Resistir para transformar: El rol de la mujer en los emprendimientos peruanos

Emprender en contextos adversos se convierte así en una forma de resistencia y agencia frente a la exclusión y desigualdad

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Las mujeres conducen generan más
Las mujeres conducen generan más de 9 millones de puestos de empleo en el Perú.

Vivimos tiempos en que persisten las brechas de género, originando limitadas oportunidades económicas, profundizando los problemas sociales e incrementando la dependencia económica de las mujeres. En este sentido, el emprendimiento de mujeres no solo es una variable económica, sino una estrategia clave para enfrentar realidades locales y colectivos complejos. No basta con reconocer la presencia de la mujer en el tejido productivo: es necesario comprenderla como fuerza transformadora.

Emprender en contextos adversos se convierte así en una forma de resistencia y agencia frente a la exclusión y desigualdad. Las mujeres generan ingresos económicos, pero también reivindican el emprendimiento como acción política, social y cultural, disputando sentidos históricamente marcados por el machismo. Tal como lo menciona el Global Entrepreneurship Monitor (2023), más del 50% de los emprendimientos en el país son liderados por mujeres, dentro de un sector en el que predomina la informalidad (70%) y donde la sostenibilidad a largo plazo es aún frágil y escasa.

Frente a ello, iniciativas como el programa Impulsared se presentan como espacios seguros para la organización, fortalecimiento de competencias, reconocimiento social y potenciamiento del liderazgo comunitario. Estas iniciativas buscan una transformación integral que no solo aumenta ingresos, sino que potencia autoestima, agencia e incidencia social.

Tal como declarara Sen (1999), el desarrollo debe entenderse como una “ampliación de libertades”. Desde modelos asociativos, hasta propuestas técnicas adaptadas al entorno, las mujeres emprendedoras en el Perú demuestran que emprender no es solo una reacción económica, sino también un acto propositivo de construcción colectiva.

Estos emprendimientos se nutren de saberes locales y redes de reciprocidad, articulando innovación con identidad cultural. No buscan solo el lucro individual, sino también soluciones integrales que fortalezcan comunidades.

Las experiencias en el territorio a través del programa Impulsared revelan transformaciones profundas: mayor participación comunitaria, asertivas tomas de decisiones, fortalecimiento de redes y el ejercicio activo de la ciudadanía. Estos procesos son posibles gracias a la articulación de instituciones académicas, técnicas y comunitarias.

Estas articulaciones nos invitan a repensar las políticas de fomento al emprendimiento inclusivo: pasar de la competencia a la colaboración, del enfoque extractivo al enfoque regenerativo, del individualismo a la asociatividad. Se requiere incorporar criterios sociales, ambientales y culturales, construir marcos normativos flexibles y desplegar redes de soporte técnico.

El cambio económico local no se decreta desde arriba, sino que se construye desde abajo, desde las relaciones concretas, los aprendizajes compartidos y la voluntad de transformar realidades. Apostar por el emprendimiento en mujeres es apostar por una economía profundamente humana.