Lara Bernasconi y el terror de cuando su hijo se cayó por el balcón: “No me lo iba a perdonar nunca en la vida”

Iñaki hoy tiene ocho años, pero cuando antes de cumplir los dos trepó la baranda del balcón y cayó desde un primer piso. “Traté de agarrarlo y no llegué”, cuenta su mamá, Lara Bernasconi. El relato de lo que la modelo y empresaria define como uno de los tres peores días de su vida, y además su infancia, su familia, el adiós de su padre y las presiones de la industria de la moda: “Tuve anorexia 5 años”

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Lara Bernasconi y el terror de cuando su hijo se cayó por el balcón: “No me lo iba a perdonar nunca en la vida”

Lara Bernasconi vino a Buenos Aires a los 17 años desde su provincia natal, Tucumán, para cumplir sueños. Una década después probó suerte con un emprendimiento de moda, pero coincidió con un sorpresivo diagnóstico terminal de su padre. En diálogo con Infobae repasa sus inicios en las pasarelas, sus luchas internas, su historia de amor con Federico Álvarez Castillo, cómo es trabajar juntos, y la maternidad a tiempo completo de su hijo Iñaki.

“Tuve una infancia muy linda, y trato de transmitirle eso a Iñaki, que ya tiene ocho años; trato de inculcarle la simpleza con la que me educaron a mí, de encontrar la felicidad en las cosas simples”, expresa la modelo, que está en pareja con el empresario desde hace una década.

“Me encanta ser mamá, pero la verdad es que no me imaginaba que era tan difícil; un hijo es una responsabilidad enorme”, se sincera. Hace tres años y medio apostó a un camino propio en la indumentaria infantil, y desde que lanzó su marca de ropa para niños, Rum Rum, baraja una ajetreada rutina. “Me exijo mucho, quiero cumplir con todos, y hago lo mejor que puedo”, admite.

—¿En qué sentís que te cambió a vos la maternidad?

—Todo. Me cambió todo. Mis días son mucho más felices, más plenos. Siento que crezco todos los días en algo siempre. Iñaki es un gran maestro para mí. Desarrollé mucho la paciencia y el humor. Mucho más que antes. Y también cambié en mi manera de vincularme.

—¿Y Federico cómo es como papá?

Es divino, un papá re presente.

—Él tiene tres hijos más, ¿están ensamblados?

—Sí, estamos ensamblados. Yo me llevo muy bien con sus hijos. Con Indalecio, que ahora tiene 21, que le decimos El Mono, viví muchas cosas.

—Era chiquito cuando lo conociste.

Sí, justo él tenía 10 añitos. El Mono es una persona muy importante para mí. También fue como una práctica para lo que se venía. Y sus hermanos, Lunita, tiene 27, y José 37.

—¿Y cómo se llevan con su hermano más chiquito?

Lo aman. Somos una familia que hemos logrado estar bien. Somos amorosos. No somos perfectos, pero hay mucho amor.

Lara Bernasconi junto a Federico
Lara Bernasconi junto a Federico Alvarez Castillo

—Vamos un poco para atrás. ¿A qué edad viniste para Buenos Aires?

A los 17. Me vine a trabajar. Vivía en un barrio que se llama Marcos Paz, que éramos cuatro vecinos en toda la manzana. Y una de mis vecinas era Leny, que tenía una agencia de publicidad, y siempre con mis dos hermanos hacíamos publicidades cuando nos pedía. A los 14 años hice mi primer desfile y me gustó mucho. Ahí empecé a trabajar y a ganar plata.

—¿Y qué hacías con esa plata? ¿La administrabas vos o tus papás?

—La administraba yo porque justo mi papá en esa época empezó a estar medio mal económicamente. Entonces yo no le pedía, usaba lo que ganaba.

—¿Hasta ese momento la infancia en lo económico había sido tranquila?

—Espectacular. Divina.

—Y empezar a trabajar de tan chica y tener tu plata, con tu independencia económica. ¿No te volvió una adolescente un poco más difícil?

—Un poco sí, pero creo que siempre fui muy respetuosa, y siempre fui medio diferente. Mis papás no querían que me venga a Buenos Aires y yo les dije: “Me voy igual, porque no encuentro qué estudiar y esto lo sé hacer”. Me fue muy difícil saber qué era lo que me gustaba. Me hubiese encantado que me baje esa idea de decir: “Quiero ser tal cosa”.

—¿Ellos querían que hagas una carrera universitaria?

