Gaza: hipocresía o verdad definen su destino

La guerra entre Israel y Hamás expuso una profunda asimetría comunicacional, con campañas de desinformación que impactaron en la percepción global del conflicto

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Donald Trump le dio un
Donald Trump le dio un ultimátum a Hamas: tiene hasta el domingo para aceptar el plan de tregua y liberación de rehenes en Gaza

El 7 de octubre de 2023, tras décadas de atentados contra la población israelí, la organización terrorista Hamás ejecutó, bajo el nombre “Inundación de Al-Aqsa”, la masacre más brutal cometida contra el pueblo judío desde la Shoá, según describió el presidente demócrata Joe Biden. Ese ataque y su emblemática denominación, buscó activar resortes del yihadismo global, obstaculizar procesos de normalización entre Israel y algunos países árabes y reforzar el apoyo interno palestino. Aún hoy Hamás mantiene decenas de rehenes y exhibe cuerpos de víctimas en videos y fotos que degradan la dignidad humana.

Israel, única democracia consolidada en Medio Oriente, enfrenta una guerra militar impuesta pero además un frente comunicacional asimétrico donde reina la manipulación de imágenes y narrativas. Material audiovisual falso o descontextualizado difundido por Hamás y sus simpatizantes ha inundado el espacio informativo. Agencias de verificación como Reuters, AFP, BBC Verify y el New York Times han desmentido numerosas imágenes viralizadas, muchas procedentes de otros conflictos, pre-armadas o generadas por inteligencia artificial. Este último medio admitió que al menos 25 de las fotos más virales eran falsas, más la engañosa foto publicada en su propia portada, que mostraba a un niño gazatí supuestamente desnutrido, y que en verdad correspondía a un caso de parálisis cerebral, a cuyo lado se ve a su hermano cuya condición es absolutamente diferente.

Hamás ha impuesto un relato visual para legitimarse internacionalmente, transformando el sufrimiento civil en arma propagandística para estigmatizar a Israel, mientras instala arsenales en hospitales, escuelas y túneles bajo áreas residenciales, usando a la población como escudo humano. Las víctimas civiles, inevitables en todo conflicto, son deliberadamente maximizadas por Hamás para diluir su propia responsabilidad y desplazar la acusación hacia Israel.

A este entramado se suma la dimensión educativa. Informes del Parlamento Europeo (PE 2023/2171 INI) y de organizaciones como UN Watch e IMPACT-se documentan que el sistema educativo oficial palestino incumple sistemáticamente estándares de la UNESCO sobre educación para la paz. Manuales distribuidos por la UNRWA niegan la existencia del Estado de Israel y la Shoá, exaltan el terrorismo y presentan como héroes a quienes asesinan judíos. Esta pedagogía del mal con ideales genocidas, se complementa con políticas estatales que otorgan pensiones vitalicias a las familias de terroristas suicidas.

La gran mayoría de líderes de todo tipo y ámbito más sectores de la comunidad internacional que desgarran sus vestiduras atribulados por Gaza, han callado durante décadas sobre esta raíz cultural del conflicto. Una omisión que equivale a complicidad. Y su selectividad moral es más notable frente a la escasa reacción internacional ante limpiezas étnicas contemporáneas que masacran millones de personas en países africanos, Afganistán, Siria e Irak, y específicamente en Benue y Darfur donde hombres y niños son asesinados, y mujeres y niñas violadas sistemáticamente. Tal vez aplican el mismo criterio de silencio e indiferencia que usan frente a la persecución y destrucción permanente de comunidades cristianas en países como Corea del Norte, Somalia, Yemen, Nigeria, Sudán, Myanmar, Siria, Nigeria y Congo. Porque es nula su reacción ante los 4476 cristianos asesinados por su fe en Nigeria durante los últimos doce meses, según World Watch List 2025 de Open Doors; y los más de 7000 cristianos secuestrados y asesinados en contexto de violencia interétnica y religiosa combinada en lo que va del 2025, según Intersociety ONG, incluyendo estados como Congo, Burkina Faso, Malí, Camerún y Sudán del Sur. Siempre buscando eliminar la presencia cristiana a manos de grupos yihadistas o salafistas como Estado Islámico, Boko Haram, Al Shabab, ISWAP, Al Qaeda o JNIM.

