
El 28 de mayo de 1864, después de haber aceptado formalmente el trono, de reunirse con el papa Pío IX y de firmar con Napoleón III los Tratados de Miramar, Maximiliano de Habsburgo y su esposa Carlota de Bélgica llegaron al Puerto de Veracruz en calidad de emperador y emperatriz de México.
Sin embargo, 3 años después, el 15 de mayo de 1867, Maximiliano de Habsburgo se rindió en Querétaro. La emperatriz estaba en Europa sufriendo demencia, el sueño imperial hecho pedazos y la intervención francesa en México estaba derrotada.
La caída de Maximiliano de Habsburgo ese día no fue fortuita ni un accidente. Tras la moratoria de Benito Juárez en 1861, Francia encontró la excusa perfecta para invadir México y seguir con sus planes imperialistas alrededor del mundo. Para eso, era necesario derrocar al gobierno mexicano vigente, el republicano encabezado por Benito Juárez, y establecer otro, una monarquía que estuviera sometida a la voluntad del emperador Francés.

Mientras las tropas francesas avanzaban hacia la Ciudad de México, en Europa se buscaba al candidato para el naciente imperio mexicano, Napoleón III optó por Maximiliano de Habsburgo, archiduque austriaco.
Maximiliano llegó a México respaldado por miles de armas francesas mientras el gobierno de Benito Juárez, que en ningún momento de la Intervención Francesa dejó de existir, se replegaba cada vez más hacia el norte para evitar ser capturado por los invasores.
Durante 1864 y 1865, respaldado con las fuerzas francesas, Maximiliano aumentó el territorio que controlaba, aunque no era suficiente. En 1866, debido a conflictos internos, Francia inicio la retirada de su ejército en México, sin él, el futuro del archiduque era incierto.
Poco a poco, el gobierno republicano empezó a ganar ciudades y acrecentar su número de tropas, mientras que el imperial empezó a perder plazas. Debido a que la Ciudad de México estaba comprometida, Maximiliano decidió refugiarse en Querétaro.

Maximiliano llegó a Querétaro en febrero de 1867 acompañado de cerca de 9 mil soldados. Junto a Miguel Miramón y Tomás Mejía, buscaba reorganizar la defensa del imperio en esta ciudad del Bajío, considerada una posición estratégica para frenar el avance del ejército republicano.
El 6 de marzo de 1867, el general Mariano Escobedo, al mando del ejército republicano, inició el Sitio de Querétaro. Durante más de dos meses, las tropas imperiales enfrentaron condiciones cada vez más adversas. La escasez de alimentos, los brotes de disentería, la falta de municiones y las deserciones minaron la capacidad de resistencia de las fuerzas de Maximiliano.
El desenlace llegó en la madrugada del 15 de mayo, cuando las tropas republicanas lograron ingresar al Convento de la Cruz en Querétaro gracias a la colaboración de Miguel López. Aunque muchas fuentes señalan a éste último como traidor, hay versiones que indican que fue el propio Maximiliano quien dio la orden porque se sabía vencido y entendía que el derramamiento de sangre era inútil.
Ese día Maximiliano se rindió ante Mariano Escobedo, lo siguiente fue realizar un juicio basado en la ley para juzgar y condenar al archiduque y a sus principales colaboradores: Miguel Miramón y Tomás Mejía. El fusilamiento de los tres hombres fue aplicado el 19 de junio de 1867 en el Cerro de las Campanas. Esto selló el triunfo de Benito Juárez y el la república.
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