—Sí, preferían eso. Y en mi casa trabajabas o estudiabas. Yo elegí trabajar. Y era una época que ganabas mucha plata trabajando de modelo, en poco tiempo.

—¿Y hoy cuando mirás esa época sentís que estuviste en riesgo en algún momento?

—Era más chica y era otro mundo. Hoy en día me muero si una hija mía sola vive todo lo que viví. Y sí, estuve en riesgo, pero fui criada con herramientas que me permitieron sobrellevarlo bien.

—Se me ocurren un montón, pero, ¿cuáles eran los riesgos?

—Creo que son los mismos riegos de hoy. La anorexia, las drogas, la noche, todo eso. Yo creo que tuve una familia muy sana que siempre me mantuvo con los pies sobre la tierra. Y eso me llevó por un camino que fue lindo.

Lara Bernasconi: "Iñaki es un
Lara Bernasconi: "Iñaki es un gran maestro para mí"

—¿Tuviste problemas con la alimentación?

—Sí, tuve anorexia 5 años.

—¿En la época de modelo?

Sí, tenía mucha presión porque tenía que bancarme sola mi departamento. Con 18 años, sola en Buenos Aires, con una exigencia de 90-60-90, que si no encajabas en el vestido no te contrataban. Y yo no tenía otra opción.

—¿Te han pedido que adelgaces?

—Sí, me han pedido que adelgace. Y también me ha pasado que estaba muy flaca y con Photoshop me agreguen más cadera. Pero sí, la pasé mal en esos momentos.

—Hoy pasa mucho eso mismo en las redes sociales, estereotipos que afectan a nenas desde muy chiquitas.

—Las chicas están totalmente obsesionadas. Y creo que en la Argentina se vive una exigencia de lo físico extrema.

—¿Creés que en el mundo no es así? ¿En otros países?

—No. He vivido en Estados Unidos y nunca sentí eso. Acá las mujeres están más presionadas. Y por eso me encanta que haya chicas que se planten y digan que no se habla del cuerpo ajeno. Pero todavía sigue esa cosa de “tener que estar flaca”, y las redes sociales son bravas.

—Incluso contaste que te elogiaban lo rápido que adelgazaste cuando habías sido mamá hacía muy poquito, y que vos les decías que era porque estabas amamantado.

—Sí, le di un año y un mes. Era impresionante que me festejaran la delgadez. Me parece horrible. Lo mismo que el tema del paso del tiempo. Yo tengo 47 años y sé que no estoy igual que a los 20. Tampoco lo pretendo, porque querer tener la piel tirante o el cuerpo de los 20 es una batalla que está perdida. Siempre digo que es importante no traumarse. Hay que aceptarse. Sé que es difícil porque vivimos comparándonos con otros, pero hay que concentrarse en lo que es uno. Hacer deporte y comer sano, sin necesidad de ir a los extremos. Es importantísimo no dejarse avasallar por el sistema, no dejar que lo que te están mostrando sea lo que vos tengas que ser.

—¿En esos cinco años que atravesaste de anorexia cómo pediste ayuda? ¿Cómo saliste de ese lugar?

—Soy muy de escucharme, y sabía que me pasaba algo grave. Tuve una gran amiga que le contó a mi mamá, que me llamaba todos los días. Sin mi mamá no hubiese podido salir adelante. Ella me hizo un red de contención, con una psicóloga, una nutricionista, y un médico clínico. Entendí que era la autoexigencia que yo tenía de la perfección. Quería que todo me salga perfecto y era un parámetro inalcanzable.

—¿Ganaste mucha plata en esa época?

—Sí, me fue bárbaro.

—¿Y qué hiciste con la plata?

Me la gasté, disfruté y viajé mucho. Después invertí en mi marca de zapatos y carteras, pero justo se enfermó mi papá y no pude recuperar la inversión. Y volví a trabajar de modelo.

Lara Bernasconi: "Me duele mucho
Lara Bernasconi: "Me duele mucho que no haya justicia social".

—¿Te enamoraste mucho?

—Sí, me enamoré, era bastante enamoradiza.

—Pero estabas esperando a Fede.

—Sí. Tenía que llega el papá de mi hijo.

—¿Y cómo te conquistó?

Es muy gracioso, y me conquistó cuando me contó su historia. Me enamoré del Federico de Burzaco, ese que no lo conoce nadie, o muy poca gente. Y es un amor, es una persona muy linda. Federico me encanta. Es encantador, fachero, y me gusta mucho.

—¿La espiritualidad estuvo siempre en tu vida o llegó con Federico?

—No, la espiritualidad estuvo siempre conmigo.

