
“Argentina tiene una gran oportunidad en la industria alimenticia. Tenemos materias primas, recursos humanos y creatividad”, asegura Flavio. En esta entrevista, analiza los desafíos logísticos de un sector globalizado, desde la importación de insumos hasta la necesidad de innovación, sustentabilidad e infraestructura para potenciar la competitividad.
¿Qué desafíos logísticos particulares enfrentás trabajando con insumos vinculados a la industria alimenticia?
Fundamentalmente hay mucho de la industria alimenticia que está globalizada. Cada país o región tiene su especialización y, en empresas con recetas complejas e ingredientes variados, armar un producto implica un nivel de globalización enorme. Detrás de eso aparecen riesgos: cualquier delay en la logística internacional, una guerra que parece lejana o un canal bloqueado terminan impactando en tiempos, precios y servicio.
Argentina es un país de mucha materia prima y commodity, pero hay rubros donde no somos competitivos o donde la industria local no está preparada. Ahí recurrimos a mercados como el sudeste asiático para grasas vegetales, Europa y África para cacaos, o Estados Unidos y Europa occidental en temas de tecnología alimenticia.
Ser competitivo no siempre implica ser ágil, pero sí asegurar calidad y costos adecuados, y eso obliga a no dejar esos mercados de lado.
¿La estacionalidad influye en la planificación y la demanda?
Sí, sobre todo en lo vinculado a cultivos y cosechas. La parte de frutas es muy estacional en el abastecimiento. En Argentina, el consumidor convivió con inflación por tantos años que convalidó precios altos casi sin cuestionarlos, a diferencia de otros mercados donde la gente consume solo lo estacional. Recién ahora el consumidor local empezó a estar más atento y mira esos detalles. Eso nos obliga a aprovechar ventanas de oportunidad: cuando una materia prima está más barata, podemos aumentar volúmenes de venta.
¿Qué habilidades considerás esenciales para liderar un área tan operativa y estratégica como supply chain?
Muchísima capacidad de planificación y anticipación. En esta industria tan atomizada no podés darte el lujo de fallar. El bajo margen obliga a no sobrar en ningún recurso: ni industrial, ni logístico, ni de materia prima o energía. La resiliencia es clave para atravesar variables que no controlamos. Si no planificás a mediano y largo plazo, el día a día te pasa por arriba.
¿Qué desafíos encontrás hoy en la Argentina al planificar hacia adelante?
La economía argentina está muy heterogénea. Hay industrias que crecen, otras que caen y algunas que no notan diferencias. En el rubro alimenticio se ven oportunidades, sobre todo en innovación. Antes un proyecto podía llevar seis o nueve meses; hoy el cliente quiere cambios casi inmediatos, lo cual choca con lo extensa que es la cadena de abastecimiento. Nos obliga a repensar cómo acompañar esa agilidad sin descuidar la planificación.
¿Cómo impactan en tu trabajo las nuevas demandas de consumidores más atentos a la sustentabilidad y al desperdicio?
Son variables que hoy miramos todo el tiempo. Antes solo se veían costos y nivel de servicio; ahora también monitoreamos emisiones de carbono y desperdicio de alimentos. El consumidor está mucho más sofisticado y exige inclusión, responsabilidad social y sustentabilidad. Eso nos obliga a cambiar recetas, proveedores y fuentes de abastecimiento.

¿Qué rol cumple la innovación en la logística de la industria alimenticia?
Un rol central. El consumidor pide cada vez más opciones: productos sin azúcar, sin TACC, alternativas más saludables. Eso obliga a la logística a ser creativa y buscar opciones menos contaminantes y más óptimas. Son nichos que antes no tenían tanta atención y hoy son verdaderas oportunidades de negocio.
Se repiensan procesos, proyectos y hasta organigramas. Las áreas de innovación y desarrollo crecieron muchísimo dentro de la industria. Además, la visión de triple impacto —carbono neutralidad y cero desperdicio— ya es un estándar. El consumidor mira más allá del sabor, y eso obliga a destinar áreas específicas para gestionar esos temas.
¿Cuál es el desafío de ser eficiente en un rubro tan regulado y observado?
Es un gran desafío. En la industria alimenticia el costo logístico puede oscilar entre un 5% y un 30% del total. En algunos casos va a la par del costo industrial. Si no sos eficiente, quedás afuera. Y en un escenario de portafolios más amplios, más materias primas y más servicios, la exigencia es doble. Tenés que ser ingenioso para equilibrar costo, servicio e innovación.
¿Qué creés que se podría mejorar para que tu trabajo sea más fácil?
Internamente, la coordinación entre áreas es clave. Es muy difícil que una empresa sea exitosa si trabaja en silos. Externamente, Argentina necesita mejorar en infraestructura y marco jurídico. Nos cuesta el comercio exterior por regulaciones e impuestos, y la distribución interna también tiene mucho por mejorar. Hay oportunidades en el transporte en bitren, en la red ferroviaria y en la infraestructura portuaria. Todo eso haría al país más competitivo.
¿Te gustaría dejar algún mensaje final?
Creo que Argentina tiene una gran oportunidad en la industria alimenticia. Tenemos materias primas, recursos humanos y creatividad. Si logramos relajar restricciones jurídicas, impositivas e infraestructura, hay un enorme potencial para crecer en un rubro que además emplea mucha mano de obra.
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