
En el ámbito de la nutrición y la medicina preventiva, distintos aceites comestibles han despertado interés por su potencial beneficioso para combatir enfermedades metabólicas, entre ellas el hígado graso, una condición que afecta a millones de personas en todo el mundo.
Según investigaciones recientes reportadas por la Fundación para el Estudio de las Hepatitis Virales (FEHV) y organismos internacionales, los hábitos alimentarios influyen directamente en la aparición y progresión de esta afección.
El hígado graso, conocido en términos médicos como esteatosis hepática, se caracteriza por la acumulación excesiva de lípidos en las células hepáticas. Las causas principales incluyen mala alimentación, obesidad y trastornos metabólicos asociados, aunque factores genéticos también pueden incidir.
Los especialistas apuntan a que la condición puede avanzar hacia estadios más graves, como la cirrosis hepática, si no se toman medidas adecuadas.

Los tratamientos recomendados por centros como la FEHV suelen incorporar tres pilares fundamentales: dieta equilibrada, ejercicio físico regular y la administración de determinados fármacos bajo prescripción médica.
Diversos estudios han enfatizado que, dentro de las modificaciones dietéticas, el tipo de grasa que se consume juega un papel decisivo para la salud hepática, y no todos los aceites inciden de la misma forma sobre el metabolismo del hígado.
Aceite de oliva: el aliado respaldado por la ciencia contra el hígado graso
Los datos expuestos por la Fundación para el Estudio de las Hepatitis Virales destacan que el aceite de oliva es el aceite comestible que ayuda a disminuir de forma significativa el depósito de grasa en el hígado.
En el estudio reseñado, se asignó a 32 pacientes con hígado graso una dieta con aceite de oliva durante tres meses, comparándose con 34 casos que consumieron aceite de girasol. Al concluir el periodo, los resultados favorecieron a quienes consumieron aceite de oliva, tanto en la reducción de grasa hepática como en la de grasa corporal global.

En un ensayo diferente, 43 pacientes recibieron una dieta hipocalórica, algunos con adición de aceite de oliva virgen extrafino (equivalente a tres cucharadas soperas diarias) y otros sin este complemento.
Quienes incluyeron aceite de oliva experimentaron una disminución relevante de enzimas hepáticas (transaminasas) y una reducción promedio de 3,45 kilogramos de peso, según resumió la Clínica FEHV.
Beneficios cardiovasculares y posibles protecciones adicionales que tiene consumir aceite de oliva
El análisis de la FEHV también recoge que el consumo regular de aceite de oliva no solo influye sobre la grasa hepática, sino que proporciona efectos positivos sobre la salud vascular. Se ha documentado que baja el colesterol LDL (“malo”) sin afectar el HDL (“bueno”), lo que contribuye a reducir riesgos cardiovasculares asociados a la esteatosis hepática.
Como complemento dietético, algunos estudios sugieren que la incorporación de café (hasta tres tazas al día) puede retrasar o evitar la progresión del hígado graso hacia etapas más graves, como la cirrosis. La Clínica FEHV sostiene que una estrategia integral contra el hígado graso debe incluir ambos elementos, el aceite de oliva y el café, para maximizar el control de la enfermedad.

Revelan diferencias en los aceites comestibles: el aceite de oliva es el mejor para el hígado
Investigaciones recientes han buscado comparar el impacto de diferentes aceites comestibles sobre la acumulación de grasa en el hígado humano.
Un trabajo clínico citado por la Clínica FEHV asignó a pacientes con hígado graso dietas que contenían aceite de girasol frente a otras enriquecidas con un tipo específico de aceite. Tras un periodo de doce semanas, los resultados mostraron que los participantes que incorporaron ese aceite presentaron una reducción significativa en el depósito de grasa hepática y de grasa corporal total, respecto a quienes consumieron otras fuentes lipídicas vegetales.
Otros estudios científicos aludidos por la FEHV replicaron estos beneficios al comparar ese mismo aceite con opciones como el de soja o de cártamo. Además de la reducción de grasa en el órgano, se observó descenso en parámetros bioquímicos del daño hepático, señalando una posible función protectora y restauradora.

Recomendaciones dietéticas y manejo integral
Especialistas de la Fundación para el Estudio de las Hepatitis Virales insisten en que los pacientes con hígado graso deben priorizar la modificación de sus hábitos alimentarios, orientando la ingesta de grasas hacia fuentes saludables, como el aceite de oliva, acompañado de asesoría médica y cambios en el estilo de vida.
El respaldo científico vigente posiciona a este producto mediterráneo como una herramienta eficaz dentro de los tratamientos no farmacológicos para la esteatosis hepática, aunque la supervisión del médico tratante resulta indispensable para ajustar dosis y evaluar el progreso de cada caso.
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