
Sergio Tiempo pertenece a una dinastía de pianistas y pedagogos. Comenzó sus estudios con su madre, Lyl Tiempo (hija de Antonio de Raco) y madre de Karin Letchner. Recibió también la guía de Martha Argerich y Nelson Freire. Es uno de los pianistas más destacados de su generación. Entre otros premios, este mes de julio el Ministerio de Cultura de Ciudad de Buenos Aires, le otorgó una distinción porque con sus obras representa la excelencia de la música argentina en todo el mundo.
Su presentación en el escenario del Teatro Colón, lugar al que es convocado con regularidad, fue como solista el pasado 21 de julio como parte del Festival Argerich con obras de Chopin. Sergio Tiempo volvió a demostrar la destreza y cualidades que lo colocan en el hall de los pianistas de elite.
El concierto comenzó con la Sonata N°2 en Si bemol menor, Op. 35. En el III movimiento la Marche fúnebre (lento), el pianissimo fue una demostración académica. Casi imperceptible, pero perfectamente audible, con perfecto dominio en la articulación de los dedos y dramatismo en la expresión; el ritmo marcado y lento generaba la visión del féretro y la congoja que rodea la circunstancia.
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En el IV movimiento (Finale. Presto), con igual virtuosismo y velocidad, logró simbolizar el viento azotando el fin de la existencia, la soledad del difunto.
Continuó con los siguientes números del autor: el Preludio en Re bemol mayor, Op.28 N 15, La gota de luvia; el Preludio en Fa sostenido menor, Op.28 N°4; el Nocturno N°4 en Fa mayor Op. 15 N°1 y La Balada N°4 en D menor, Op.52.
El artista adelantó que los interpretaría sin solución de continuidad. La propuesta fue muy interesante porque se evitaron interrupciones y tratándose de idéntico autor, obras de análoga duración y formato algunas, existió un hilo conductor. Para decirlo en pocas palabras, fue otra demostración de virtuosismo, precisión y expresividad.
Por fin, brindó la Sonata para piano N°3 en Si menor, Op. 58 del mismo compositor. Lucida interpretación en sus cuatro movimientos; las manos deslizándose en forma veloz y natural, marcando las octavas que manda la partitura con energía.
Tomando en préstamo las palabras de Graciela Reca, encumbrada pianista y maestra, “Sergio hizo una recreación de Chopin”. En síntesis, un tributo a Chopin en las mejores manos.
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