
Nada de lo que parecía normal esa tarde lo era realmente. Tres hombres de civil cruzaron la pequeña plaza de San Lorenzo, a las 17:50 del miércoles 24 de septiembre cayó en Paraguay Erick Moreno Hernández, alias ‘El Monstruo’, el peruano que durante tres años lideró la organización criminal más temida de Lima Norte, y que se había convertido en el fugitivo más buscado de Sudamérica. La caída trastocó no solo el mapa criminal del Perú, sino todos los engranajes policiales y diplomáticos que lo seguían la pista en al menos cuatro países.
La biografía de Erick Moreno Hernández —el Monstruo— nació mucho antes de que el apodo se hiciera sinónimo de terror. Creció en las calles de Comas, Perú. Su adolescencia se vio marcada por la muerte prematura de un hermano; después, migró entre robos menores, llevó cursos fallidos en un instituto militar, y antes de cumplir los veinte años ya obraba como pistolero para bandas de piratas del asfalto. En una de sus incursiones delictivas, recibió un disparo que le costó la pérdida de un pulmón.

Una década después, los expedientes de la Policía Nacional del Perú sumaban al perfil de Moreno denuncias por secuestro, extorsión, asesinato y tráfico de drogas. “No quería ser nadie”, dijo una vez su madre, tras su detención en junio pasado. Pero la notoriedad creciente atrajo otras miradas. Lo apodaron ‘El Monstruo’ porque no dejaba testigos y su reputación se cimentó en la brutalidad: a quienes no pagaban los cupos, los condenaba sin contemplaciones, ordenando su muerte o ejecutándola él mismo.
En el último mes, la presión cerraba a su alrededor. Grupos especiales de la Dirección de Investigación Criminal (Dirincri), la Policía Nacional de Paraguay, la Interpol y la DEA cruzaron inteligencia. Para septiembre, el fugitivo ya no tenía domicilio fijo; dormía en pensiones improvisadas y usaba documentos falsos. Una pista anónima permitió a los paraguayos enfocar el cerco. Lo siguieron pacientemente hasta una vivienda de paredes húmedas en la zona de San Lorenzo, la misma donde un informante pidió luego la recompensa ofrecida por el Ministerio del Interior del Perú: más de $150.000.

La víspera de la caída: los detalles del operativo
Desde inicios de la semana, los rumores sobre su presencia volvieron a inquietar a Lima. ‘El Monstruo’ vivía días de precariedad, controlando casi todo movimiento y con el dinero justo para no llamar la atención. Atrás quedaron las residencias de lujo y la vida expuesta: ahora alquilaba un pequeño cuarto desde hacía menos de dos semanas, ni siquiera tenía una cama, dormía en el suelo, en un improvisado colchón. Las cámaras de seguridad de la cuadra mostraron que nunca retomó el mismo camino al regresar. Había aprendido a moverse entre sombras.
Mientras, en la capital peruana, su red criminal enfrentaba el asedio. Su madre cayó detenida en un megaoperativo en la ciudad de Ica, acusada de ser el soporte financiero del grupo criminal. Su expareja, en la frontera con Bolivia. Su mano derecha en un hospedaje del centro limeño. A todos les interceptaron mensajes en claves y coordenadas: la paranoia de la organización aumentó aún más. “Ofreció un millón de dólares en efectivo para evitar su captura”, admitió después un agente de la policía paraguaya.
El miércoles, la decisión final se gestó en el más absoluto secreto. Solo tres miembros de la Policía Nacional de Paraguay conocían la ubicación precisa: ni siquiera informaron de inmediato a sus pares peruanos, temiendo filtraciones. Así lo explicó el comisario Jorge Amarilla:
—Supimos que si decíamos algo, la noticia escaparía. Nadie, ni el Perú, podía enterarse hasta que el procedimiento iniciara.
La orden judicial, sin embargo, tardó más de lo esperado. Siete horas aguardaron. Un error mínimo echaría a perder el cerco de meses.
La detención: una escena en tres actos
La caída de El Monstruo no se produjo en la calle ni fue fortuita. Policías paraguayos, tras días de vigilancia silenciosa, ya conocían cada movimiento y rutina del fugitivo. Con la orden judicial en mano, al atardecer del miércoles 24 de septiembre, un contingente armado de 50 policías irrumpió en la vivienda de San Lorenzo y sorprendió a Erick Moreno Hernández en la sala, vestido con un polo blanco y short azul, en aparente tranquilidad.
Lo redujeron de inmediato, obligándolo a tirarse al suelo y colocándole las esposas. Salió cabizbajo, esquivando las cámaras que buscaban capturar su rostro. Entre sus pertenencias, los agentes hallaron varios pasaportes falsos con nombres de personas reales —Pierre Jesús Neciosup Rodríguez y Luis López Yong—, ambos elegidos por el parecido físico y su origen en Comas, el distrito en el que creció el líder criminal.

