
La pandemia ha provocado cambios bruscos en muy poco tiempo. Empresas grandes, chicas, medianas, pymes, emprendimientos, todas debieron atravesar esta situación inédita con las herramientas que tenían y conocían hasta el momento. Por eso, ante una situación tan atípica como esta, no importa tanto el tamaño de nuestro negocio, sino qué hacemos como líderes para superar los cambios que se nos presentan. El antiguo adagio “la peor gestión es la que no se hace” queda evidenciado en aquellas personas que se congelan ante la crisis y no actúan a tiempo.
Definitivamente, llegó el momento para que aparezca un nuevo liderazgo. Pero ante un escenario de tanta incertidumbre la gran pregunta es cómo. El punto de partida debe ser el nuevo estilo de liderazgo que esta “nueva normalidad” requiere. Desarrollar equipos que puedan sobrevolar la tormenta y no se queden atrapados dentro de ella.
Es por eso que antes de pensar en la tormenta del afuera y en los escenarios que se vienen, es fundamental mirar primero puertas adentro. Escuchar al equipo propio, ‘revivirlo’ si es necesario. No se podrá potenciar lo suficiente si antes no se gestiona el cambio de manera asertiva mediante un liderazgo innovador, inclusivo, de puertas abiertas, y sobre todo, con una profunda consideración por las personas.
Necesitamos equipos emocionalmente fuertes para poder enfrentarla. Por eso, es importante conversar con todos los integrantes, exponer los obstáculos a vencer y desarrollar una alianza cuyo objetivo central sea sanar las heridas que ha generado la pandemia. No se trata solo de pensar en las caídas en las ventas, sino también de entender los daños que generó en los equipos: en la organización del trabajo, en el vínculo entre los integrantes, en cómo afecta la relación entre líder y su equipo, en la distribución del tiempo con el que disponen.
Pero también en cómo impactó en cada uno de los individuos: en sus proyectos personales, en su vida cotidiana, en su tiempo disponible, en las tareas domésticas, en si tienen niños, en los miedos que puedan tener.
Estoy convencido que debemos lograr que todo el equipo recupere el “alma” y se entusiasme nuevamente. Eso es vital para vencer. Para lograrlo, es necesario que cada integrante encuentre un espacio psicológico donde pueda expresar qué planes tiene para afrontar esas heridas y que pueda analizar todas las estrategias.
Por lo tanto, como líder de equipo, el punto de partida es exponer claramente el problema, escuchar a todos con atención, comprender sus dolores y ofrecer su ayuda. Ser flexible, duro con el problema y muy suave con las personas. Acompañarlos y que sientan que tienen un hombro donde apoyarse. De manera colectiva o de manera individual, depende de lo que el líder entienda que sea más acertado para cada grupo.
Estamos ante la oportunidad única de construir una nueva relación entre líder y su equipo. El cambio comienza allí y por eso, para ganar, es indispensable conformar un grupo fuerte, motivado, que se sienta parte y actúe en consecuencia.
Al fin y al cabo, se trata de hacerlos parte del juego para ganar el juego.
El autor es entrenador de negocios y coach certificado por el John Maxwell Team, EEUU
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