La logística como puente entre inclusión, negocios y calidad de vida

Andrea Grobocopatel, empresaria, economista y emprendedora social, comparte aprendizajes de su experiencia exportadora, destaca historias de mujeres en logística y explica la relevancia de la formación financiera

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Andrea Grobocopatel es empresaria, economista
Andrea Grobocopatel es empresaria, economista y emprendedora social (Foto: Movant Connection)

“La logística es mucho más que transporte: es calidad de vida y también competitividad para los negocios”, afirma Andrea. En este diálogo, repasa su paso por la agroindustria, sus proyectos de exportación y su apuesta por un liderazgo con impacto social, donde la inclusión y la educación financiera aparecen como motores de cambio.

¿Cómo fue tu recorrido desde el liderazgo agroindustrial hasta tu rol actual como promotora de un liderazgo más inclusivo y con mayor impacto social?

Bien, yo no me daba cuenta que era líder en alguna medida. Vengo de una cultura y una educación muy patriarcal, donde incluso pensaba que no lideraba de buena manera, porque no tenía ejemplos femeninos y los masculinos no me representaban. Me costó entender que yo podía liderar, pero quería hacerlo. Y quería también presidir compañías, construir mi propio lugar, mi propia marca.

En 2016 vendí las acciones de la empresa familiar que había creado junto a mi padre y mis hermanos, justamente para reinventarme y pensar qué quería ser los próximos 50 años de mi vida.

Ahí armé una fundación propia, como una plataforma que multiplicara ese deseo: que muchas personas, en especial mujeres, se sientan motores de cambio de la sociedad y lideren desde el lugar en que estén. Necesitamos muchas personas cultivando cambios positivos en su entorno para que eso se traduzca en transformaciones más amplias en el país y en el mundo.

¿Qué es lo primero que se te viene a la cabeza si hablamos de logística y comercio exterior?

El comercio exterior es clave para cualquier país, aunque no es un tema en el que me considere especialista. Pero sí puedo hablar de logística, porque me atraviesa desde hace muchos años. Vivir en una ciudad a 300 kilómetros de Buenos Aires me obliga a organizar permanentemente traslados, tiempos, distancias.

En lo personal, también lo vivo con mi hija, que está en silla de ruedas. Para ella la logística es un tema fundamental, desde trasladarse hasta acceder a espacios. Y si lo llevo al campo, la logística de los camiones de granos o de carne es determinante. Hoy, con inundaciones, sacar la hacienda o los granos es un desafío enorme.

Y lo peor es cuando además tenés gente viviendo en medio de ese contexto rural. Ahí te das cuenta de que necesitamos mejorar los caminos rurales y las rutas, porque la logística es mucho más que transporte: es calidad de vida y también competitividad para los negocios.

Y te digo algo más: cuando miro números en un directorio agropecuario, el costo de insumos y el de logística son casi equivalentes. Ahí entendés que mejorar la eficiencia logística es clave para reducir costos en toda Latinoamérica.

¿Qué rol jugó el comercio exterior en el desarrollo de las empresas agroindustriales en las que participaste?

En un momento decidí aprender haciendo. Me dijeron que el país necesitaba más exportaciones y pensé: “bueno, ¿qué puedo exportar yo?”. Ya era productora agropecuaria, los granos son commodities y se manejan a través de grandes operadores. Entonces pensé en la carne, y con otras seis mujeres armamos una sociedad para exportarla.

La pandemia frenó ese proyecto, pero mi intención era aprender lo que implica exportar, para después ayudar a otras organizaciones. Esa experiencia me enseñó muchísimo, aunque no haya prosperado como esperábamos.

También pienso en el trabajo de mi fundación: en algún punto nosotros “exportamos” programas de formación. Llegamos a mujeres de toda Latinoamérica y de España. Queremos construir una red iberoamericana que muestre al mundo lo que sí podemos hacer. Así que, de un modo u otro, siempre termino vinculando mis proyectos con el comercio exterior.

¿Qué posibilidades ves para las mujeres en el sector logístico?

Conozco a mujeres que se animaron a manejar camiones, algo que aún no es común en el sector rural. Recuerdo en una cosecha haber visto a una mujer al volante. Me contó que, tras la muerte de su padre, ella y su madre se hicieron cargo del camión familiar. Historias así muestran que el cambio es posible, pero todavía son la excepción.

¿Y qué deudas persisten en materia de inclusión en industrias dominadas por hombres?

Muchas. Constantemente veo ejemplos inspiradores: empresas de transporte lideradas por hermanas, o proyectos de mujeres del interior que promueven capacitaciones para que otras se animen a manejar. Existen movimientos potentes que buscan cambiar esta realidad, pero la base está en la educación que recibimos. No debería ser una limitante ser mujer para acceder a estos espacios.

¿Qué te impulsó a trabajar en inclusión financiera y empoderamiento de mujeres emprendedoras?

Siento que para tener libertad y poder soñar en grande, una persona necesita educación financiera. Por eso defiendo que se enseñe desde la escuela primaria hasta la universidad, en todas las carreras.

Hoy en día, participo en la generación de programas para formar más mujeres inversoras y para acompañar a emprendedoras que quieran crecer. Me gusta pensar que cada persona puede monetizar sus sueños, alcanzar independencia económica y ganar la libertad de elegir dónde y cómo vivir.

"Conozco a mujeres que se
"Conozco a mujeres que se animaron a manejar camiones, algo que aún no es común en el sector rural", comenta Andrea en relación al rol de la mujer en el mundo logístico (Foto: Shutterstock)

Hablabas de “endeudarse conscientemente”. ¿Qué significa para vos ese concepto?

Endeudarse conscientemente es tomar créditos sabiendo que vas a poder pagarlos, construyendo tu propio historial financiero. Eso te abre puertas para proyectos más grandes en el futuro. Siempre incentivo a preparar los planes y tener un “banco de proyectos” listos, porque cuando aparece la oportunidad, hay que estar preparados.

¿Qué te motiva a seguir construyendo puentes entre lo privado, lo social y lo económico?

Yo tuve privilegios: crecí con amor en mi casa, nunca me faltó comida, pude venir a estudiar a la universidad pública. Eso me permitió construir un patrimonio que hoy me da libertad de elegir.

Y quiero eso para los demás: que logren su independencia económica y su libertad para decidir. Me gusta ayudar y también pedir ayuda. La satisfacción más grande es cuando alguien me cuenta que gracias a un programa de formación se animó a crecer, a pedir un lugar o a encarar un proyecto que antes veía imposible.

¿Alguna reflexión final?

Sí. Quiero invitar a todas las personas a sentirse motores de cambio desde el lugar en que estén. No sirve quedarse en la queja: lo importante es pensar qué puedo hacer yo. Dialogar, escuchar, no enojarnos con las diferencias.

Decimos siempre “cambiar el metro cuadrado”. Si cada uno cambia el suyo, terminaremos transformando kilómetros cuadrados. Y también invito a participar más en las instituciones que nos rodean: escuelas, hospitales, consorcios. Si fortalecemos esos espacios con liderazgos responsables, construiremos una sociedad más responsable.