Solo cuando el frío del metal ajustó sus muñecas, Moreno Hernández murmuró al agente que lo custodiaba:
—¿Quién me entregó, quién cantó, quién habló?
Durante los primeros minutos, Moreno Hernández no ofreció resistencia; aceptó en silencio el fin de su fuga, sentado en el piso, observando cómo una decena de agentes registraban cada rincón de la vivienda y revisaban sus pertenencias. Pasaron unas horas antes de que la policía lo trasladara directamente a la comisaría local. Moreno Hernández llegó encapuchado, flanqueado por tres custodios y dos cámaras. Apenas pisó la penitenciaría, un funcionario le advirtió: “Usted permanecerá en prisión preventiva”.

El cara a cara en la comisaría
Horas después de la detención, Moreno Hernández fue llevado a la comisaría local, donde el ambiente adquirió un matiz distinto. Frente a él se encontraban el coronel José Manuel Cruz Chamba, jefe de la Dirección de Investigación Criminal; Franco Moreno Panta, responsable de la División de Secuestros y Extorsiones; y Juan Carlos Montúfar Lezama, jefe de la División de Investigación de Robos de la Dirincri. Era la primera vez que los mandos policiales peruanos encaraban al cabecilla de una de las bandas criminales más violentas del país.
Pese a las esposas, Moreno Hernández sostuvo por momentos una actitud desafiante y no dudó en cuestionar el éxito de la operación que terminó en su captura. “La investigación la hizo la Policía paraguaya. Ellos me detuvieron, no la Policía peruana, señor coronel”, dijo durante el intercambio que fue grabado en video.
El coronel Cruz Chamba le replicó, resaltando el trabajo de inteligencia de la PNP peruana, que incluyó la desarticulación del brazo financiero y armado de Los Injertos del Cono Norte, así como la captura de personas clave dentro de su entorno: desde su pareja y madre de sus hijas, Liseth Ruíz, hasta su propia madre, Martina Hernández de la Cruz. “Así he llegado yo a ti. ¿Y sabes qué te voy a decir acá? Cuando pasó eso, en febrero, cuando hiciste tu video tratando de burlarte de la Policía Nacional. Esto no es una improvisación, así hemos llegado”, sentenció el coronel.
Moreno Hernández terminó admitiendo ante los jefes policiales peruanos que fue un error grabar videos burlándose del trabajo de la Policía Nacional. Además, negó que él hubiera enviado mensajes amenazantes a las familias de los coroneles desde un número brasileño: “Me sorprende. Yo respeto”, se defendió.
El Monstruo rompe el silencio ante la prensa
Posteriormente, ‘El Monstruo’ fue presentado ante la prensa. Una periodista preguntó a Moreno en voz alta:
—¿Por qué huyó?
—¿Usted se entregaría con el país y la policía que tenemos? —respondió él, desafiante.
La exposición frente a los medios fue extensa. Moreno Hernández negó haber cometido delitos en Brasil y rechazó toda implicación en la muerte de un policía de ese país. Aseguró: “Yo aquí, en Paraguay, no cometo ni una clase de delito, ni tampoco estuve involucrado en la muerte del policía en Brasil, porque jamás estuve allá”.
A la lluvia de preguntas, Moreno respondió también sobre las acusaciones de secuestro de menores y empresarios peruanos: negó cualquier relación. “No soy una persona santa y lo dije muchas veces”, declaró. En su relato, señaló a bandas criminales peruanas como responsables del uso de su nombre para extorsiones y otros delitos. Mencionó a ‘El Jorobado’ y Miguel Marín, a quienes identificó como enemigos que, según él, operan en complicidad con sectores corruptos de la policía. .
Ya sobre el final, una reportera le consultó sobre si había recibido apoyo local para evadir la captura. Moreno negó cualquier tipo de protección: “De nadie, señorita reportera”. Sí aceptó, en cambio, haber sido advertido por la policía peruana sobre los operativos planificados en su contra.

