
En tiempos donde hablamos de bienestar, propósito y cultura organizacional, seguimos sin hacernos cargo de una verdad incómoda: la principal razón por la que las personas se van de las organizaciones tiene nombre y apellido. Y no está en los valores de la empresa, ni en su misión. Está en la gestión directa.
Hace años que escuchamos la frase “las personas no renuncian a las empresas, renuncian a sus jefes”. Pero seguimos actuando como si fuera una frase hecha. Pocas compañías lo traducen en políticas concretas. Y menos aún lo miden.
¿Qué pasaría si empezáramos a calcular cuánto talento, tiempo y dinero estamos perdiendo por no tener líderes a la altura del momento humano que vivimos?
Tenemos que dejar de romantizar el liderazgo como si fuera un talento natural
Los reportes de rotación suelen hablar de porcentajes, pero no de causas profundas. ¿Quién se fue porque no se sintió visto, escuchado o valorado? ¿Cuánto nos cuesta perder a una persona valiosa por una mala gestión? El costo económico puede medirse. El emocional, no. Y sin embargo, es ese costo intangible el que más contamina el clima laboral y la productividad.
Después de 20 años en el mundo corporativo y 10 como emprendedor, puedo decirte que el problema no es tener líderes exigentes. El problema es tener líderes desconectados. Que lideran desde el ego, el miedo o el control. Y no desde la empatía, la escucha o el ejemplo. No necesitamos más jefes que “logren resultados” a cualquier costo. Necesitamos líderes que logren que las personas quieran quedarse.
Ahora bien, también es cierto que hay líderes que están solos. Desbordados. Que nadie preparó. Que tienen la presión de los resultados, pero sin herramientas humanas. Si no los formamos, si no los acompañamos, lo que empieza con una renuncia individual termina siendo una crisis cultural.
Los reportes de rotación suelen hablar de porcentajes, pero no de causas profundas
Por eso digo: tenemos que dejar de romantizar el liderazgo como si fuera un talento natural. Es una habilidad que se aprende, que se entrena, que se mejora. Y como toda habilidad, requiere compromiso.
Yo, como muchos, también estoy aprendiendo todos los días a ser mejor en este arte. Porque me preocupo. Porque me ocupo. Porque me importa. Porque si no está dentro de tus prioridades, no va a pasar. Y vas a quedar afuera. Fuera de tu gente. Fuera de tu propósito. Fuera del futuro.
Las empresas que lideren el futuro no serán las que tengan más beneficios o más likes en sus posteos. Serán las que formen líderes reales, humanos, capaces de vincularse desde el respeto y la empatía.
Porque el verdadero talento no se va por una oferta mejor. Se va cuando deja de sentirse visto.
El autor es experto en RRHH y CEO de Nawaiam
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