
En enero de 2008, la captura de Alfredo Beltrán Leyva, alias El Mochomo, marcó un punto de quiebre en la historia del crimen organizado en México.
Su arresto, celebrado por el gobierno de Felipe Calderón como un golpe certero contra el narcotráfico, desencadenó una guerra interna que fracturó al Cártel de Sinaloa y dio paso a uno de los periodos más sangrientos en la llamada Guerra contra el narco.
Aunque las versiones oficiales sostienen que su detención fue resultado de un operativo de inteligencia, múltiples reportes apuntan a que Joaquín “El Chapo” Guzmán habría entregado a El Mochomo como represalia por usar rutas sin autorización o como moneda de cambio para liberar a su hijo, Iván Archivaldo Guzmán.
La respuesta fue inmediata. Su hermano, Arturo Beltrán Leyva, conocido como El Barbas, rompió definitivamente con “El Chapo” y El Mayo Zambada, iniciando una guerra interna al interior de la Federación, el conglomerado criminal que unía a las principales facciones del narco en México.

Para resistir, Zambada organizó a Los Ántrax, un brazo armado creado para proteger a su familia y territorio. Por su parte, Arturo Beltrán buscó aliados en Los Zetas y en otros enemigos históricos de los Guzmán, generando un conflicto de alto poder destructivo.
Las consecuencias fueron inmediatas: enfrentamientos, masacres, ataques a policías y el asesinato de Édgar Guzmán López, uno de los hijos de “El Chapo”, ocurrido en mayo de 2008 en Culiacán. Ese mes, la ciudad registró más de 100 homicidios vinculados al narco.
La muerte de “El Barbas” y la caída del clan Beltrán Leyva
En diciembre de 2009, tras meses de intensas operaciones, la Secretaría de Marina abatió a Arturo Beltrán Leyva en Cuernavaca. Su caída marcó el principio del fin para el liderazgo histórico de los Beltrán, cuya red quedó debilitada tras arrestos sucesivos de sus hermanos.

En 2014, Alfredo Beltrán Leyva fue extraditado a Estados Unidos, donde fue condenado a cadena perpetua tres años después. Cumple su sentencia en la misma prisión de máxima seguridad donde se encuentra Joaquín Guzmán Loera.
A pesar del golpe a su familia, el legado criminal de El Mochomo persistió a través de su hijo: Jesús Alfredo Beltrán Guzmán, conocido como El Mochomito. Producto de la relación entre Alfredo Beltrán y una prima de “El Chapo”, representa el cruce de dos linajes clave del narcotráfico en México.
Su notoriedad creció con el narcocorrido que Tito Torbellino le dedicó en 2014, donde se identificaba abiertamente como “hijo del señor Alfredo Beltrán” y se decía cercano a los primos Guzmán e incluso a Dámaso López Serrano, El Mini Lic.
Investigaciones estadounidenses lo señalan como operador activo del trasiego de drogas como fentanilo, cocaína, heroína y metanfetaminas.

Fue detenido en 2016 en Zapopan, Jalisco, y posteriormente recluido en el Reclusorio Metropolitano, desde donde habría continuado operando e incluso extorsionando a otros reclusos, según el Departamento del Tesoro de EEUU.
Reaparece tras su liberación y entra al nuevo conflicto narco
A pesar de su historial, El Mochomito fue liberado en 2021. Desde entonces, ha retomado su papel en la reorganización del clan Beltrán Leyva y es considerado por Washington como una pieza activa del narcotráfico mexicano.
Su regreso coincide con una nueva fractura dentro del Cártel de Sinaloa: el enfrentamiento entre Los Chapitos y La Mayiza, derivado de la traición de Joaquín Guzmán López, hijo de El Chapo, quien presuntamente entregó a Ismael “El Mayo” Zambada a autoridades de EEUU. en julio de 2024.

En este nuevo escenario, El Mochomito ha sido vinculado a actos violentos recientes, como el asesinato del agente Halexy Guadalupe, colaborador de Omar García Harfuch, secretario de Seguridad. Su nombre aparece en la lista negra de la Oficina de Bienes Extranjeros (OFAC) como operador prioritario.
El narco generacional: entre lealtades familiares y nuevas alianzas
Aunque durante el inicio de la guerra entre Chapitos y Mayiza los remanentes de los Beltrán Leyva se mantuvieron al margen, células como el Cártel de Guasave, lideradas por Fausto Isidro Meza Flores, ya han empezado a tomar partido.

Se desconoce por cuál lado se inclinará finalmente El Mochomito, pero su papel como actor armado y financiero es cada vez más evidente.
Su figura representa el cambio generacional en las filas del crimen organizado, en donde los apellidos históricos como Guzmán, Zambada y Beltrán aún resuenan, pero ahora enfrentados en una lucha que ha superado viejas alianzas y ha cobrado nuevas víctimas.
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