—¿Cómo te empezaste a conectar con ese interior tuyo?

—Desde muy chica, sobre todo con ser empática.

—¿Eso tiene que ver con el trabajo social que haces en Tucumán?

Sí, desde los 8 años que hago cosas. Enfrente de mi casa había un convento donde había catorce niñas que no tenían papá, y yo iba tres veces por semana y estaba con ellas. Les enseñaba inglés, siempre quise aportar como pudiera.

—Hoy sos embajadora del Banco de Alimentos de Tucumán.

Sí, desde hace 15 años. Es una fundación sin fines de lucro que contribuye a reducir el hambre, como puente entre las empresas que donan y los niños y ancianos que lo necesitan. Hoy el Banco de Alimentos de Tucumán tiene 154 comedores y cocinas comunitarias que dan de comer a más de 60.000 personas por día.

—Vos vivís una realidad de mucho privilegio, ¿sentís que entendés la situación por la que están pasando estos chicos?

No sabés lo que me atraviesa, y desde que soy mamá más. A mí me duele mucho que no haya justicia social. Me duele mucho que no haya futuro, porque sin nutrición un chiquito no puede estudiar. Los chicos se quedan dormidos sino se alimentan bien. Con hambre no podés estudiar, no te podés concentrar y le quitás una herramienta para su futuro.

—Como mamá de Iñaki, que nació con un montón de cosas resueltas, ¿cómo te llevás con eso?

Le hago ver eso a Iñaki, porque me importa mucho que él sea consciente de eso. Si puedo ayudar a alguien, lo hago. Estoy muy involucrada. Hicimos una escuela de cocina con Fede en Punta del Este, que ya hay 102 alumnos, y la UNSTA, la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino, les da un certificado de cocinero profesional. Y así esas personas que fueron a estudiar totalmente gratis, hoy ya están insertados en el mundo laboral. Eso después se multiplica.

Hacce 15 años que es
Hacce 15 años que es embajadora del Banco de Alimentos de Tucumán.

—¿Y cómo te llevás con los prejuicios?

—Entiendo que desde la necesidad y el hambre por ahí puede molestar que nosotros vayamos a veranear a Punta del Este, pero yo trabajo mucho para ir ahí. Me esforcé un montón para llegar a donde llegué.

—¿Te administrás vos tu trabajo o cómo se manejan en casa?

—Fede me enseñó mucho a administrarme porque yo era bastante desastrosa.

—¿Quién se ocupa de que no corten la luz en tu casa?

—Federico. Tenemos los roles muy marcados. Yo me ocupo mucho de Iñaki. Desde la mañana, que nos levantamos, le preparo el snack a Iñaki, le hago el almuerzo para que se lleve al colegio, lo llevo al colegio. Hago un poquito de deporte, y de ahí me voy a trabajar. A las cuatro en punto corto y lo voy a buscar al colegio. A partir de ahí me dedico a mi hijo. Lo llevo a golf, lo acompaño a todo porque me interesa mucho estar con Iñaki.

—¿Juega al golf Iñaki?

—Sí, juega al golf y al rugby. Es un obsesivo. Es un mini Fede. Él va al golf y tiene que jugar increíble. Son los dos iguales en eso. Y los entiendo, porque yo jugaba con mi papá. Tengo cinco hernias de disco, pero me cuido y volví a jugar porque me lo pidió Iñaki y me encanta.

—¿Quién era tu papá para vos?

Mi papá era tremendo personaje. Bigote, 1.90 metros. Le decían El Loco, y fue un genio. Con sus defectos, algunos bastante importantes, pero fue un genio. Me dio una educación divina, y tenía un corazón muy grande.

Lara junto a su papá.
Lara junto a su papá.

—¿Estaban juntos tus papás?

—Durante mi infancia sí, después se separaron cuando yo tenía 16.

—¿Y los defectos los sentís pre o post separación?

—Post separación. Cuando vine a vivir a Buenos Aires me pasaba que él era muy tradicional y no compartía que yo trabaje de modelo. No le gustaba, era muy conservador.

—¿Terminó aceptándolo o no le quedó otra?

—No, no le quedó otra, y yo siempre fui muy determinada. Mi papá y mi mamá a mí me criaron libre, a mí y a mis dos hermanos. Él me decía: “Vos tenés que ser distinta”. Y así soy.

—¿Y qué pasaba cuando te veía en una foto en bikini en la tapa de una revista?

No me hablaba. Eran tres meses sin hablarme.

—¿Y a vos te dolía?

