
“El mundo de la logística tiene muchísimo para aprender del desarrollo acelerado de tecnología”, afirma Sofía. Desde su experiencia, destaca por qué el liderazgo debe habilitar espacios de prueba, error y validación para implementar mejoras reales en las compañías.
¿Cómo ves el vínculo entre innovación y sectores como la logística o el comercio exterior?
La capacidad de implementar innovación tiene que ver con la apertura del liderazgo a equivocarse, no hay otra forma. Si no hacés pruebas, si no testeás, no podés innovar, y eso implica cometer errores con presupuestos acotados y en tiempos rápidos.
En logística, que es una de las industrias más antiguas del mundo, todavía hay mucho por mejorar. Desde el liderazgo, en cómo se permiten los cambios, hasta la contratación de personas con perfiles que empujen esa transformación. Es clave que los líderes analicen su empresa: ¿qué tan ágiles están siendo? ¿Están testeando nuevas rutas, nuevos servicios, nuevas formas de contratación?
Primero hay que analizar, luego implementar mejoras, asignar presupuesto para testear rápido, sacar conclusiones e ir ajustando. Ahí está el verdadero margen de mejora.
Desde tu rol como consultora, acompañaste procesos de expansión internacional. ¿Qué factores son clave en ese trayecto?
Sí, lo hacemos actualmente. Una de las prioridades en las empresas de servicios con las que trabajo es que puedan salir de la frontera y tener clientes internacionales.
Nos apoyamos mucho en estrategias de marketing digital, pero lo más importante es entender que no podés abrir cinco países al mismo tiempo.
Tenés que crecer de forma escalonada. No conocés la cultura local, ni cómo se toman decisiones en otro país. Por ejemplo, en México necesitás muchas reuniones, almuerzos y tiempos largos para cerrar un contrato. Si no tenés esos contactos, y no asignás bien el tiempo, no llegás.
Lo mismo pasa en el plano digital: una campaña que funciona en México no funciona igual en Chile. Tuvimos que rediseñar contenido, entender los hábitos de consumo, hasta cambiar el enfoque para crecer en ese mercado.
Todo parte de lo mismo: entender bien a quién le estás vendiendo y cómo toma decisiones. Esa información la podés obtener fácil hoy con IA, y después testear.
¿Cuál creés que es hoy el mayor desafío para los emprendedores en Argentina?
Creo que hoy el principal desafío para los emprendedores, no solo en Argentina, sino en el mundo, es el nivel de aceleración que se está dando con el desarrollo de la inteligencia artificial, y no lo estamos viendo. El impacto que está teniendo es exponencial, es parecido a lo que pasó con la pandemia en términos de implementación forzada y rápida en las empresas.
Por ejemplo, con el trabajo remoto: antes había muchísima resistencia por parte de directivos y CEOs, pensaban que las personas no iban a trabajar si no estaban en la oficina. La pandemia fue un cachetazo de realidad y lo tuvieron que implementar sí o sí.
Con la IA está pasando algo similar, pero como no estamos encerrados ni obligados a resolver todo de golpe, no se ve con la misma urgencia. Sin embargo, el crecimiento exponencial está ocurriendo ahora. Justo el otro día hablábamos en un evento que este podría ser el último año “normal” que vivamos, especialmente para las empresas.

¿Qué estás viendo desde tu experiencia?
Trabajo con tecnología y en mi industria estamos constantemente al tanto de lo que pasa. No solo de lo nuevo que sale, sino también de cómo ya lo están usando las empresas y las personas.
Hoy, por ejemplo, hay una apuesta entre los líderes de algunas de las empresas más conocidas de IA sobre cuántos años va a llevar que una sola persona cree una compañía de mil millones de dólares, solo apalancada en inteligencia artificial.
La combinación entre distintas plataformas de IA, sumada al código abierto y al testeo global que muchas permiten, está acelerando los resultados de forma exponencial. Lo vamos a ver como una curva muy pronunciada. Estamos apenas en la base de esa curva, pero ya empezó.
Las empresas que no se suban a esto van a enfrentar desafíos muy grandes: tener estructuras pesadas, sobrecarga de personal, operaciones lentas y van a ser superadas por compañías mucho más livianas, con un liderazgo ágil, más fondos y más tecnología.
¿Qué peso le das al networking y a la construcción de redes colaborativas?
Es fundamental. Ya sea que lideres un equipo, tengas una empresa de logística, o estés emprendiendo, las conexiones lo facilitan todo.
Podés ser una persona súper desconectada tecnológicamente, pero si no tenés una agenda de contactos que te ayude a llegar a quien necesitás, no podés avanzar.
Los humanos tomamos decisiones por cercanía. Elegimos empresas por afinidad o por referencias. Lo veo mucho en el mundo de las inversiones: hay sesgos, como por ejemplo invertir en personas que te recuerdan a vos cuando empezabas o en quienes fueron a la misma universidad.
Cuando hice una beca en Estados Unidos, una de las primeras cosas que nos dieron fue un mail institucional. Ese mail te abría puertas. Si yo escribía a alguien que también había estudiado ahí, me respondía. Tener a alguien que te habilite un contacto clave te puede cambiar completamente el juego.
¿Qué cualidades buscás en los líderes que acompañás o con los que trabajás?
Actitud de implementación y prueba, eso es lo primero. Lo segundo, algo muy importante: no trabajo con personas cuyo ego les impide avanzar. Cuando el ego está muy presente, es muy difícil tomar decisiones que puedan terminar en un fracaso. Pero necesitamos fracasar para testear.
Ese tipo de ego, el que busca evitar el error, la exposición y el salir de la zona de confort, te frena. Yo necesito que pruebes, que digas “me equivoqué” y avances.
También valoro mucho a quienes no ponen excusas. No perdemos tiempo justificando por qué algo no salió. En cambio, analizamos qué pasó, sacamos hipótesis, probamos otra cosa y seguimos. Es una mentalidad de resolución, de acción constante. Eso es lo que busco en mi equipo y en los líderes que acompañó.
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