
La industria del petróleo y gas es una de las más exigentes del mundo. Más allá de los pozos, las plataformas y la producción, hay un engranaje logístico que permite que todo funcione a tiempo y sin margen de error. En esta entrevista, Mariano comparte su experiencia y detalla cómo se coordinan las importaciones, los permisos y los traslados en un sector donde cada minuto cuenta.
¿Cuál es tu rol vinculado con la dinámica del oil & gas y cómo se desarrolla tu trabajo día a día?
Soy coordinador de logística internacional. Me encargo de todas las importaciones y exportaciones de la empresa, de las cuales el 90% del volumen son importaciones. Hago el seguimiento desde la orden de compra en el país de origen, la coordinación con el hub logístico —principalmente en Estados Unidos, aunque también con Europa—, el movimiento de la carga, la documentación con el despachante de aduana y luego, ya liberada, organizo el transporte local hacia Neuquén, Comodoro Rivadavia o donde se necesite.
Además de la coordinación de cargas, ¿en qué otras tareas estás involucrado?
También gestiono la negociación de tarifas con despachantes y forwarders. Trabajo en conjunto con operaciones, finanzas, proyección de cashflow. Logística internacional es un servicio al cliente interno, así que estamos en contacto con casi todas las áreas para cumplir con la operación, analizando siempre los costos.
¿Qué tipo de productos o insumos suelen importar?
Principalmente herramientas y repuestos para operaciones en pozos. Pero no son productos convencionales solamente: traemos explosivos, productos radioactivos, baterías… Cada uno con distintas intervenciones porque son materiales que requieren permisos previos, certificados y gestión aduanera específica.
¿También estás involucrado en la distribución local de los productos?
Sí. Una vez que la carga llega, se traslada del puerto o aeropuerto a un depósito fiscal, luego al depósito del transportista y finalmente a Neuquén o Comodoro. Desde ahí, el equipo de logística local coordina el envío a los pozos, según la demanda. Hay que tener habilitaciones para los camiones, y muchas veces también se transporta personal.

¿Cómo cambia la logística cuando se trata de una operación offshore?
La logística offshore es mucho más compleja. Todo gira en torno a una plataforma ubicada en el mar, que generalmente no pertenece a la operadora sino que se alquila. Una vez adjudicada la operación, cada empresa de servicios importa sus herramientas, las lleva al depósito fiscal más cercano al puerto y coordina las subidas y bajadas a la plataforma. Todo está supervisado por Aduana bajo un régimen que permite importar sin pagar tributos, pero con la condición de que todo lo que entra debe luego salir del país.
¿Qué sucede si alguna herramienta no puede ser recuperada?
Si se pierde en pozo, no pagás derechos, pero sí el 21% de IVA. Pero si no se declara la salida del país, Aduana sigue cobrando custodia y depósito fiscal. Es un proceso muy controlado, con mucho costo logístico local, y requiere coordinación constante con operaciones.
¿Qué lugar tiene hoy la sustentabilidad en esta industria?
Tiene un rol muy importante. Hay mucha presión social y de los accionistas para que las empresas tomen medidas. Acá en Argentina, por ejemplo, la mayoría de los pozos son no convencionales, requieren fractura hidráulica, que es muy cuestionada por su impacto ambiental. Por eso se busca optimizar todo lo posible. En logística, por ejemplo, tratamos de consolidar cargas no solo por costos, sino por impacto ambiental. Un barco, aunque emite carbono, es la opción más sustentable por kilómetro recorrido y peso. También se usan empaques reciclables, que a largo plazo reducen costos. Muchas empresas están midiendo su KPI ambiental.
¿Qué tendencias o cambios ves hoy en la logística global vinculada al oil & gas?
La pandemia fue un punto de inflexión. Se empezaron a diversificar proveedores, buscar orígenes más cercanos, establecer hubs logísticos. También hay una fuerte digitalización. Nosotros, por ejemplo, usamos un tablero de Power BI que permite ver en tiempo real costos, ubicación de la carga, etc. Un operario en el pozo puede ver desde el celular dónde está su herramienta. Esto te permite tomar decisiones en el momento, consolidar cargas, elegir rutas más eficientes.
¿Y el contexto geopolítico cómo influye?
Muchísimo. La guerra en Ucrania, por ejemplo, generó cancelación de rutas ferroviarias y marítimas. Los ataques en el Mar Rojo también: el Canal de Suez conecta Europa con Asia y muchas navieras ahora rodean África. Eso suma diez días y eleva costos. Aunque estés en Argentina, si traés de China y el puerto está congestionado, te impacta igual.
¿Cómo es la situación en Argentina respecto a las normativas?
Hoy hay un cambio importante. Antes, con el sistema de autorizaciones previas, había muchos frenos. No podías traer mercadería aunque tuvieras la orden de compra. Se complicaba la relación con proveedores y se desalentaba la inversión. Hoy hay mayor previsión: sabés cuándo vas a pagar, se eliminaron certificados como el de bienes usados, el régimen courier aumentó su límite y permite ingresar más carga sin despachante. Todo eso agiliza mucho.
¿Cómo le explicarías a alguien ajeno al sector el impacto de esta industria en lo cotidiano?
Es una industria muy compleja, con muchas etapas, muchas empresas involucradas. Traer algo desde el medio de Estados Unidos a un pozo en Neuquén implica transporte local, aduanas, controles, despachos, certificaciones. Además, trabajamos en un contexto de urgencia constante: se rompe algo en pozo y lo necesitás ya. No hay tiempo de planificación como en otras industrias, como la automotriz. Acá todo es urgente, todo es crítico. Y eso marca la diferencia: muchas veces traés herramientas aéreas, sobredimensionadas, con intervenciones múltiples. Es un mundo muy particular, desafiante y dinámico.
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