
Luego de que se consumara la Conquista de México, los españoles tomaron el control total del territorio. Uno de los aspectos que se encargaron de cambiar y controlar, fue la religión, pues comenzaron a evangelizar a los indígenas e impusieron la religión cristiana que ellos tenían.
A pesar de esto, hubo quienes se negaron a dejar atrás sus creencias y siguieron profesando sus cultos prehispánicos. Uno de los hombres que siguió creyendo en los dioses prehispánicos, fue Carlos Ometochtzin, que en náhuatl quiere decir dos conejos, quien también era conocido simplemente como Don Carlos de Texcoco. Él fue miembro de la nobleza acolhua.
No se tienen datos de la fecha de su nacimiento, pero se calcula que en 1539, año en el que fue asesinado, contaba con unos 30 años de edad. Don Carlos Ometochtli era hijo “natural” de Nezahualpilli y hermano de otros descendientes también “naturales” como Antonio Pimentel Tlahuitoltzin, Pedro Tetlahuehuetzin y Hernando Pimentel Ihuan, quienes llegaron a ocupar la gubernatura del reino texcocano.
Es reconocido en la historia por su resistencia a la evangelización cristiana, y por ser nieto del famoso gobernante texcocano Nezahualcóyotl, ya que su hijo Nezahualpilli era padre de Ometochtzin.
Él poseía tierras importantes en la región de Texcoco, según el códice azteca conocido como Mapa de Tierras de Oztoticpac de Texcoco.

El haberse negado a evangelizarse a la religión cristiana le costó la vida. Y es que esa acción lo llevó a ser quemado en la hoguera el 30 de noviembre de 1539 por orden del obispo Don Juan de Zumárraga, quien fue el primer obispo católico de la Nueva España, por continuar practicando la religión prehispánica.
Fue entre los años 1536 y 1543 que fray Juan de Zumárraga ocupó el cargo de inquisidor apostólico en la Nueva España. En ese tiempo tuvo 21 juicios en contra de indígenas, pero el que destaca fue el de Carlos Ometochtzin, por ser el único que tuvo una sentencia de muerte en la hoguera.
Según el portal Arqueología Mexicana, especializado en el tema, durante el lapso de sus funciones, fray Juan de Zumárraga atendió, en ocasiones junto a el oidor de la Audiencia Francisco de Loaysa, cerca de 131 procesos a mujeres y hombres españoles, mestizos e indios. De ese número, en 21 expedientes se procesó a 23 indígenas, la mayoría de ellos, miembros o asociados a la nobleza.
Las principales acusaciones contra ellos fueron herejía, idolatría, hechicería dogmatizante, encubrimiento de ídolos, poligamia, amancebamiento y superstición.
Aunque no es un hecho comprobado, se tiene la hipótesis que Carlos Ometochtzin fue denunciado por idolatría ante el Santo Oficio por Francisco Maldonado, uno de sus sobrinos, con el apoyo de Lorenzo de Luna, como consecuencia de una lucha por el poder local. Dicha denuncia tuvo un excepcional eco, en especial, en el obispo Zumárraga.
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