La hepatitis B puede no dar señales: ¿cuándo deberías hablar con tu médico?

Es urgente aumentar el acceso al tratamiento en pacientes con infección crónica por hepatitis B, para evitar complicaciones hepáticas irreversibles

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(Freepik)
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En un país como el Perú, donde los esfuerzos en salud pública aún luchan contra brechas estructurales, hablar de hepatitis B sigue siendo una urgencia. No porque se trate de una epidemia descontrolada, sino porque es una infección silenciosa, con capacidad de dañar el hígado durante años sin generar síntomas, y que en muchos casos solo se diagnostica cuando ya ha producido cirrosis, insuficiencia hepática o incluso cáncer.

La situación actual revela una paradoja preocupante. Aunque la prevalencia nacional es baja (0.4 %), existen regiones con tasas significativamente más altas, como Cusco, Ayacucho, Apurímac, Loreto y Amazonas, donde se superan el 1 %. En estas zonas, las condiciones geográficas y sociales dificultan el acceso al diagnóstico temprano, y muchas personas viven con el virus sin saberlo. A esto se suma un dato alarmante: en América, solo el 21 % de los infectados ha sido diagnosticado, y menos del 4 % recibe tratamiento. El Perú no escapa a esta tendencia. La hepatitis B, sin embargo, es completamente prevenible gracias a una vacuna segura y eficaz. Aumentar la cobertura de vacunación en toda la población infantil y en los adultos no vacunados es la mejor forma de reducir el riesgo de infección.

Desde el punto de vista médico, la hepatitis B plantea un desafío doble. Por un lado, su naturaleza asintomática en fases iniciales dificulta el diagnóstico clínico basado en signos evidentes. Por otro lado, el estigma y la desinformación alejan a las personas de los centros de salud. Muchos aún creen que la enfermedad se transmite por contacto casual, o asumen que un diagnóstico positivo equivale a una sentencia irreversible. Esta falta de información impide no solo la detección temprana, sino también el tratamiento oportuno y el seguimiento adecuado.

Frente a este escenario, es imprescindible ampliar el acceso a pruebas como el antígeno de superficie (HBsAg), una herramienta diagnóstica simple, económica y eficaz. En especial, se deben fortalecer las campañas en regiones de alta prevalencia y asegurar que toda mujer embarazada acceda al despistaje. La prevención de la transmisión vertical sigue siendo una deuda en muchos sistemas de salud regionales. Además, es urgente aumentar el acceso al tratamiento en pacientes con infección crónica por hepatitis B, para evitar complicaciones hepáticas irreversibles.

Pero más allá de la estrategia poblacional, hay una pregunta que cada persona debería hacerse: ¿cuándo debo consultar con un médico por hepatitis B? La respuesta, desde la práctica clínica, es clara: cuando se ha tenido algún factor de riesgo (contacto sexual sin protección, exposición a sangre, convivencia con personas diagnosticadas), si se vive en una región priorizada o si existen síntomas como fatiga persistente, dolor abdominal derecho, orina muy oscura o ictericia. También debe considerarse en controles prenatales y en toda persona que nunca se haya hecho una evaluación hepática.

El mayor riesgo no es el virus en sí, sino la inacción. Porque mientras no se consulta ni se realiza una prueba, la hepatitis B puede seguir su curso silencioso hasta convertirse en una enfermedad irreversible. Por eso, promover el diálogo médico-paciente y eliminar las barreras al diagnóstico son pasos fundamentales para cambiar esta realidad.

Hablar con el médico a tiempo puede marcar la diferencia entre una infección controlada y una complicación crónica. En un país donde muchas enfermedades se detectan tarde, actuar antes de que aparezcan los síntomas debe ser parte de una nueva cultura de prevención en salud.

Günther Poppele
Günther Poppele