivar ese bulto, va a llegar. Está en uno permitir que suceda cuando tiene que suceder. La mayoría de las veces no suceden cuando uno quiere. Pero está bueno estar alerta, atento. Porque ahí es cuando estás más cerca de permitir que las cosas sucedan cuando tienen que suceder.

Últimas Noticias

Joaquín Furriel: “Vivo solo y lo disfruto mucho, no volví a convivir”

Su actuación en “Ricardo III” es extraordinaria, un rey que disfruta con su maldad. Y la demostración de cómo la verdad siempre es oficialista y se puede tergiversar. A los 40 años tuvo un ACV, dijo que iba a cambiar toda su vida pero no lo hizo. Los relatos primitivos y estúpidos de estos tiempos y por qué somos todos cómplices de lo que pasa. El día que Alfredo Alcon le dijo que era un pelotudo

Joaquín Furriel: “Vivo solo y

Ella lo buscó durante 33 años y él la encontró en 48 horas: la historia del reencuentro de una mamá con su hijo robado

“33 años en 48 horas” es el libro que escribió Alejandro Pérez Guahnon. Nació en Posadas, Misiones, y se crio en Buenos Aires con una familia que no era la biológica. A Nélida Benítez le habían dicho que había muerto, pero ella lo buscaba en las plazas porteñas imaginando su rostro. En un nuevo capítulo de Voces, los testimonios de un hijo y una madre: “El día que empezamos a hablar era como si hubiéramos vivido toda la vida juntos”

Ella lo buscó durante 33

Teresa Calandra: la mujer detrás del ícono, la presión por lucir impecable y el desafío de mostrarse real en redes

En Ellas by GWM, la modelo y conductora repasó su carrera en la moda y la televisión, habló del poder de las plataformas digitales como espacio de conexión genuina y reflexionó sobre la autoexigencia estética

Teresa Calandra: la mujer detrás

Daniela Celis: sexo en una playa de Búzios, el ritual con el que manifiesta abundancia y el acuerdo tras su separación de Thiago

En Casino Resort, el ciclo de charlas de Infobae, la ex participante de Gran Hermano se sinceró sobre su vínculo con la maternidad, los desafíos que enfrenta tras la ruptura amorosa y el método que utiliza para atraer prosperidad. ¿Qué haría con un millón de dólares?

Daniela Celis: sexo en una

Voces en el conflicto: cuatro historias de argentinos en Israel y cómo es vivir en un país en tensión constante

Una madre con hijos secuestrados, un exrehén que sobrevivió al cautiverio, una docente atravesada por la polarización y una joven que proyecta en medio de las alertas. La guerra cuando muta en una forma de rutina.

Voces en el conflicto: cuatro
MÁS NOTICIAS