
La libertad de expresión en países latinoamericanos como es el caso de México es un arma de doble filo para quienes ejercen la profesión de comunicadores y periodistas. De acuerdo con Artículo 19, del año 2000 hasta lo que va de 2025, se han registrado 171 asesinatos de periodistas. Detrás de estas cifras hay historias por reflexionar y por sobre todo, humanos.
A ocho años de la muerte del periodista Javier Valdez Cárdenas, es indispensable indagar en su obra y labor de denuncia, la cual dejó una profunda huella en el periodismo mexicano. Su obra Los huérfanos del narco, publicada en 2015, es uno de los testimonios más conmovedores sobre los estragos humanos del narcotráfico.

A través de 11 crónicas, Valdez narra la historia de niños y niñas que han quedado solos tras la desaparición o asesinato de sus padres, víctimas directas de la violencia desatada por el crimen organizado, así como de la indiferencia de quienes deberían de velar por sus derechos y calidad de vida.
“Me gustaría que estas páginas sirvieran para detenernos un poco en la queja, el grito, la vociferación y la violencia, y pensáramos que más allá de todo el dolor por las víctimas, hay niños que no reclaman nada, no gritan, sonríen con su corazón en lo más hondo de la desesperación y la fractura, niños en silencio que sólo soportan” comparte el periodista oriundo de Culiacán en su prólogo Estar vivo con los muertos.
Dar nombre y rostro a las cifras

Tras asistir a una mesa redonda dirigida por el poeta y ensayista mexicano Javier Sicilia, María Herrera Maldonado - madre de ocho hijos, de los cuales cuatro fueron desaparecidos- cuestionó su labor respecto al tema de desaparecidos y sus familias, por lo que el periodista consideró pertinente abordar desde otro ángulo, este tipo de historias.
El libro es una cartografía de testimonios en territorios del norte, sur y centro del país. Desde estados como Sinaloa, Monterrey, Chihuahua, Guerrero y el Estado de México, Valdez no solo documenta la tragedia de estos menores y las afectaciones de sus familiares, sino que también visibiliza la indiferencia de las instituciones y de una sociedad acostumbrada a ver a las víctimas como estadísticas. Valdez por su parte hace lo contrario: les da nombre, rostro, y contexto. Hijos de policías, campesinos, comerciantes, amas de casa y periodistas, son quienes sobreviven al abandono, al miedo, y al olvido.

Dentro de los relatos que más marcó al periodista, está la historia de Ronaldo, un bebé que nació con las manos cerradas, con los puños apretados, símbolo del enojo que su madre atravesó tras la muerte de su esposo, estando ella embarazada.
Para muchos periodistas y especialistas, esta obra constituye una pieza esencial del periodismo narrativo contemporáneo. Diego Enrique Osorno, autor y periodista, destaca que “hace diez años las víctimas eran el número, la cifra, pero el libro de Javier da nombre a cada una”. Ricardo Cayuela, su editor, afirmó que “en sus crónicas había un genuino dolor para tratar de entender la dimensión humana de la catástrofe”.
Lydia Cacho, periodista y defensora de derechos humanos, reconoció que Valdez “fundó una forma diferente de periodismo y fue un maestro para muchos de nosotros”. Y la periodista Blanche Petrich recordó que Gustavo Gorriti, uno de los periodistas más respetados de América Latina, comparó a Valdez con Antón Chéjov: “Javier es a la crónica lo que Chéjov al cuento”.
Un legado para comprender los estragos del narcotráfico en México

Aunque Los huérfanos del narco no recibió premios específicos, su autor fue ampliamente galardonado por su labor periodística. Entre sus reconocimientos destacan el Premio Internacional a la Libertad de Prensa (CPJ, 2011), el Premio María Moors Cabot de la Universidad de Columbia, y el Premio PEN Club a la Excelencia Editorial, que recibió junto al semanario Ríodoce, del cual fue fundador.
Esta obra es, más que un libro, una denuncia que sacude conciencias. Javier Valdez no solo escribió sobre huérfanos, escribió para que no fuéramos huérfanos de memoria. A través de su mirada honesta y comprometida, nos obliga a reconocer una verdad incómoda: que mientras no atendamos el sufrimiento de estos niños, el país seguirá repitiendo una tragedia sin fin.

Además de estas once crónicas, el periodista dejó un amplio bagaje de publicaciones para comprender las afectaciones con las que vive la sociedad mexicana en un estado donde la presencia del narcotráfico está cada vez más presente. Los morros del narco (2007), Miss Narco (2009), Malayerba (2010), Levantones. Historias reales de desaparecidos y víctimas del narco (2012), Con una granada en la boca (2013), Narcoperiodismo (2016) y Periodismo escrito con sangre (2017), figuran dentro del legado dejado por Javier Valdez Cárdenas.
Frente a la indiferencia de autoridades y sociedad, Javier Valdez se pronunció ante la muerte de la periodista Miroslava Breach: “Que nos maten a todos si esa es la condena de muerte por reportear este infierno”. Asimismo, en una entrevista compartió su miedo, mas su labor y escritura fueron una forma de seguir viviendo y resistiendo.
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