
Quisiera compartir con ustedes lo vivido ayer en la Plaza de San Pedro. Por la mañana, junto a algunos jóvenes argentinos que están participando del jubileo como voluntarios, ingresamos a la Basílica de San Pedro.
Después de rezar un rato allí, cuando estábamos saliendo, escuchamos gritos desde la plaza. Apuramos el paso y llegamos a ver la primera fumata de la mañana que, como saben, fue de humo negro.
Yo tenía un convencimiento muy profundo de que -como me había ocurrido cuando estuve para la elección de Benedicto XVI- por la tarde tendríamos nuevo Papa.
El día anterior, desde la sala de prensa habían comunicado que la primera fumata sería a las 19:30. Se postergó hasta las 21. Me llamó la atención que la fumata del mediodía fuese tan puntual: a las 12.
La plaza estuvo todo el día colmada de peregrinos, ya que en este año jubilar los grupos que se acercan a Roma procedentes de diferentes lugares son innumerables.

Por la tarde, me acerqué al Vaticano a eso de las seis. Se notaba un clima electrizante, a la gente expectante y con mucha alegría. Me quedé charlando en la plaza con amigos y conocidos que fui encontrando, y tuve intervenciones para algunos canales de televisión. Todos tenían muchos problemas de señal, solamente podían transmitir los que tenían antenas satelitales.
Mucho antes de lo previsto, los que estaban más atentos, empezaron a gritar “fumo bianco” y las miradas del mundo entero se enfocaron en esa chimenea. Para que no quedasen dudas, empezaron a sonar las campanas de San Pedro; la última vez que había escuchado el Campanario grande había sido con el teñido grave en el funeral del Papa Francisco.
Ahora todas las campanas sonaban a vuelo y las siguieron inmediatamente todas las campanas de Roma y, en pocos minutos, las de todas las iglesias del mundo. Una alegría contagiosa. “¡Tenemos un nuevo Papa!“, gritaban y se abrazaban.
Creo que la iglesia ha sido una maestra en generar suspenso…ahora había que esperar a que se develara el misterio…¿Quién será? El tiempo de espera se llenó de conjeturas. Ahora estábamos pendientes del ventanal del balcón.
(Al interno de la Sixtina, el Cardenal elegido, después de la votación, tiene que aceptar y decir cuál será su nuevo nombre. A continuación, después de un aplauso cerrado de los Cardenales, pasa a una pequeña capilla, llamada “de las lágrimas”, donde tiene un momento de oración personal para caer en la cuenta y agradecer este gran don de Dios que este nuevo Pastor ha recibido. Pasa otra vez a la Sixtina, ya con la sotana blanca, y recibe de a uno el saludo de los Cardenales).

Mientras tanto, en la plaza se advirtió movimiento en los cortinados del balcón Papal. A continuación, el anuncio… Cuando escuchamos el nombre, todo fue desconcierto. “¿Quién es? ¿Escuchaste bien?“.
Una periodista italiana, que había bajado al teléfono el currículum de todos los cardenales, ya lo tenía: ¡Es Robert Prevost, un norteamericano! Vaya sorpresa, se caían como castillo de naipes todos los “papables”. Entraron Papas…salieron cardenales, reza el refrán Romano. Nadie lo tenía en el radar. Otra vez, el Espíritu Santo sorprendiendo.
De a poco fuimos conociendo su biografía: Es Agustino, estudió una licenciatura en Derecho Canónico en la Universidad de Los Dominicos. Luego se Doctoró. Misionó en Perú, en una Diócesis muy pobre y tiene también nacionalidad peruana. No es un latinoamericano que se fue a USA a hacer la América. Es un yankee que optó por hacerse latinoamericano, después de ser misionero y obispo en Perú. ¡Por eso saludó en español!
¿Continuará el legado de Francisco? Sin dudas que sí. Fue él quien lo convocó a Roma para presidir el importantísimo Dicasterio para los Obispos y la Comisión para América Latina, donde puso también a una mujer argentina, la brillante teóloga Emilce Cuda.

Elegido en el día de nuestra Patrona, la Virgen de Luján, no tengo dudas de que Francisco hizo lo suyo desde el cielo. Norteamericano por nacimiento, misionero y obispo en América Latina (estuvo en el 2013 en Buenos Aires para la ordenación de otro Agustino: Monseñor Alberto Bochatey), ciudadano peruano por opción, conocedor de los obispos y de la Curia Vaticana. Tres en uno podríamos decir.
Y ahora, ya en el avión regresando a casa con el corazón agradecido por haber estado presente en este momento de la historia. Despedir a Francisco y recibir al nuevo Pastor de la Iglesia, al 267 sucesor de San Pedro.
¡Bienvenido León XVI! Ojalá visites pronto la Argentina.
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