Natalia Lafourcade convierte el Metropólitan en un santuario de la canción: “Esta noche no es mía, es de ustedes”

Con un show minimalista, a medio camino entre el teatro y el concierto, la cantante mexicana rindió homenaje no sólo a su trayectoria, sino a la propia música local

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Natalia Lafourcade dio arranque a
Natalia Lafourcade dio arranque a su 'Cancionera Tour'. (Foto: Liliana Estrada, OCESA)

Pocas veces un concierto en la Ciudad de México se siente como una ceremonia íntima, donde cada nota vibra como una confesión y cada verso cobra la fuerza de una plegaria. Este viernes 2 de mayo, Natalia Lafourcade transformó el Teatro Metropólitan en un refugio emocional al arrancar su gira Cancionera Tour, una experiencia entre lo poético, lo teatral y lo profundamente personal.

Desde el primer momento, era notorio que éste no sería un show convencional. A la entrada, el público —predominantemente femenino, muchas con faldas largas, vestidos vaporosos o flores en el cabello— recibió un programa de mano sobrio, en color cartón, que más que informar, parecía una invitación a sumergirse en un mundo interior.

La cantante mexicana rindió homenaje
La cantante mexicana rindió homenaje no sólo a su trayectoria, sino a la propia música local. (Foto: Liliana Estrada, OCESA)

En él, letras de canciones, fragmentos de reflexiones e imágenes pintadas a plumón de una guitarra, una botella, una silla y una flor, firmaban la intención del concierto: reconectar con la esencia de la canción sólo los elementos básicos.

A las 8:50 pm, una voz invisible, que se autodenominó “Radio Cancionera”, hizo un llamado poco común: apagar los celulares, abrir los sentidos y entregarse al instante. Unos minutos después, las luces se apagaron por completo y un resplandor rojo cubrió el escenario.

La primera figura en aparecer no fue la estrella pop que hace años llenaba auditorios, sino una silueta solemne, cubierta con una túnica roja que parecía salida de una película surrealista mexicana.

Natalia Lafourcade en el Teatro
Natalia Lafourcade en el Teatro Metropólitan. (Foto: Liliana Estrada, OCESA)

Esa figura era Lafourcade, que sin decir palabra tomó su guitarra y dio inicio con “Cancionera”, el tema que da nombre al álbum y que funcionó como una especie de manifiesto artístico.

Siguieron “De todas las flores” y “Cariñito de Acapulco”, y aunque el público permanecía en silencio reverencial durante cada tema, entre canciones estallaban los gritos, los aplausos y una energía desbordante que rompía con la atmósfera de recogimiento.

“Buenas noches cancioneros y cancioneras, ya llegué. Estoy aquí para celebrar la canción”, dijo con una sonrisa, justo antes de brindar con una botella de mezcal a salud de la música y la canción. “¡Salud! Tírenlo todo, déjenlo ahí, esta no es mi noche, es de ustedes”, dijo intrigante.

El escenario de su show fue dispuesto como el de una obra minimalista en donde se lleva a cabo un monólogo profundo y reflexivo. Si bien fueron poco variados los elementos arriba del escenario, así como la iluminación, las intenciones de la cantante y sus canciones fueron los grandes protagonistas. Elementos suficientes que sumergieron a la audiencia en un trance musical de poco más de dos horas de duración.

La cantante mexicana prescindió de
La cantante mexicana prescindió de las luces y el espectáculo para conectar con la música. (Foto: Liliana Estrada, OCESA)

Entre vestuarios que se transformaban con cada acto —de la túnica roja al traje negro de saco y pantalón, luego a un vestido negro y más tarde a una túnica blanca—, Lafourcade ofrecía algo más que un setlist: una narrativa sobre su vida, su música y su visión del arte como refugio.

“Este teatro me ha mirado crecer. Tenía 19 años cuando lo pisé por primera vez”, dijo nostálgica entre canciones, dejando ver la carga emotiva del momento. Ahora, a sus 42 años, Natalia regresaba al Metropólitan con una madurez distinta, alejada del estrellato juvenil, pero abrazada por un público que ha crecido con ella.

“Recuerdo que los 40 fueron para mí un impacto. A los 20 todo estaba disperso. A los 30 se siente como que algo se empieza a acomodar. Y a los 40 se desacomoda todo de nuevo” dijo entre risas. “Pero se va poniendo mejor la cosa”.

Las canciones del nuevo álbum fueron el hilo conductor del show, pero hubo momentos de nostalgia que desataron euforia colectiva: “Soledad y el mar”, “Nunca es suficiente” y “Amarte duele” fueron coreadas como himnos generacionales. Antes de esta última, la cantante bromeó: “Esta la hice hace mucho tiempo, del amor que duele a los 17 años”. Un grito desde el público soltó “¡Renata!”, en alusión al personaje de la película Amarte duele, lo que provocó carcajadas en la sala.

Natalia Lafourcade ofreció un show
Natalia Lafourcade ofreció un show minimalista, a medio camino entre el teatro y el concierto. (Foto: Liliana Estrada, OCESA)

La velada también tuvo espacio para el amor en sus distintas formas. Al presentar “El palomo y la negra”, Natalia pidió al público encender las luces de sus celulares si estaban enamorados. “Esta canción se la dedico a ustedes y en especial a los que se van a casar”, dijo, antes de interrumpirse: “Ustedes tienen un programa por ahí que les dieron, ahí viene la letra”, pidió entre risas, “ayúdenme a cantarla, que tengo problemas de memoria”.

Poco después, introdujo una de las favoritas del repertorio: “Ahora esta canción se la dedico a los que se divorcian: Nunca es suficiente, dijo, encendiendo aún más al público.

Conforme avanzó la noche, la cantante se fue despojando del vestuario en escena, al tiempo que dejaba caer las capas emocionales de su discurso. “La canción no es la misma si no hay quien la reciba”.

El clímax emocional llegó en la recta final: “Un derecho de nacimiento” levantó a buena parte de los asistentes de sus asientos, mientras “Hasta la raíz” fue dedicada a su madre, presente en el recinto. Para el cierre, “Mascaritas de cristal” marcó el adiós de la noche y, como regalo, Lafourcade se acercó al filo del escenario para dar autógrafos y agradecer personalmente a quienes habían acompañado en su viaje sonoro esta noche y a lo largo de los años.

La cantante mexicana rindió homenaje
La cantante mexicana rindió homenaje a la canción. (Foto: Liliana Estrada, OCESA)

Natalia Lafourcade no ofreció un concierto. Ofreció una suerte de misa poética. Un acto de comunión musical donde el centro no fue su figura, sino la canción misma, las letras, la composición y los sonidos poderosos de una guitarra en solitario. En tiempos de saturación visual y ruido digital, su propuesta se sintió como una bocanada de aire fresco: sencilla, humana y profundamente honesta.

Y así, con guitarra en mano y alma abierta, Natalia volvió a recordar por qué, cuando canta, este país entero escucha.