La emoción del papa León XIV al recibir un zapallo loche en el Vaticano: símbolo de su conexión con Chiclayo que lo acogió como obispo

Entre regalos, anécdotas y expresiones de cariño, el pontífice recordó con emoción su paso por el norte del Perú. Los presentes que recibió sintetizó el fuerte lazo que aún lo une con Lambayeque

Guardar
El Pontífice agradeció la presencia de los miembros de la comitiva peruana, quienes le entregaron diversos obsequios. | Andina

El Aula del Consistorio del Vaticano, donde suelen discutirse asuntos de gran relevancia para la Iglesia católica, fue escenario de un momento distinto el lunes 19 de mayo. Frente a sesenta visitantes peruanos, el papa León XIV sostuvo en sus manos un zapallo loche. No se trató de una pieza decorativa ni de una curiosidad agrícola, sino de un gesto simbólico que sintetizó afecto, memoria y conexión con la tierra donde ejerció su labor pastoral: Chiclayo.

La escena, captada en imágenes difundidas por el diario vaticano L’Osservatore Romano, muestra al pontífice rodeado de monjas, diáconos y fieles que viajaron desde Perú —algunos desde Lambayeque, otros ya residentes en Europa— para encontrarse con quien durante años fue su obispo. Entre las manos de una religiosa se observan bolsas con productos de su tierra: un frasco de algarrobina, un dulce King Kong, artesanía, una prenda tejida por artesanas de Incahuasi y el ya mencionado zapallo loche, insumo emblemático de la gastronomía lambayecana.

Robert Prevost, hoy cabeza de la Iglesia católica, vivió años intensos en el norte peruano, donde no solo cultivó vínculos espirituales, sino también afectivos con la cultura local. “Jamás, sinceramente, digo a ustedes, jamás me pasaba por la mente que iba a pasar lo que pasó”, expresó, al referirse a su elección como Papa. “Nuestro Dios de las sorpresas ha hecho una muy grande esta vez”, afirmó con humildad.

Uno de los aspectos que más evocó durante su conversación con la delegación peruana fue su vínculo con la gastronomía. Poco antes de su viaje a Roma, reconoció que extrañaría los sabores del Perú. En ese contexto, el regalo del zapallo loche y otros productos típicos cobró un sentido más profundo.

El loche es un fruto con aroma y sabor distintivos, cultivado ancestralmente en Lambayeque. Su uso en platos como el cabrito norteño o el espesado chiclayano lo convierte en un ingrediente fundamental de la cocina local. Desde 2010 cuenta con denominación de origen reconocida por Indecopi, como “Loche de Lambayeque”.

El loche y la memoria gustativa del pontífice

El papa León XIV recibió
El papa León XIV recibió productos emblemáticos del norte del Perú como recordatorio de su cercanía con la cultura local. El loche, entregado por el alcalde de Pacora, evocó su aprecio por la cocina chiclayana. (Composición: Infobae / L'Osservatore Romano y captura de pantalla)

Quien le entregó el zapallo loche fue el alcalde de Pacora, Lambayeque, José Luis Sipión Bornaz. La elección de este producto como parte del presente ofrecido al papa no fue casual: la gastronomía fue una parte viva de su paso por Chiclayo. Margarita Flores, religiosa que colaboró con Prevost durante tres meses, relató a Latina algunos de los gustos del entonces obispo.

“Arroz con pollo y ají de gallina. (...) La señora que le cocinaba debe estar saltando de alegría. Ella se apellidaba Castillo. No tenía inconvenientes en prepararle lo que fuera, y todo lo que le cocinaba lo disfrutaba con gusto”, señaló.

También probó ceviche en distintas ocasiones. La cercanía del pontífice con los sabores del Perú se ha convertido, ahora, en un elemento simbólico dentro de su vida pública. Su relación con los productos lambayecanos no responde únicamente al gusto, sino a lo vivido durante años en contacto directo con comunidades rurales y urbanas del norte del país.

Un símbolo cultural ante el mundo

León XIV habló con cariño
León XIV habló con cariño y emoción sobre su tiempo como obispo en Chiclayo. (Composición: Infobae / L'Osservatore Romano y captura de pantalla)

El zapallo loche, más allá de su sabor, encierra prácticas agrícolas transmitidas desde culturas precolombinas como la Cupisnique, Moche y Chimú. Su preservación responde a un esfuerzo sostenido de productores de Lambayeque que mantienen formas tradicionales de cultivo y cosecha.

Que este fruto haya llegado al Vaticano no se entiende solo como un presente. Representa, además, una declaración de identidad y pertenencia. La delegación peruana, con sus sesenta miembros, llevó hasta el Aula del Consistorio no solo dádivas comestibles, sino un fragmento de la memoria colectiva de su región.

“Ustedes saben muy bien que el Perú está muy presente en mi vida”, dijo el papa durante la audiencia, ante el aplauso de los asistentes. “Gracias al Perú por toda esa solidaridad, por acompañar en esos días con tantas manifestaciones de afecto y de amistad. Gracias a todos”.

Al final del encuentro, no faltaron las exclamaciones festivas. “¡Que viva Chiclayo!”, exclamó el pontífice al recordar el lugar donde sirvió como obispo. Luego, levantó la voz para cerrar la reunión con otra frase que los presentes no olvidaron: “¡Muchas gracias y que viva el Perú!”.

Un encuentro marcado por la cercanía

Durante una reunión íntima con
Durante una reunión íntima con fieles de Lambayeque, el pontífice revivió momentos de su vida pastoral en el norte del Perú y reafirmó su vínculo emocional con la tierra que lo acogió por años. (Composición: Infobae / Diócesis de Chosica)

El sacerdote Guillermo Inca Pereda, secretario adjunto de la Conferencia Episcopal Peruana, participó también de la reunión y compartió sus impresiones con ACI Prensa. Según él, el ambiente fue “muy, muy cordial, muy cercano, muy fraterno”. El papa se dirigió a los asistentes “con mucha ternura”, añadió.

“Diría yo hasta el punto que nos sentíamos casi en casa, realmente fue maravilloso y los peruanos, ya sabes cómo somos, fueron llevándole muchos regalitos, pero sobre todo mucho cariño, intenso amor al Santo Padre”, relató Inca Pereda.

En medio de la conversación, el papa León XIV compartió una anécdota que, en retrospectiva, tomó un sentido profético. Recordó que en 1998, cuando era formador de los agustinos en Trujillo y regresó a Chicago para asumir una nueva responsabilidad, una religiosa le dijo: “Padre Roberto, nuestro Dios es un Dios de sorpresas y cada día te va a regalar otra”.