
El 10 de junio de 1933, el avión Cuatro Vientos, pilotado por Mariano Barberán y Joaquín Collar, despegó de Sevilla con un objetivo ambicioso, cruzar el Atlántico sin escalas hasta llegar a Cuba. Este vuelo, que duró casi 40 horas y recorrió cerca de ocho mil kilómetros, marcó un hito en la historia de la aviación española.
“Han despegado a las 4:35 de la madrugada del día 10 de junio de 1933, desde la pista de Tablada, en Sevilla —que ha habido que alargar 500 metros más para permitir que el sobrecargado avión pudiera elevarse—”, se lee en el artículo escrito por el Juan Antonio Guerrero, Miembro Correspondiente del Instituto de Historia y Cultura Aeronáuticas del Ejército del Aire español.
Sin embargo, pocos días después de su llegada triunfal a La Habana, la aeronave desapareció en su trayecto hacia México, dejando tras de sí un misterio que persiste hasta hoy. Según detalla la Fundación ENAIRE, esta proeza no solo destacó por su complejidad técnica, sino también por la valentía y la meticulosa preparación de sus protagonistas.

Un desafío técnico y humano sin precedentes
El Cuatro Vientos, un monomotor fabricado en España bajo licencia, fue modificado específicamente para esta misión. Según informa la Fundación ENAIRE, los ingenieros españoles ampliaron la envergadura y la superficie alar del avión, además de instalar un tanque central de combustible con capacidad para 3 mil 900 litros, complementado por siete tanques auxiliares. En total, la aeronave podía transportar 5 mil 300 litros de combustible, una cantidad indispensable para cubrir la extensa distancia sin escalas.
El vuelo Sevilla-Cuba representaba un desafío monumental. De los casi ocho mil kilómetros de recorrido, 6 mil 300 eran sobre el océano, lo que implicaba un riesgo constante. Además, la travesía requería al menos 40 horas de vuelo continuo, un esfuerzo físico y mental extremo para los dos aviadores. Mariano Barberán, capitán de ingenieros y experto en navegación, y el joven piloto Joaquín Collar, teniente de caballería, asumieron este reto con una preparación exhaustiva y una confianza absoluta en sus capacidades.
La idea de este vuelo comenzó a gestarse en 1932, cuando Barberán presentó un detallado informe a la Dirección General de Aeronáutica. En este documento, defendió no sólo la viabilidad técnica del proyecto, sino también su relevancia política y estratégica. El estudio incluía análisis meteorológicos, rutas óptimas y las posibles repercusiones internacionales de la hazaña.
El apoyo gubernamental no tardó en llegar. El avión fue construido en la factoría CASA de Getafe y entregado el 15 abril de 1933, tras completar las pruebas necesarias. Barberán y Collar realizaron vuelos nocturnos y ensayos previos para afinar los cálculos de velocidad y consumo de combustible.
Además, el teniente coronel José Cubillo Fluitter, uno de los mejores meteorólogos de la Aviación Militar, elaboró un análisis detallado de las condiciones atmosféricas en el Atlántico, lo que permitió definir la ruta más segura.
“De su trabajo dependería la elección de la ruta más adecuada entre las utilizables y Cubillo realizó su tarea a la perfección, conforme a las normas en vigor de la CINA (Comisión Internacional de Navegación Aérea)”, explica Juan Antonio Guerrero.

El despegue desde Sevilla y la travesía transatlántica
El 9 de junio de 1933, el Cuatro Vientos despegó desde Getafe hacia Sevilla, donde aterrizó a las 19:15 horas. En la madrugada del día siguiente, tras recibir partes meteorológicos favorables, el avión inició su histórica travesía.
Durante las casi 40 horas de vuelo, Barberán y Collar enfrentaron condiciones extremas. De acuerdo con el artículo, Collar sufrió una indisposición a mitad del trayecto, lo que obligó a Barberán a tomar los mandos temporalmente. A pesar de estas dificultades, la navegación fue impecable, utilizando métodos tradicionales como el sextante y cálculos astronómicos para mantener el rumbo.
“Después de rodar los 1.500 metros de pista, se elevó en el cielo sevillano, todavía casi a oscuras. Tras sobrevolar la ciudad, dormida aún a sus pies, el pájaro blanquirrojo puso rumbo al mar, escoltado por los aviones militares y una avioneta civil que habían acudido a despedirlo”, detalla el texto.
Finalmente, el Cuatro Vientos aterrizó en Camagüey, Cuba, el 11 de junio, con solo 100 litros de combustible restantes. La llegada de los aviadores españoles fue recibida con entusiasmo por la población local y la prensa internacional. Por su parte, el corresponsal de Associated Press, Wilfredo Rodríguez, fue el primero en entrevistarlos, destacando la magnitud de su hazaña.
“Wilfredo Rodríguez que, junto al personal de tierra, se acercó al avión de los españoles e hizo la primera de las muchas entrevistas que los aviadores concedieron durante su estancia en la isla. La hazaña de Barberán y Collar copó las páginas de todos los diarios”.
La desaparición del Cuatro Vientos
Tras varios días de descanso y revisiones técnicas al avión, Barberán y Collar se prepararon para la siguiente etapa de su viaje, un vuelo de 1 mil 920 kilómetros hacia la Ciudad de México. Los registros explican que, el despegue ocurrió a las 5:52 de la mañana del 20 de junio, bajo un cielo gris y lluvioso.
El Cuatro Vientos fue avistado por última vez cerca de Villa Hermosa, Tabasco, alrededor de las 11:30 de la mañana. Sin embargo, nunca llegó a su destino. Las condiciones meteorológicas adversas, con intensas lluvias y cielos encapotados, pudieron haber desviado al avión de su ruta.
" El tiempo ha empeorado seriamente y, en palabras de los pilotos recogidas por la prensa, la sierra poblana era materialmente una cortina negra que seguramente ha obligado a Barberán y Collar a desviarse de su rumbo, pues el paso en esos momentos es imposible”, describe Juan Guerrero.
La desaparición del avión desató una búsqueda exhaustiva en México, en la que participaron escuadrones aéreos, fuerzas terrestres y voluntarios civiles. A pesar de los esfuerzos, no se encontraron rastros concluyentes del Cuatro Vientos. La única evidencia hallada fue una cámara de neumático en la costa, que podría haber sido utilizada como salvavidas.

Desde su desaparición, el vuelo del Cuatro Vientos ha sido objeto de especulaciones y teorías. Según la crónica de Juan Antonio Guerrero, la hipótesis más aceptada es que el avión cayó al océano debido a las malas condiciones meteorológicas. Sin embargo, el destino final de Barberán y Collar sigue siendo un enigma.
“La hipótesis más probable que se barajó en su día y todavía sigue siéndolo es la de la caída al mar, obligados a desviarse de su rumbo por el mal tiempo”, menciona la fundación.
Lo que es indiscutible es que su hazaña marcó un antes y un después en la historia de la aviación. Su valentía, determinación y espíritu pionero los convirtieron en leyendas, recordadas no solo por su proeza técnica, sino también por el misterio que rodea su último vuelo.
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