
Los temblores, terremotos y otros desastres naturales no solo dejan consecuencias físicas, sino también emocionales. En los días posteriores a un evento como el reciente sismo de magnitud 6.1 ocurrido el domingo 15 de junio en Lima y Callao, es común que muchas personas experimenten mareos, miedo, insomnio, angustia, irritabilidad, fatiga o confusión. Estas reacciones son normales, según explica la psicóloga Susan Albers, especialista en salud mental de Cleveland Clinic, quien ha investigado ampliamente los efectos del trauma en situaciones de desastre.
El cuerpo y la mente activan un estado de alerta para protegerse, pero permanecer demasiado tiempo en esa condición puede afectar el bienestar. Algunas personas presentan síntomas físicos como dolor de estómago, palpitaciones, dolores de cabeza o dificultades para concentrarse. Otras, en cambio, se sienten emocionalmente desconectadas, como si el evento no las hubiese afectado. El impacto puede aparecer incluso semanas después, cuando ya ha pasado la fase crítica de la emergencia.
Sismos: ¿cómo cuidar la salud mental?
Una de las recomendaciones principales es retomar las rutinas diarias, incluso si el entorno ha cambiado. Pequeños actos como mantener horarios regulares para dormir, comer o leer por las noches contribuyen a recuperar una sensación de seguridad. Además, es clave reducir la exposición a imágenes impactantes en redes sociales o televisión, ya que repetir escenas de destrucción puede aumentar la ansiedad, especialmente en niños y adolescentes.
Conversar sobre lo vivido con personas cercanas también ayuda a aliviar el estrés. “Conectarse con otros nos recuerda que no estamos solos”, indica Albers. Sin embargo, es importante respetar los propios límites: no todas las conversaciones son útiles, y está bien evitar aquellas que generen más tensión.

Cuando es posible, brindar ayuda a otros puede ser una vía para recuperar el control emocional. Colaborar con tareas como la limpieza, apoyar a vecinos o integrarse a redes de ayuda comunitaria tiene efectos positivos tanto para quien da como para quien recibe apoyo.
¿Qué se debe hacer con los niños?
La especialista aconseja hablar con ellos de manera honesta, pero sin alarmarlos. Explicar lo sucedido en términos simples, adaptados a su edad, y permitir que expresen sus emociones, incluido el llanto, les ayuda a procesar lo que han vivido. Validar lo que sienten, mantener rutinas estables y fomentar su participación en actividades familiares o comunitarias les da una mayor sensación de seguridad. También pueden realizar gestos de ayuda: dibujar, preparar mochilas de emergencia o escribir mensajes para otros niños.
Finalmente, si después de algunos días persisten alteraciones en el sueño, el apetito o la concentración, o si se observa una tendencia al aislamiento, es momento de buscar apoyo profesional. “El impacto emocional puede ser silencioso pero profundo. No hay que esperar a estar en crisis para pedir apoyo”, concluye la especialista.
Tremofobia: la fobia a los temblores o terremotos
La tremofobia es el miedo intenso, irracional y persistente a los temblores o terremotos. Aunque muchas personas pueden sentir preocupación o nerviosismo ante estos fenómenos naturales, quienes padecen tremofobia experimentan una ansiedad desproporcionada que puede afectar su vida diaria, incluso cuando no hay riesgo sísmico real.

Este trastorno puede desarrollarse tras haber vivido un sismo traumático o por exposición constante a noticias sobre desastres naturales. En algunos casos, también está asociado a otros trastornos de ansiedad o estrés postraumático.
Las señales más comunes de la tremofobia incluyen:
- Ansiedad intensa al sentir una mínima vibración o al escuchar ruidos que recuerdan a un temblor.
- Evitar ciertos lugares (pisos altos, túneles, zonas sísmicas) por miedo a quedar atrapado.
- Hipervigilancia ante cualquier señal de movimiento en el entorno.
- Síntomas físicos como palpitaciones, sudoración, dificultad para respirar o temblores al pensar en un terremoto.
- Dificultad para dormir o concentrarse debido al miedo constante de que ocurra un sismo.
La tremofobia puede tratarse con apoyo psicológico, especialmente a través de terapias como la cognitivo-conductual. En casos severos, puede requerirse acompañamiento psiquiátrico. Reconocer las señales y buscar ayuda profesional es clave para recuperar la tranquilidad.
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