—Obvio, me re dolía. Pero aprendí a soltar, a entender que no lo hacía por malo.

—¿Y cuando se enfermó?

—Fue tremendo.

—Uno de los grandes dolores de tu vida.

—Sí, justo yo estaba haciendo mis zapatos y mis carteras. El logo era el escudo familiar de los Bernasconi.

—¿Tu familia tenía un escudo familiar?

Sí, porque ellos vienen de Lugano, de Milán, de ahí, tenían un escudo familiar, y quería homenajear nuestra historia. Yo había vuelto de vivir en Estados Unidos y le había dicho a mi papá que ya no quería trabajar más de modelo. Tenía 27 años, quería armar mi empresa. Y él estaba chocho, feliz de la vida. A él le encantaba diseñar, era arquitecto, así que me ayudó un montón. Después me dijo que tenía cáncer de pulmón, cuando hacía dos meses habíamos arrancado con mi marca. Le traje los estudios que se había hecho a un médico de Buenos Aires, y me dijo que le quedaba un mes de vida. Entonces le tuve que mentir. Le dije: “Papá, esto se cura, vamos para adelante”. Y aguantó dos años. Highlander le decíamos. No lo podíamos creer. Mientras tanto yo diseñaba, administraba, tenía el local, y era un montón en medio de lo que me estaba pasando.

—¿Y te pudiste despedir?

—Sí, porque viajaba casi todos los fines de semana, trataba de ir siempre.

—¿Le dijiste todo lo que querías decirle?

—Sí.

—En eso quedaste tranquila.

—Quedé muy en paz con mi papá. Mi papá era bravo, muy buen mozo, fachero, y muy cariñoso. Es re importante tener diálogo. La comunicación es todo. Un día lo enfrenté y le dije: “Papá, no puede ser que nada de lo que hago está bien”, y me dijo: “¿Estás loca?“. Empezamos a hablar y nos entendimos. Me quedé con mucha paz. Resulta que él tenía todos mis trabajos guardados, pero nunca me los dio cuando vivía. Me los dio después mi mamá.

—Qué abuelo se perdió Iñaki, ¿no?

Sí. Una lástima. Y él lo re siente. Siempre me dice: “Mamá, cómo me gustaría que el Tata estuviese acá“. Se aprendió A mi país de Facundo Saravia porque mi papá y mi hermano cantaban eso todas las tardes. Iñaki era tímido, y en los actos de la escuela no quería ir al escenario. Hasta que un día me dice: “Lo voy a hacer por el Tata”. Subió frente a sesenta chicos, y uno de los tíos abuelos de uno de sus compañeros era Facundo Saravia, que se sentó adelante de mi hijo. Yo lloraba, porque no lo podía creer.

Un accidente doméstico marcó la
Un accidente doméstico marcó la vida de Lara Bernasconi y reforzó su vínculo familiar.

—Hace un tiempo viviste un evento con Iñaki, muy chiquito, que a mí me pone la piel de gallina. Fue algo tremendo.

—Horrible.

—Me imagino que te debe seguir conmocionando hoy.

—Sí. Hay tres días que fueron los peores de mi vida. Uno cuando mi papá me dijo que tenía cáncer, otro cuando se murió mi papá. Y el tercero cuando Iñaki se cayó del balcón. Estábamos en mi cuarto, y él tenía 1 año y 7 meses. A la tarde estábamos regando unas plantitas en el balcón, que tenía una baranda, un poco bajita, pero Federico, siendo padre de tres, me decía que estaba perfecta. De repente me di vuelta para correr una silla, Iñaki se trepó y no sé cómo hizo para irse para adelante y cuando me volví a dar vuelta ya se había caído. Traté de agarrarlo y no llegué.

—¿Vos lo viste caer?

—Sí, y no lo pude agarrar. Suerte que no me tiré, porque es lo primero que te nace. Bajé a los gritos corriendo, llorando y cuando llegué lo vi en el piso parado.

—¿Sabés si cayó parado?

No, no llegué a ver cómo cayó, porque bajé las escaleras volando. Estaba parado llorando y gritando: “Mamá, mamá”. Ahí le tiré un poco de agua, lo llamé a Federico y le dije: “Se cayó Iñaki del balcón”. Lo único que quería era llegar al hospital, que llegué en tres minutos. Y fue un milagro.

—¿Se hizo algo?

Nada.

—¿De qué altura cayó?

—De un primer piso.

—Cuatro, cinco metros.

—Sí.

—Un bebé que podía partirse la cabeza.

