Porfiria: la rara enfermedad ligada al origen de los vampiros

Algunos de los mitos más populares tienen su origen en padecimientos humanos que, en su contexto histórico, eran desconocidos

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Esta es la enfermedad que,
Esta es la enfermedad que, por su sintomatología, dio origen al mito de los vampiros al rededor del mundo. Foto: (Jesús Tovar Sosa/Infobae)

A lo largo del mundo, a través de leyendas y por medio de la literatura, la música y hasta la pintura, se han popularizado los mitos de criaturas humanas de piel pálida que se ocultan del sol, siendo los vampiros los más conocidos por estas características, aunque mitos similares también se han documentado en China e incluso en Mesoamérica.

El folclore los describía como criaturas que prolongaban su existencia bebiendo sangre humana, pero investigaciones médicas recientes sugieren que estas historias podrían tener un origen en enfermedades reales, como la porfiria.

La porfiria es un grupo de trastornos metabólicos que afectan la producción de hemo, un componente esencial de la hemoglobina. Este desorden provoca la acumulación de porfirinas en el cuerpo, lo que genera síntomas que coinciden con las descripciones de los vampiros en las leyendas.

Entre los síntomas más notables se encuentran la sensibilidad extrema a la luz solar, que puede causar quemaduras y ampollas en la piel, y la acumulación de porfirinas en los dientes, que les da un tono rojizo, simulando la apariencia de sangre en la boca.

Además, algunos pacientes desarrollan pica, un trastorno que genera el deseo de consumir sustancias no comestibles, como sangre, para compensar deficiencias de hierro.

Enfermedades como la porfiria podrían
Enfermedades como la porfiria podrían estar estrechamente ligadas a mitos como los vampiros. Foto: (Meta IA)

Según los especialistas, la porfiria puede clasificarse en dos tipos principales: aguda y cutánea. La porfiria aguda afecta principalmente el sistema nervioso y puede manifestarse con síntomas como dolor abdominal intenso, problemas digestivos, cambios mentales y convulsiones.

Por otro lado, la porfiria cutánea se caracteriza por síntomas en la piel, como sensibilidad al sol, ampollas y cambios en la pigmentación. La porfiria cutánea tarda es el tipo más común de esta variante, mientras que la protoporfiria eritropoyética es más frecuente en niños.

La mayoría de los casos de porfiria son hereditarios, transmitidos por uno o ambos padres a través de genes alterados. Sin embargo, no todas las personas portadoras de estos genes desarrollan síntomas.

También existen formas adquiridas de la enfermedad, como la porfiria cutánea tardía, que puede desencadenarse por factores externos como el consumo excesivo de alcohol, infecciones virales que pueden dañar el hígado como la hepatitis C, y el exceso de metales como el plomo en el cuerpo. Otros factores de riesgo incluyen el tabaquismo, el uso excesivo de ciertos medicamentos o el estrés crónico.

El diagnóstico de la porfiria requiere análisis clínicos complejos de sangre, orina o heces, ya que los síntomas pueden confundirse con los de otras afecciones. Aunque no tiene cura, los tratamientos actuales permiten controlar la enfermedad y mejorar la calidad de vida de los pacientes.

Investigaciones especializadas en la actualidad
Investigaciones especializadas en la actualidad han podido determinar orígenes más claros sobre diversos mitos. (Imagen Ilustrativa Infobae)

Históricamente, la falta de conocimiento médico sobre la porfiria pudo haber contribuido a la creación de mitos sobre vampiros. Hasta el siglo XVII, se creía que la sangre tenía propiedades vitales, lo que hacía plausible la idea de que consumirla podría prolongar la vida. Sin embargo, los avances científicos han permitido comprender que los síntomas asociados con estas leyendas tienen una base clínica.

Las complicaciones de la porfiria varían según el tipo y la gravedad. En las formas agudas, los ataques pueden poner en riesgo la vida si no se tratan a tiempo, causando deshidratación, insuficiencia renal, daño hepático o incluso cáncer de hígado.

En las formas cutáneas, la exposición al sol puede provocar daños permanentes en la piel, como cicatrices y cambios en su apariencia. Además, los pacientes con porfiria cutánea tienen un mayor riesgo de desarrollar cáncer de hígado y piel.

Aunque no es posible prevenir la porfiria, los expertos recomiendan evitar los factores desencadenantes para reducir la aparición de síntomas. También sugieren que los familiares de personas diagnosticadas consideren realizarse pruebas genéticas para identificar posibles riesgos. La consejería genética puede ser útil para comprender los resultados y tomar decisiones informadas sobre el manejo de la enfermedad.

En conclusión, la porfiria no solo ofrece una explicación científica a las leyendas de vampiros, sino que también subraya la importancia de la investigación médica en la comprensión de enfermedades raras. Este trastorno, aunque poco común, ha dejado una huella significativa en la cultura y la medicina, conectando mitos ancestrales con realidades científicas modernas.