El perfil criminológico del incesto y la pedofilia: “Es mi derecho, además ella se me insinuaba”

Un análisis criminológico evidencia cómo la percepción familiar pueden perpetuar conductas de abuso sexual infantil

Guardar
Rossi justifica el abuso a
Rossi justifica el abuso a su hija argumentando derechos patriarcales y negando la paternidad. (Jovani Pérez /Infobae México)

El abuso sexual de mayores a menores de edad es una forma grave de violencia que implica la imposición de conductas sexuales por parte de una persona adulta hacia un niño, niña o adolescente, en un contexto de desigualdad de poder, manipulación, engaño y fuerza. La Red por los Derechos de la Infancia en México, con base en los datos recabados entre 2010 y 2023 por la Secretaría de Salud, informa que durante 2023 se brindó atención en hospitales a 9,802 menores de entre 1 y 17 años por hechos relacionados con violencia sexual.

Este número representa un crecimiento del 1,139.2% frente a lo registrado en 2010 (con 791 atenciones). A pesar de ello, hubo una ligera disminución del 1.3% si se compara con las cifras del año previo (9,929 en 2022). En este contexto, la cantidad de menores atendidos durante 2023 ocupa el segundo lugar más alto desde que comenzaron los registros en 2010, y duplica el promedio anual observado entre 2010 y 2023 (4,247 casos por año). Cabe destacar que estos datos sólo reflejan los casos que fueron tratados en instalaciones hospitalarias, por lo que no abarcan la totalidad de las situaciones que ocurren en el país.

El Sistema Nacional DIF aclara que existen mitos comunes alrededor de este delito, tales como asociarlo exclusivamente con condiciones socioeconómicas precarias, responsabilizar a las madres, asumir que los menores violentados repiten la conducta, o pensar que sólo individuos con pedofilia incurren en este tipo de delitos. También se desmienten ideas como que el agresor siempre es fácil de identificar, que estos hechos requieren de mucho tiempo para ejecutarse, o que son situaciones imposibles en el entorno familiar propio.

En el libro Las puertas del infierno (2022), escrito por la criminóloga y psicóloga Mónica Ramírez Cano, se documenta el caso de Rossi, un hombre de 47 años acusado de agredir sexualmente a su hija, quien quedó embarazada luego de años de abuso iniciados cuando ella tenía 12.

Este caso, que aún estaba en proceso judicial al momento de la elaboración del perfil criminológico, revela un complejo entramado de factores sociales, económicos y familiares que moldearon la conducta del acusado y que, según el análisis, podrían haber contribuido a los delitos que se le imputan.

La infancia de Rossi reveló
La infancia de Rossi reveló negligencia, abandono y entornos sexualizados que moldearon patrones de violencia. (Imagen Ilustrativa Infobae)

Una infancia marcada por el abandono y la negligencia

Según detalla Ramírez Cano, Rossi fue el único hijo de la unión entre sus padres, aunque posteriormente su madre tuvo dos hijos más con otra pareja. Su padre los abandonó cuando él era muy pequeño, limitándose a visitas esporádicas que, lejos de ser reconfortantes, se caracterizaban por discusiones violentas entre sus padres. Estas experiencias dejaron una huella negativa en su memoria, asociando esos encuentros con episodios desagradables.

Un accidente ocurrido durante su infancia, en el que su madre resultó herida y hospitalizada durante un mes, marcó un punto de inflexión en la dinámica familiar. A partir de ese momento, la madre de Rossi comenzó a consumir alcohol en exceso, lo que eventualmente derivó en cirrosis. Además, la madre ejercía trabajos sexuales y aunque no hay evidencia directa de que Rossi haya sido víctima de abuso sexual en su niñez, el análisis criminológico sugiere que existió una permeabilidad significativa entre los límites de la sexualidad y la afectividad en el entorno familiar.

El acusado recuerda a su madre como una figura dominante en el hogar, quien establecía las reglas. Durante su infancia, Rossi asumió responsabilidades que no correspondían a su edad, como el cuidado de sus dos hermanos, con el apoyo ocasional de sus abuelos. Sin embargo, allegados al acusado describen su niñez como solitaria y marcada por el desamparo.

El perfil criminológico identifica al
El perfil criminológico identifica al Rossi como un abusador "situacional", influenciado por traumas del pasado.

