
La elección de un estudio certificado y la atención a los cuidados posteriores resultan determinantes para quienes deciden realizarse un piercing en cualquier parte del cuerpo. Más allá de la motivación estética o de expresión personal, el proceso implica riesgos que pueden minimizarse si se siguen recomendaciones precisas antes, durante y después de la perforación.
Antes de someterse a un piercing, es imprescindible verificar que el establecimiento cuente con la licencia correspondiente y cumpla con las normas sanitarias locales. La higiene del entorno y la esterilización de los instrumentos, preferentemente mediante autoclave, constituyen barreras fundamentales contra infecciones.
Además, la selección de materiales hipoalergénicos, como el acero quirúrgico, el titanio, el niobio o el oro de catorce quilates, es especialmente relevante para personas con piel sensible o antecedentes de alergias.

Informar al profesional sobre enfermedades crónicas, problemas de coagulación o embarazo permite adaptar el procedimiento a las condiciones de salud individuales. También se aconseja evitar el consumo de alcohol y medicamentos anticoagulantes antes de la perforación, ya que pueden aumentar el riesgo de sangrado.
Durante el procedimiento, la desinfección minuciosa de la zona a perforar y el uso de guantes y mascarilla por parte del profesional son medidas obligatorias para proteger tanto al cliente como al especialista. La técnica debe ser precisa, evitando dañar nervios o vasos sanguíneos importantes. La pieza inicial de joyería debe ser adecuada para permitir la hinchazón natural sin ejercer presión excesiva sobre la piel.
El periodo posterior al piercing exige una rutina de cuidados que favorezca la cicatrización y prevenga complicaciones. Se recomienda lavar la zona con solución salina estéril entre dos y tres veces al día, evitando productos agresivos como el alcohol o el peróxido de hidrógeno. Es fundamental no tocar ni girar la joya, salvo durante la limpieza, para reducir el riesgo de irritación y contaminación.

Hasta que la perforación cicatrice por completo, conviene evitar sumergirse en aguas potencialmente contaminadas, como piscinas públicas, jacuzzis o ríos. La ropa debe ser cómoda y no rozar la zona perforada durante las primeras semanas. Ante signos de alerta como enrojecimiento intenso, presencia de pus, dolor persistente o fiebre, se debe buscar atención médica de inmediato.
Los tiempos de cicatrización varían según la ubicación del piercing: en las orejas y las cejas, el proceso suele durar entre seis y ocho semanas; en la nariz, de ocho a doce semanas; y en el ombligo, puede extenderse de seis a doce meses.
Dependiendo de la ubicación, la cicatrización puede variar:
- Orejas: 6-8 semanas
- Nariz: 8-12 semanas
- Ombligo: 6-12 meses
- Labios y cejas: 6-8 semanas
Es recomendable consultar al profesional si surgen dudas sobre la evolución de la curación o si se requiere cambiar la joya por otra de mayor tamaño tras la hinchazón inicial.
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