El cerco hermético que selló la caída de ‘El Monstruo’
La captura de Erick Moreno Hernández, alias ‘El Monstruo’, se fraguó en un ambiente de máxima reserva. El jefe del Departamento Contra el Crimen Organizado Nacional y Transnacional de Paraguay, Luis López Velázquez, explicó que el operativo final solo lo conocían tres agentes de la fuerza antidrogas paraguaya. Habían aprendido la lección: en tres ocasiones previas, el fugitivo logró escapar por alertas internas y filtraciones.
“El operativo fue bastante cerrado. Solamente manejábamos la información tres personas. Ni los compañeros que se encuentran en Perú estaban al tanto”, narró López Velázquez en una entrevista. Desde noviembre pasado, la policía paraguaya trabajó en paralelo con sus pares peruanos recolectando datos, vigilando movimientos y reforzando el cerco, aunque en la recta final no compartieron información hasta concretar la detención.
La reserva respondió a motivos concretos: “dos o tres” policías peruanos filtraban datos a Moreno Hernández durante la cacería. ‘El Monstruo’, ante la prensa paraguaya, admitió haber recibido avisos en cada operativo en su contra. “Siempre, siempre”, respondió a una periodista cuando le preguntaron si alguien lo alertaba de antemano.
López Velázquez calificó a Moreno Hernández como un adversario extremadamente escurridizo. Había burlado a la policía federal y militar en Brasil y Bolivia, y logró escapar de varios cercos. “Fue una tarea ardua. En el tercer operativo fue cuando logramos detenerlo”, relató.
El error que tumbó a Erick Moreno Hernández
La detención de Erick Moreno Hernández marcó el final de una persecución que se extendió por más de tres años. Durante ese periodo, el cabecilla construyó un imperio basado en la extorsión a empresarios y transportistas, moviendo millones de soles bajo una red criminal de sigilo y compartimentación. El cerco se terminó de cerrar cuando cometió un error en el manejo de sus comunicaciones, permitiendo a las autoridades rastrear su ubicación exacta en Paraguay.

Moreno había perfeccionado la práctica de cambiar de chip constantemente para evitar el rastreo policial. Sin embargo, diez meses de fuga y carencias financieras lo empujaron a reutilizar un mismo teléfono asociado a un correo electrónico donde ya había registrado distintos números. Esa omisión, inadvertida ante la presión, abrió la puerta a una triangulación precisa de su paradero. La cooperación internacional y el despliegue de herramientas de geolocalización terminaron de romper el anonimato que mantenía desde hacía meses.
Según reconstruyó el periodista paraguayo Julio Chuquitaype, fue ese descuido el que alimentó la operación de inteligencia y ubicó a ‘El Monstruo’ en la vivienda de San Lorenzo. El uso reiterado del mismo dispositivo facilitó el seguimiento de los equipos de investigación: una señal pequeña en un mapa que desenlazó el relato de la caza.

Vivió sus últimas semanas aislado
Pero a la fragilidad tecnológica se sumó el aislamiento. Los meses previos a su captura ya mostraban las grietas en el entorno del fugitivo. La detención de su madre, quien le facilitaba el dinero de las extorsiones, fue un duro golpe para el criminal, mientras los lazos de confianza dentro de la organización se debilitaban.
Fuentes cercanas a la investigación sostienen que, en ese clima de desconfianza, integrantes de su círculo más próximo eligieron colaborar con la policía. El flujo de información, antes hermético, se fracturó desde adentro. Así, la presión policial y la traición sellaron la caída de quien durante tres años logró evadir cacerías, pero terminó cercado por sus propios errores y la soledad.

El poder de Moreno Hernández residía en un equilibrio frágil entre la lealtad y el miedo. Muchas de sus órdenes viajaban en instrucciones cifradas por WhatsApp o Telegram. Al menos dos secuestros clave los dirigió desde la clandestinidad. Pero la fortuna que amasó, más de S/ 20 millones solo entre 2022 y 2024 según la Policía Nacional del Perú, se evaporó con los meses de fuga y el pago constante de sobornos a funcionarios y exaliados.
En la última semana, antes de caer, el círculo de leales no superaba a cuatro personas: su nueva pareja, un chofer, y dos amigos de la infancia. La policía los interrogó sin resultado relevante. Sin embargo, los paraguayos sospechan que al menos uno de esos contactos cambió de bando. Al activarse la recompensa y la alerta roja internacional, el propio informante anónimo solicitó inmediatamente cobrar el pago, según se supo.
Actualmente, Erick Moreno Hernández, alias ‘El Monstruo’, permanece recluido en el penal Martín Mendoza de Emboscada, en Paraguay, bajo estrictas medidas de seguridad mientras se resuelve su proceso de extradición al Perú.
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