
Entre mediados de 2019 y hoy, el empleo creció 8,6%, a un promedio de 2,1% al año. Sin embargo, cuando se escarba algo más, se encuentra que el empleo asalariado registrado creció sólo 4,9% entre puntas -de los cuales, un tercio corresponde a puestos en el sector público-, el trabajo asalariado informal, 13,9%, y el empleo por cuenta propia, 12,1%; la mayoría registrado en la categoría de monotributo.
Este aumento del empleo llevó a una caída en la tasa de desocupación del 10,6% a 6,9% entre las PASO 2019-2023. Si bien estas son buenas noticias entre uno y otro período de votación, fueron los ingresos de la población los que no acompañaron ese desempeño.
Al concentrarse en los ingresos derivados del trabajo, o sea salarios y jubilaciones -aunque algunos beneficiarios de haberes previsionales no han trabajado nunca-, se encuentra que, en lo que se refiere a los salarios, en todos los casos -y con distintas mediciones- ha habido caída.
El salario mínimo -que, además, es referente para los ajustes de muchos ingresos, en especial los que provienen de planes sociales- se contrajo un 8% en términos reales entre el segundo trimestre de 2019 y el de este año.
El poder de compra de los salarios formales, según la medición de Indec, es hoy 1,6% menor, mientras que, según el del Ripte, acumula una caída del 8%. La diferencia entre ambos se explicaría porque este último, en realidad, mide el ingreso promedio de los asalariados, con lo cual se ve afectado por la composición del empleo asalariado; por ejemplo, más empleo no calificado tira abajo el promedio y viceversa.
Más dramática es la situación de los asalariados informales. Para este grupo, el salario real se redujo 23,6% en el período bajo análisis, mientras que, para los trabajadores del sector público, la contracción del salario real alcanzó al 5,3% promedio del período.

En el caso de los ingresos jubilatorios, si bien la ley de movilidad previsional establece que todos los haberes se ajustan de igual forma, el Gobierno ha introducido pagos discrecionales en la forma de bonos para quienes tienen ingresos por debajo de dos haberes mínimos. De este modo, si bien las jubilaciones cayeron 16% real entre PASO y PASO, para quienes sus beneficios no superan la mínima, los ingresos subieron 2 por ciento.
Si se analiza lo que sucedió con el total de ingresos, se encuentra que, salvo para el primer decil de la distribución (los más pobres), el poder de compra del ingreso per cápita familiar del resto de la población se contrajo.
En el caso del primer decil, la ampliación de planes sociales, los bonos y ajustes diferenciales llevaron a que el poder de compra creciera 11%, mientras que la caída fue del 2,1% para el segundo decil, del 8% para el tercero y de entre 11% y 13,5% para el resto.

A pesar de que hay más gente con trabajo, la caída en los ingresos llevó a un aumento en los niveles de pobreza. Esa estadística para el corriente año todavía no está disponible, pero entre el primer semestre de 2019 y 2022 pasó de 35,4% a 39,2% de la población. Y, dada la evolución de los ingresos relatada aquí, es de esperar un deterioro de este índice en las próximas mediciones.
La evolución de precios y salarios dio lugar, además de a la caída en los salarios reales, a un menor costo laboral en términos reales (-14,2%), lo que ayudó a sostener el crecimiento del empleo.

Hay una dimensión del mercado de trabajo que, sin embargo, se ha mantenido inalterada. En efecto, el análisis de las regulaciones laborales pone de relieve que, no solo no se modificaron entre 2019 y 2023, sino tampoco en el período anterior, ni en el anterior. Una discusión que debería darse y se ha evadido PASO a PASO.
Esta columna es un anticipo de la publicada en Revista Indicadores de Coyuntura FIEL 655, agosto 2023
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