
Desde sus inicios en forwarding hasta su rol actual como líder de supply chain, Karina destaca aprendizajes, decisiones clave y desafíos del abastecimiento en industrias sensibles.
¿Cómo influyó en tu desarrollo profesional haber comenzado trabajando en forwarding y luego pasar “al otro lado del mostrador”?
Esa experiencia me sirvió al 100%. Aprender cómo se hacen las cosas desde adentro es clave. Hoy, desde mi lado de la mesa, cuando busco proveedores o socios estratégicos, conocer “la cocina” suma muchísimo. Por un lado, te da empatía: entendés qué le pasa al otro. Y por el otro, no te dejás engatusar tan fácil. Si me dicen “eso no se puede”, yo ya sé qué tan grande es ese “no se puede”. Conocer cómo funciona te permite prepararte distinto, preguntar distinto y contratar distinto.
¿Sentís que, más allá de los cambios tecnológicos, la base sigue siendo la misma?
Totalmente. Cambian frecuencias, cambian rutas, cambian nombres. Pero si vos dependés de un barco, tenés que saber que se puede atrasar. Puede haber congestión en un puerto, una tormenta, un paro en algún país. Y desde el lado de quien contrata, no podés pedirle que apure el barco. No funciona así. Se trata de entender desde otra perspectiva.
En tu actual compañía hubo un cambio de perfil estratégico. ¿Cómo impacta eso en la gestión de supply chain?
Cuando cambian la estrategia y la visión, sobre todo en multinacionales, hay impacto en todo el diseño de la cadena de abastecimiento, en logística y también en tus clientes internos. Muchas veces se dejan de lado los commodities y se buscan nichos. Ahí es clave trabajar con otras áreas, entender las necesidades de fábrica, qué se puede mejorar, si se cambia una vía de transporte. A veces pasás de mover productos grandes a otros más chicos. Entonces te adaptás. La flexibilidad, la escucha y la comunicación entre áreas son fundamentales para que esos cambios funcionen.
En tus redes destacás la importancia de “caminar” la operación. ¿Qué implica para vos?
Ver la operación es clave. Tiene que ver con conocer las distintas etapas e interactuar con otros jugadores. Pero también es anticiparse: no solo mirar indicadores de lo que ya pasó, sino pensar qué puede pasar, qué podés hacer distinto o mejor. Y respecto a los equipos, me parece fundamental que tengan esa visión completa. A mí me gusta la mirada 360: ¿de dónde viene?, ¿por qué llegó hasta acá?, ¿para qué lo necesitan? Eso ayuda a que todos performen mejor. Si sabés por qué algo es urgente, lo resolvés distinto. En salud, por ejemplo, hay vidas en juego. Y con el equipo, me gusta enseñar. Explicar por qué hacemos lo que hacemos, preguntar qué opinan, y construir con confianza.

¿Qué rol cumple supply chain cuando se trata de proveer insumos médicos, donde hay una urgencia adicional?
Ahí te das cuenta del impacto que tiene la logística en la vida de las personas. Tu mamá, tu abuela, cualquiera puede estar esperando algo que necesita. Y vos sos quien hace que eso llegue. Buscás el transporte, te fijás que esté en condiciones, que si hay un problema se resuelva. En salud, eso es crítico. Por suerte, hoy se puede planificar. Pasamos por muchas etapas: del “no se puede” al “podés traer todo”. Hubo momentos en los que no podías importar insumos para una cirugía. Hoy, poder planificar, cumplir y abastecer también es dar trabajo, hacer que las líneas de producción no se frenen. Cumplimos un rol muy importante.
¿La posibilidad de planificar también permite optimizar costos?
Sí, los costos hoy son tema central. Si planificás, podés optimizar. Antes, todo era extra costo. En vez de tener una cadena eficiente, estabas viendo cómo perder menos. Ahora, con una mirada hacia adelante y hacia atrás, evaluás cómo hacerlo mejor, y eso te permite negociar. El costo logístico es altísimo. Muchas veces se habla del margen de los productos sin tener en cuenta lo que cuesta moverlos. Yo manejé una operación hacia Tierra del Fuego y sé lo que implica. Puerto, aeropuerto, depósitos fiscales: todo suma.
¿Qué diferencias encontrás entre la logística internacional de consumo masivo y la de equipamiento médico?
Cada tipo de producto tiene sus particularidades. Si están en contacto con personas, tienen que garantizar seguridad. A lo largo de los años se agregaron muchas intervenciones, con las que estoy totalmente de acuerdo. El tema es dónde está ese punto de control. Durante mucho tiempo, al estar en Aduana, trababa el proceso. Hoy muchas trabas se liberaron. La responsabilidad sigue estando, pero se agiliza. Si vos tenés un certificado y sos responsable, la Aduana no tiene que volver a revisar todo. Eso baja costos y tiempos. Me parece perfecto que los productos estén certificados. Pero que el control no frene la operación.
¿Cómo fue tu experiencia como mujer en el rubro de logística y comercio exterior?
Cuando empecé, hace más de 20 años, era muy distinto. Me pasó de postularme a un trabajo y que dijera “hombres excluyente”. Y me lo decían en la cara. Trabajando en aeropuerto, con camiones, daban por sentado que no sabía. Tuve que formarme con carácter fuerte y demostrarlo todo el tiempo. Incluso liderando centros de distribución, había gente que no quería hablar conmigo por ser mujer. Con el tiempo, muchas de esas personas cambiaban de opinión al ver cómo trabajaba. Hoy eso cambió bastante, pero no del todo. Agradezco que hayamos avanzado. Fue difícil, pero seguimos mejorando.
¿Cuál es tu mirada sobre la formación de los profesionales del sector?
Es un tema que me interesa mucho. Son el semillero. Cuando entrevisto o busco asistentes, veo que muchos estudiantes no saben de logística. La carrera es muy amplia, y estaría bueno especializar más. Como un médico o un ingeniero. ¿Querés desarrollar mercados? ¿Querés trabajar en bancos? ¿En logística? Me parece que habría que revisar la currícula. Preguntar a las empresas qué necesitan. Hacer más prácticas. No solo hace falta formación técnica: también hace falta desarrollar pensamiento crítico, creatividad. Veo que muchos están automatizados. Y el rubro necesita otra mirada.
¿Creés que la formación termina de completarse en la práctica?
Sí, algunos terminan de formarse y otros recién empiezan ahí. Yo empecé a trabajar en segundo o tercer año porque quería formarme antes de recibirme. Eso también te hace desafiar a tus profesores, preguntar más. Me encanta que me pregunten, que quieran saber. Hoy hace falta ese tipo de profesional: curioso, informado, con mirada amplia, flexible. Que entienda qué necesita el cliente y que pueda pensar la cadena completa.
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