
El Ajusco, una de las principales zonas naturales ubicadas al sur de la Ciudad de México, enfrenta una crisis creciente de desapariciones que ha trastocado a comunidades, familias y autoridades. Entre veredas boscosas y barrancas profundas, madres buscadoras y colectivos han tratado de recorrer el terreno en busca de rastros que permitan conocer en dónde están sus seres queridos y qué pasó con ellos.
Durante septiembre de 2025, el nombre de Luis Óscar Ayala, odontólogo, se sumó a la lista de personas que han desaparecido tras ingresar a la zona para realizar senderismo o actividades deportivas. En julio, el caso de la joven Ana Amelí García reactivó las búsquedas civiles, que ya han situado a la región como un “foco rojo”.
De acuerdo con colectivos como Una Luz en el Camino, el número de personas desaparecidas en el área desde 2017 supera los 300 registros. Las autoridades no han reconocido esta cifra y tampoco han dado a conocer las suyas.
Los cuatro factores del Ajusco

El analista en seguridad David Saucedo advierte que el Ajusco y varios de sus poblados se encuentran bajo el control de grupos de crimen organizado, pues las autoridades han detectado la presencia de células del Cártel de Sinaloa, especialmente de la facción de Los Chapitos, así como de bandas vinculadas a la Familia Michoacana dedicadas a la tala ilegal y el tráfico de especies.
En una entrevista que ofreció hace unos días para La Saga de Adela Micha, el consultor sostuvo que la combinación de actividades criminales y la falta de vigilancia permite que el Ajusco funcione como un espacio seguro para diferentes expresiones de violencia e impunidad.
Saucedo describió a detalle por qué el Ajusco es particularmente atractivo para el crimen organizado en la Ciudad de México, describiendo cuatro principales factores:
1. Compleja orografía
Saucedo destacó que la geografía y la extensión boscosa del Ajusco, con zonas de difícil acceso y poca vigilancia debido a la baja presencia de autoridades, han permitido que distintos grupos criminales logren instalar narcolaboratorios y almacenen cargamentos de droga sin ser detectados.

2. Desconexión
En la mayor parte del área no existe cobertura de telefonía móvil ni acceso a internet. La falta de comunicación impide el monitoreo electrónico, tanto para visitantes como para las autoridades. “Estos polígonos sin señal se han vuelto nichos de actividad delictiva, muy difíciles de vigilar inclusive con drones”, puntualizó el consultor.
3. Diversificación criminal
No sólo el narcotráfico opera en la zona. Saucedo mencionó la detección de aserraderos clandestinos y de actividades de tala ilegal, a menudo vinculadas a células de grupos como la Familia Michoacana. El dominio criminal se extiende al tráfico de fauna silvestre, lo que ha favorecido “un cóctel delictivo” que, según Saucedo, debilita aún más la capacidad de respuesta.
4. Clima de impunidad
El consultor subraya que la respuesta institucional ha sido insuficiente. Falta de patrullajes, ausencia de cordones de seguridad y promesas incumplidas de vigilancia vía drones y tecnología han resultado en un clima de impunidad. “No hemos visto un despliegue táctico-operativo acorde al reto”, sostuvo en la charla. Las familias confirman que las búsquedas recaen en colectivas y voluntarios que poco pueden hacer ante el gran terreno, complicado también por el clima y tipo de suelo.
Historia y pactos del narco en el Ajusco

La región del Ajusco abarca alrededor de 920 hectáreas y alcanza los 3.930 metros sobre el nivel del mar. Según investigaciones de diversos medios, tras la fragmentación de antiguos cárteles, el lugar se convirtió en terreno de disputa para bandas locales y cárteles de alcance nacional.
Uno de los episodios clave fue el llamado “pacto del Ajusco”, cuando en 2010 jefes criminales vinculados a Édgar Valdez Villarreal, “La Barbie”, organizaron reuniones secretas con operadores y células criminales de la CDMX, Estado de México y Morelos en ranchos cercanos a San Miguel Ajusco. Aquellas negociaciones buscaban controlar rutas y repartir plazas tras la ruptura de alianzas entre los Beltrán Leyva y sus antiguos socios.

Con el paso de los años, la zona volvió a ser codiciada por los grandes grupos criminales como el Cártel de Sinaloa, en especial la facción de Los Chapitos, quienes desde 2018 comenzaron a instalar puntos de operación en Topilejo para el trasiego de drogas y el resguardo de cargamentos, utilizando la geografía como ventaja ante posibles despliegues policiacos.
La historia reciente del Ajusco es la de un territorio repetidamente codiciado que aún nadie ha podido ganar, pero que ya reciente los efectos de la violencia.
Ante la reciente crisis, el Gobierno de la Ciudad de México anunció la instalación de nuevos módulos de vigilancia, cámaras con visión 360 grados y la concentración de más patrullas y elementos federales en la zona, pero se teme que esto no sea suficiente.
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