Versatilidad entre industrias y oportunidades de crecimiento para el comercio exterior argentino

Patricia Carballo, gerente de comercio exterior en una empresa de la industria alimenticia, explica las particularidades de su sector y las diferencias que experimentó con otras industrias

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Patricia Carballo es gerente de
Patricia Carballo es gerente de comercio exterior en una empresa de la industria alimenticia (Foto: Movant Connection)

“Todo lo que pueda afectar la salud tiene que estar regulado”, afirma Patricia. En la industria alimenticia, los controles y la trazabilidad son factores clave, tanto en la producción como en la comercialización y el traslado. Pero, ¿qué hace a esta industria tan especial? En esta entrevista, Patricia recorre las particularidades del sector y aquellas diferencias que tiene con otras cadenas productivas.

¿Qué diferencias notás entre las industrias en las que trabajaste?

Una de las diferencias más marcadas son las fuentes productivas. En textil, por ejemplo, todo está enfocado en Oriente. En cambio, en la industria alimenticia el foco está en Latinoamérica, principalmente por la disponibilidad de materias primas. Eso ya condiciona desde el inicio toda la cadena.

La rotación también es muy distinta. En textil, cada seis meses renovás al 100% el portfolio. Tenés muchísimas referencias nuevas, y eso no pasa tanto en otras industrias donde hay más continuidad. Además, la cadena logística varía muchísimo. En alimentos o en salud trabajás mucho con carga reefer, con controles de temperatura, con certificaciones específicas. En textil, eso no existe.

Otro punto importante es la clasificación arancelaria. En textil puede variar mucho si el producto entra por una aduana o por otra, y eso genera muchos grises. En cambio, en otras industrias las posiciones están más estandarizadas. También cambia el volumen: la cantidad y frecuencia con la que se importa o exporta algo en una industria no tiene nada que ver con la otra.

¿Qué pasa con el movimiento de stock entre países dentro de una misma región? ¿Es algo común?

En la industria alimenticia eso se da muy poco. Está todo mucho más planificado y atado a temas como vencimientos, códigos de producto, regulaciones de etiquetado. En cambio, en textil sí lo viví: si un producto no funcionaba en un país, podías reposicionarlo en otro, incluso fuera de temporada. Eso te daba margen para reubicar stock y evitar pérdidas.

¿Cuáles son los aspectos más exigentes a la hora de importar o exportar productos alimenticios?

La industria alimenticia está muy regulada. Trabajás con organismos como el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA), el Instituto Nacional de Alimentos (INAL) y la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT), tanto para productos locales como importados. Tenés que presentar certificados, registros, documentación que avale la calidad y cumplir con vencimientos específicos. También se controla cualquier insumo que tenga contacto con alimentos, como utensilios. Todo lo que pueda afectar la salud tiene que estar regulado, y me parece que eso está bien.

Las exigencias locales son muy similares a las de otros países. Pueden variar en el nombre del trámite o del organismo, pero la esencia es la misma. La seguridad del producto, la trazabilidad, los controles: eso es común en la mayoría de los países. En Argentina se exige bastante, y eso también da cierta tranquilidad.

¿Cómo se planifica el abastecimiento regional desde Argentina?

Se planifica por país, con más de un año de anticipación. Comercial y planeamiento definen necesidades, y eso se traslada a Comex para organizar volúmenes, estructura, cantidad de contenedores, proveedores logísticos y demás. Nosotros gestionamos el transporte internacional, sea marítimo, aéreo o terrestre. Y lo hacemos cuidando cada detalle, especialmente si el producto tiene control de temperatura. Es una logística muy rigurosa.

Puede haber fluctuaciones de la demanda en fechas como Pascuas, Día del Amigo o lanzamientos especiales, pero fuera de eso es bastante estable. Lo que sí pasaba antes, cuando había problemas para importar insumos, era que la producción se complicaba y eso afectaba directamente la exportación.

¿Cómo ves hoy el equilibrio entre importaciones y exportaciones en el país?

Durante mucho tiempo, las importaciones estuvieron trabadas por regulaciones, impuestos como el PAIS, o problemas para hacer pagos al exterior. Eso generó desconfianza en muchos proveedores que dejaron de trabajar con Argentina. Hoy se están empezando a dar pasos, como las desgravaciones arancelarias, que ayudan al exportador a ser más competitivo. Pero todavía hay mucho por mejorar.

¿La importación de maquinaria o tecnología también es parte de ese cambio?

Sí, claro. Las desregulaciones o beneficios impositivos para importar maquinaria o tecnología son fundamentales. Permiten que los productores inviertan, mejoren sus procesos y a su vez exporten con precios más competitivos. Hace poco se empezaron a desgravar varias posiciones y eso fue una gran ayuda. Falta, pero es un buen camino.

¿Qué potencial ves en Argentina como país exportador?

Creo que Argentina tiene un montón de oportunidades. Hay que trabajar en fortalecer la marca país, mejorar la competitividad, y sobre todo cuidar el recurso humano. La gente que trabaja en comercio exterior tiene que estar actualizada, entender el contexto aduanero, adaptarse rápido a los cambios. Es un área de servicio que tiene que estar súper alineada con el negocio y con todos los actores que intervienen: logística, aduana, regulaciones. Siempre buscando soluciones, incluso cuando parece que todo es una traba.