Aquellos mismos líderes y sectores selectivamente afligidos son quienes exigen a Israel “proporcionalidad” pero no exigen a Hamás la liberación incondicional de rehenes, el cese del adoctrinamiento para odiar y asesinar judíos, ni el abandono de la utilización de civiles como escudos humanos. Jamás plantearon seriamente la eliminación de esta organización terrorista como requisito indispensable para la paz. Esta selectividad sanciona a Israel por defenderse y exime a Hamás por promover una cultura terrorista y genocida, pretendiendo pacificación, pero resultando en complicidad con la narrativa y metodología terrorista.

Este mismo criterio selectivo se observa también en la asistencia humanitaria, conminando a Israel para alimentar a la población gazatí, pero callando ante la malversación sistemática de los billones de dólares recibidos por Hamás destinados a infraestructura y en favor del bienestar de la población palestina, pero utilizados para la construcción de túneles y compra de arsenales. Hamás se apodera de suministros atacando a la propia población palestina que pretende acceder a ellos, pero también silencian esas prácticas criminales. Nunca en la historia de la guerra moderna se exigió a un Estado proveer alimentos a la población de un territorio cuyo gobierno lo ataca. Y aun así, Israel intentó, mediante intermediarios como la empresa Fogbow, garantizar la llegada de suministros, esfuerzos que también han sido tergiversados mediáticamente.

Como advierte Yoram Hazony, una guerra que exige a un bando no responder y asumir la carga de alimentar a su enemigo, no es una guerra justa sino una “trampa moral”.

Es tiempo de exigir responsabilidad y valentía en la comunidad internacional, porque la justicia no se funda en manipulaciones ni la paz nace de la impunidad. Defender los derechos humanos requiere coraje y consistencia ética. No puede pedirse proporcionalidad militar a Israel mientras se omite toda acción contra la existencia una organización terrorista como Hamás, mientras se mantiene su cultura genocida y pedagogía de odio contra el Estado de Israel y los judíos, quienes son presentados en su carta fundacional de 1988, respectivamente como una entidad ilegítima que debe ser destruida, y los judíos como enemigos del islam, debiendo matarlos como parte de la yihad o guerra santa. No se puede exigir a Israel protección a la población civil sin condenar su adoctrinamiento en el terrorismo ni su uso por parte de Hamás como escudos humanos.

La Casa Blanca esta semana presentó un plan que incluye el cese de hostilidades, liberación inmediata de todos los rehenes vivos y muertos, desmilitarización y desradicalización yihadista de Gaza, ayuda humanitaria plena e inmediata distribuida por agencias internacionales no ligadas al conflicto, establecer un gobierno transicional técnico sin Hamás, retirada israelí gradual, incentivos económicos y reconstrucción de Gaza con reformas institucionales que cambien la narrativa de odio y el ciclo de violencia para acordar un horizonte político de coexistencia pacífica y próspera. Cumpliendo con este programa de reformas, habría espacio para un sendero creíble hacia la autodeterminación y eventual estado palestino.

El gobierno israelí ya aceptó dicha propuesta, la cual también cuenta con el respaldo de Egipto, Jordania, Arabia Saudita, Qatar, Emiratos, Turquía, Indonesia y Pakistán, pero la concreción depende de Hamás. Si Hamás no acepta, no responde o desvirtúa los compromisos, el presidente Trump convocó expresamente a estos países árabes o musulmanes para que se hagan cargo de Hamás o Israel por legítimo derecho finalizará con dicha amenaza terrorista.

Así, no con hipocresías ni con mentiras, sino con la firmeza de la verdad y la responsabilidad, será posible terminar con el conflicto protegiendo a israelíes y palestinos, construyendo un horizonte de paz sostenible. El presidente salvadoreño Bukele, de origen palestino, dijo oportunamente que lo mejor para el pueblo palestino es la desaparición de Hamás porque es una organización criminal; hoy Trump ofrece una nueva posibilidad, pero esta vez y como él dijo, es por las buenas o por las malas.