
La Fuerza despertó en la Ciudad de México y eligió el Estadio Alfredo Harp Helú como su base estelar.
La tarde-noche del pasado 2 de mayo, el espíritu jedi y la pasión escarlata empezaron a fluir entre las calles que rodean Metro Puebla, donde miles de aficionados—con cuernitos, gorras y sables láser—marchaban como si fueran al Consejo Jedi… pero con boleto para ver a los Diablos Rojos.
Apenas unos pasos afuera del estadio, la escena era ya festiva: vendedores ambulantes ofrecían todo tipo de mercancía.
Un Darth Vader con guantes de cátcher posaba para las cámaras, mientras un joven disfrazado al mero estilo de Obi-Wan Kenobi se preparaba para vivir una velada inolvidable

Al cruzar el característico puente que conecta la entrada principal con el estadio, un inflable gigante de la Estrella de la Muerte confirmaba: estábamos en territorio rebelde... o escarlata, más bien.
Antes de que sonara el primer play ball, la experiencia galáctica ya nos había atrapado. En la zona de actividades, Lala regaló leche azul de bantha y nos transportó directo a Tatooine, mientras que los sets de fotos, juegos de tiro con blasters y hasta un enorme “¿Quién es quién?” versión Star Wars nos hicieron olvidar por un momento que veníamos a ver beisbol.
Entre legos temáticos, un Dr. Simi vestido de jedi y muchas cosas divertidas más, los asistentes estaban completamente inmersos en la experiencia.

La tienda oficial, por su parte, lucía abarrotada: las camisolas edición Estrella de la Muerte, las gorras de y hasta las sudaderas con logo imperial volaban más rápido que el Halcón Milenario en modo hiperespacio.
Ya en las gradas, el ambiente era un carnaval de energía. La tribuna se estremecía con los cánticos clásicos: “Chiquitibum a la bim bom ba…”, pero también con ovaciones a los mejores disfraces que aparecían en pantalla.
En medio del jolgorio, comenzó el duelo: Diablos Rojos contra Guerreros de Oaxaca. Y la ofensiva escarlata no tardó en hacer sentir su poder.
Desde la primera entrada, Julián “Bandido” Ornelas prendió motores con un sencillo productor, y junto con Rio Ruiz, pusieron el 2-0. El ataque no se detuvo ahí.

Aunque los Guerreros intentaron responder, el pitcheo del abridor Justin Courtney fue sólido en cinco entradas, permitiendo solo dos carreras.
La octava entrada fue pura poesía ofensiva: rally de siete carreras, con Ornelas pegando un triple, Marmolejos un doble y el resto del lineup —que conectó hit todos sin excepción— haciendo añicos la defensa visitante. El marcador final: 11-2, una paliza digna de otro sistema solar.
Cuando pensábamos que no podía ser mejor, la noche cerró con un espectáculo de drones que iluminó el cielo con figuras de Darth Vader, Grogu y el escudo de los Diablos.
Un final apoteósico para una jornada que demostró que el béisbol y Star Wars pueden convivir en perfecta armonía, pues en la galaxia del Harp Helú, la Fuerza se sintió fuerte… y también el bateo escarlata.
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