—Sí, yo quedé muy mal durante varios meses.

—¿Tenías miedo?

—Sí, de que tuviera algo, o que le pasara algo. Le habían hecho estudios de todo, pero un médico me había dicho que podía pasar que algunas venitas después exploten. Gracias a Dios no pasó, y hoy está bárbaro.

—¿A quién agradeciste?

—Para mí lo agarró mi papá y la Virgen de yeso que era de mi abuela, y yo la había puesto mirando para ese balcón hacía dos semanas. Para mí fue eso.

—¿Le agradeciste a tu papá?

—Sí, sentí que él estuvo ahí.

—¿Se te jugaron culpas en ese momento?

—Sí, muchas. Pero fue una cosa de segundos. Si a Iñaki le pasaba algo, yo no me lo iba a perdonar nunca en la vida.

—¿Después pusiste red en el balcón?

—No, cerré la puerta y nunca más dejé que pasara al balcón. Y yo siempre fui re obsesiva con el cuidado, pero me pasó igual. Fede se portó muy bien, porque jamás me culpó. Fue muy contenedor y muy amoroso. Por suerte el cuento terminó bien.

—Me gusta la idea de tu papá cuidándolos.

Lo siento muy presente a mi papá. Es tremendo, porque creo que me manda señales. Cuando estoy triste, la luz del baño de repente parpadea, o si me subo al auto, prendo la radio y suena una canción que era de un video de mi papá, y así con un montón de detalles.

—¿Le hablás a tu papá?

—Sí, un montón. Estoy muy agradecida por la educación que me dieron. Cada vez más.

—¿Y algo de eso estás tratando de replicar en Iñaki?

Sí, mucho. Ellos me enseñaron que la plata va y viene, que te vas sin nada, y que hay que ser bueno.

—Te cuestionaron mucho cuando salieron imágenes tuyas con Iñaki en un cuatriciclo.

Uy sí. Y tienen razón. El tema es que yo me crie en motos, desde que era muy chica, y mis hermanos también. Me siento muy segura en una moto, y esto era para mí como cuando un padre sube a un chiquito sin casco a un caballo. Pero obviamente la gente tenía razón, y no me había dado cuenta.

—¿Hoy ya tiene su casco?

—Sí, anda en moto desde los tres años con casco.

El escudo familiar de la
El escudo familiar de la familia Bernasconi.

—Corderos volando por el aire no más tampoco.

Ay Dios. Ese tema me duele mucho. Me lastimó mucho porque yo no tuve nada que ver. Fue una situación que estábamos todo en familia en casa, yo estaba cocinando, y de repente pasó un helicóptero que tiró un cordero faenado. Fue un amigo de mi marido. Y yo me fui con Iñaki a la cocina. No tuve nada que ver.

—¿Cuánto te enojaste con el amigo de tu marido?

—Yo amo a los animales, jamás le haría daño a un animal. Nunca en la vida. Me dolió mucho que nos estén pegando y que el amigo no diga: “Fui yo”. Pero no le dije nada, porque cada uno sabe lo que hace.

—¿Sentís que a veces es más fácil pegarles a ustedes por prejuicio?

—Sí, porque si nos conocieran cómo somos con Fede, dos personas que trabajamos muy duro desde muy chiquitos, no dirían todo lo que dicen. Somos muy trabajadores y por eso me dolió tanto.

—Te emociona.

—Sí, me emociona porque la pasamos muy mal. De verdad la pasamos mal.

—¿Te afectó?

—Sí, nos re afectó.

—¿Los unió también, como lo que pasó con Iñaki?

—Sí, con Fede tenemos un vínculo muy sólido y muy fuerte.

—¿Y en qué momentos lo querés echar de tu casa?

—Anoche, por ejemplo.

—¿Por qué?

—Porque se pone con la computadora y me despierta tres veces por noche. Siempre lo mando al frente con lo mismo.

Lara Bernasconi con Tatiana Schapiro
Lara Bernasconi con Tatiana Schapiro en Infobae (Diego Barbatto)

—¿Qué planes tenés para el resto del año?

—Estoy trabajando mucho, muy contenta. Y estoy muy ocupada con Iñaki, pero quiero crecer también a nivel profesional. Pienso seguir así mi año: mi familia, mi trabajo, mis amigos.

—¿Qué te pasa cuando ves en un cumpleaños, en la plaza, o en una fiesta, un chiquito vestido con algo que diseñaron ustedes?

Me encanta, porque este proyecto es como otro hijo más para mí. Lo hago con amor y con esfuerzo.

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