
Definir qué es un gran liderazgo es una tarea que enfrenta el peligro de entregar un resultado extremadamente abstracto o caer en un mar de subjetividades que finalmente no le sirvan a nadie.
Sin embargo, parece más simple coincidir en que más de 70 años ininterrumpidos de gobierno, en un contexto democrático, manteniendo a la organización dentro de la mesa chica de los principales jugadores del mundo, aun habiendo tenido que enfrentar grandes conflictos como guerras, recesiones y escisiones de varios países, y llegar al final con lucidez y alejarse de todo por muerte natural, será, sin dudas, algo difícil de igualar. Isabel II ha dejado “zapatos muy grandes por llenar”.
Podríamos entrar en el juego maniqueo de la pregunta sobre si las personas nacen siendo líderes o pueden construirse como tales a lo largo de su vida. Sin embargo, esto en este momento no le resolverá a Carlos III su agenda de trabajo y el tiempo apremia, dado que los potenciales éxitos o fracasos que obtenga en los próximos días sentarán la dirección, la velocidad y el sentido de su modelo de liderazgo.
Así pues, centrémonos en las claves básicas para atravesar un proceso de sucesión de liderazgo. El primer hito, por así decirlo, es siempre honrar el pasado, dado que es importante entender que la sucesión de un ciclo de liderazgo no implica anular los éxitos pasados sino darle continuidad a los mismos. Esto ayuda a construir en una etapa temprana y con muy poco esfuerzo un marco de credibilidad y autoridad frente a todos los públicos que están atentos a cada primer movimiento.
Pero tan importante como honrar el pasado es mostrar claridad sobre el futuro y la visión de él con la que se habrá de trabajar. Tener capacidad de crear y transmitir una imagen dinámica de a dónde conducirá y guiará este líder a la organización contribuye a disminuir la incertidumbre y genera engagement para luego compartir las primeras medidas de gestión con el crédito necesario para esperar los resultados.
Tanto en uno como en el otro de estos puntos, resulta fundamental la cuestión simbólica que marca el cómo se cuentan estas cosas y crean una primera impresión que luego es más difícil de borrar u olvidar. Pequeños gestos pueden ser un gran sostén o bien pueden comenzar a dar dolores de cabeza. Sin caer en el pormenor de las acciones de Carlos III en sus primeros actos de gobierno, un caso testigo de esto fue hace unos años la asunción del Sumo Pontífice de la Iglesia Católica, Francisco I, que a través de gestos como el de sus zapatos y algunas medidas como las de romper con algunos protocolos vinculados con la idea de ostentación del poder económico de la Iglesia, instaló un estilo de liderazgo disruptivo.
Estos tres ítems también son claves para la construcción de algo esencial en todo liderazgo, que son las alianzas que sostendrán y potenciarán cada una de las medidas que el nuevo gobernante necesite implementar para poder ajustar aquellos puntos de la gestión previa que puedan ser vistos como errores u oportunidades de mejora.
En cualquier caso, construir un buen storytelling y storydoing será la pieza final que ayude a consolidar todos los puntos anteriores, para materializar de la mejor manera aquella visión declarada y los puntos de conexión y renovación con quien estuvo antes. Porque, en definitiva, cada momento histórico de un estado u organización cuenta una historia y esta puede ser una secuencia de accidentes o una épica bien narrada y demostrada.
El desafío de resolver la sucesión de un liderazgo tan singular está en comprender, entonces, que no se trata de un proceso “natural” sino que es la consecuencia de la articulación de un plan bien pensado, que requiere una cuota muy importante de humildad, trabajo en equipo y creación de confianza, algo que no se logra de la noche a la mañana, pero que puede perderse con solo mover la mano.
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