
La Inteligencia Artificial (IA) es un campo de la informática que se centra en desarrollar sistemas capaces de realizar tareas que normalmente requieren inteligencia humana, como aprender, reconocer patrones o tomar decisiones. Según el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, la IA tiene la capacidad de percibir su entorno, razonar sobre el conocimiento, procesar información y actuar en función de objetivos definidos, una capacidad que se potencia con técnicas como el aprendizaje automático, que permite a los sistemas mejorar con el tiempo sin intervención humana directa.
El informático estadounidense John McCarthy acuñó el término “inteligencia artificial” en 1956 durante la Conferencia de Dartmouth, marcando el inicio de una revolución que continúa transformando industrias y relaciones humanas. Hoy, según la Comisión Europea, existen dos grandes categorías de IA: software, como asistentes virtuales, sistemas de análisis de imágenes o reconocimiento facial; e inteligencia artificial integrada, presente en robots, drones o vehículos autónomos.
A esto se suman las clasificaciones propuestas por Stuart J. Russell y Peter Norvig en su libro Inteligencia Artificial: Un Enfoque Moderno, donde distinguen entre sistemas que piensan o actúan como humanos, y aquellos que lo hacen racionalmente.
En ese sentido, herramientas como ChatGPT han adquirido una dimensión más cercana a “otro humano” que a un simple programa informático, pues de acuerdo con un estudio de la cadena educativa EduBirdie, el 54 % de la Generación Z encuestada considera a la plataforma como una amiga, terapeuta, entrenador físico e incluso pareja.
Esta percepción de cercanía es lo que da origen a comportamientos como el uso reiterado de fórmulas de cortesía donde el 69% de los jóvenes de la Generación Z afirma recordar sus “por favor” y “gracias” cuando interactúa con la IA. Pero la motivación detrás de estos modales va más allá de la buena educación, ya que para muchos, es una forma de autoprotección.
¿La Generación Z tiene miedo al dominio de la IA?

Uno de los aspectos más reveladores del estudio de EduBirdie es el nivel de preocupación que manifiesta la Generación Z respecto al futuro de la IA. El 58% de los encuestados cree que la inteligencia artificial podría dominar el mundo, y un significativo 44% piensa que esto podría ocurrir en los próximos 20 años. En este contexto, decir “por favor” y “gracias” es una especie de gesto de precaución hacia una entidad que muchos ya perciben como potencialmente poderosa.
Aunque parece una preocupación sensacionalista, no es una inquietud infundada, pues aunque las IA actuales, incluido ChatGPT, no son conscientes, el 25% de los jóvenes cree que podrían serlo. Y si bien esa “consciencia” es, en realidad, una ilusión basada en coincidencias de patrones y predicción estadística, la interacción humana con estas herramientas ya ha cruzado un umbral entre lo funcional y lo emocional.
De igual manera, la posibilidad de que la IA adquiera un nivel de inteligencia general, es decir, que iguale o supere las capacidades mentales humanas, plantea un dilema existencial. Como lo advirtió un grupo de líderes de la industria en una carta publicada por el Centro para la Seguridad de la IA en mayo de 2023, citada por el New York Times, “mitigar el riesgo de extinción de la inteligencia artificial debería ser una prioridad mundial junto a otros riesgos a escala social, como las pandemias y las guerras nucleares”.
La misiva fue firmada por más de 350 expertos, entre ellos Sam Altman, director ejecutivo de OpenAI; Demis Hassabis, director ejecutivo de Google DeepMind, y Dario Amodei, director ejecutivo de Anthropic.
¿La IA podría suponer una amenaza?

Entre otros cuestionamientos, el empleo es una de las inquietudes más inmediatas, pues el 55% de la Generación Z teme quedarse sin trabajo en la próxima década a causa de la automatización. En un ámbito relacionado, muchos jóvenes ya ven cómo la IA supera sus capacidades en áreas creativas con cifras en las que el 57% cree que los algoritmos son mejores en este campo, y externan cómo algunas profesiones, como cajeros, agentes de atención al cliente o asesores legales, podrían desaparecer.
Ante este panorama, el 40% de los jóvenes ha considerado cambiar de carrera para mantenerse relevantes, y aunque pocos desean que un algoritmo dirija sus vidas laborales, pues solo el 9% prefiere un jefe IA, muchos consideran que una inteligencia artificial sería más justa, neutral y respetuosa que los superiores humanos, reforzando la percepción de que las máquinas también están ganando una “humanidad” aparente.
Sin embargo, según la Unión por las Libertades Civiles de Europa, los sistemas de IA también plantean riesgos serios a los derechos humanos fundamentales, ya que pueden restringir la libertad de expresión, violar la privacidad y reforzar estructuras de discriminación. Al respecto, la organización no gubernamental señala que, por ejemplo, algoritmos utilizados en procesos de selección de personal han demostrado preferencias basadas en género o raza, perpetuando desigualdades sistémicas.
Entonces, si la IA puede analizar, decidir, aprender y afectar las oportunidades, derechos y percepciones, no es tan descabellado que una generación crecientemente dependiente de ella le hable con cortesía.
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