Rechazo a las normas y una adolescencia temprana

En el ámbito escolar, Rossi mostró una actitud de rechazo hacia las reglas, lo que lo llevó a ausentarse frecuentemente para buscar diversión. A pesar de su aversión a las normas, no se registraron problemas graves de conducta durante esa etapa. Sin embargo, su vida dio un giro a los 12 años, cuando comenzó a trabajar debido a las carencias económicas de su familia, atribuida al alcoholismo de su madre.

“Recuerda con desagrado sus días de colegio, pues reconoce que no le gustaban las reglas impuestas en el campo escolar; de hecho, nunca fue una persona que acatara las reglas”, explica la especialista.

A los 14 años, Rossi se mudó con sus abuelos, y a los 16 contrajo matrimonio por primera vez con una joven un año menor que él, con quien tuvo un hijo. Este matrimonio, que requirió la autorización de los padres de ambos, marcó el inicio de una vida adulta temprana y llena de responsabilidades.

El suicidio de su hermano, a quien encontró ahorcado cuando tenía 18 años, fue otro evento significativo en la vida de Rossi. Aunque asegura no haber sufrido emocionalmente por la pérdida, admite que este hecho le generó problemas para conciliar el sueño durante varios años. Por otro lado, su relación con su segundo hermano, quien trabajaba en una panadería, fue descrita como positiva.

Ya en su vida adulta, tuvo relaciones con varias mujeres, de las cuales nacieron hijos que en algunos casos no reconoció como propios. En particular, negó la paternidad de una hija nacida de una relación con una mujer a la que calificó de promiscua, aunque no presentó pruebas que respaldaran esta afirmación.

Las condiciones de convivencia y
Las condiciones de convivencia y entornos vulnerables facilitan los delitos en casos documentados de abuso sexual.

Qué revela el perfil

El perfil criminológico elaborado por Ramírez Cano detalla que Rossi justificaba el abuso sexual de su hija con argumentos que reflejan una percepción distorsionada de la realidad. Según el acusado, “cuando se está en ese momento, uno no piensa”, “es mi derecho, además ella se me insinuaba.”, aseguró.

“En su matrimonio, el coito en la pareja debía estar precedido por una relación sexual con su hija de 12 años y que la madre presenciara el acto”, explica Mónica Ramírez.

Dentro del análisis también se revela que el abuso se facilitó por las condiciones de convivencia de la familia, quienes dormían en la misma cama. La madre de la menor tenía conocimiento de los hechos, ya que Rossi requería mantener relaciones sexuales con su hija antes de hacerlo con su pareja. Este comportamiento, según el perfil, podría estar relacionado con la recreación de eventos vividos durante su infancia, aunque el acusado se mostró reacio a hablar de esos aspectos de su pasado.

La investigación de Ramírez Cano destaca que la infancia de Rossi estuvo marcada por la negligencia, el desamparo y un ambiente de promiscuidad sexual que él percibía como normal. Estas experiencias moldearon su percepción de las relaciones familiares y sexuales, llevándolo a reproducir patrones de conducta aprendidos en su entorno.

El perfil criminológico lo clasifica dentro de la tipología de agresores sexuales “situacionales”, según el modelo propuesto por Burguess, Groth y Holstrom en 1978. Este tipo de agresores no presenta un interés sexual exclusivo en menores, pero puede abusar de ellos en contextos específicos, como resultado de experiencias traumáticas o situaciones de estrés.

El análisis de Mónica Ramírez
El análisis de Mónica Ramírez destaca la urgencia de garantizar la protección a las víctimas en entornos vulnerables.

Un caso que sigue en espera de justicia

A pesar de las pruebas en su contra, Rossi niega cualquier responsabilidad en los abusos cometidos contra su hija y culpa a la víctima, argumentando que ella se le insinuaba. Además, atribuye su conducta a los derechos que, según él, le otorga su rol como hombre y cabeza de familia. Esta postura refleja una falta de introspección y una resistencia a asumir las consecuencias de sus actos.

El análisis concluye que, aunque los actos de Rossi pueden explicarse en el contexto de su historia personal y familiar, no pueden justificarse. Su caso pone de manifiesto la necesidad de abordar las raíces sociales y psicológicas de la violencia sexual, así como de garantizar la protección de las víctimas en entornos vulnerables.

Al momento de las entrevistas realizadas para el perfil criminológico, Rossi esperaba una sentencia por los delitos de abuso sexual y violación.