
Las tortas y los chilaquiles son dos platillos emblemáticos en la gastronomía mexicana, apreciados tanto por su sabor como por su versatilidad y accesibilidad. Las tortas, popularmente conocidas como “lonches” en algunas regiones, son sándwiches elaborados con pan bolillo o telera, rellenos con una amplia variedad de ingredientes. Las más populares incluyen carnitas, jamón, queso, milanesa de pollo, y pastor, entre otros.
Este platillo ha ganado el gusto de los mexicanos por su combinación de sabores y texturas, y su facilidad de preparación. Además, las tortas son prácticas y asequibles, convirtiéndose en una opción frecuente para desayunos, almuerzos y cenas rápidas. La versatilidad de los ingredientes permite adaptarse a las preferencias y necesidades de cada comensal, haciendo que haya una torta para cada gusto.

Por otro lado, los chilaquiles son un platillo elaborado a base de tortillas de maíz fritas o totopos, bañadas en salsa verde o roja. A menudo se acompañan con pollo deshebrado, crema, queso, cebolla y, en algunos casos, un huevo estrellado.
Este platillo se consume comúnmente en el desayuno o el almuerzo, y es especialmente popular en la Ciudad de México y sus alrededores. Los chilaquiles gozan de gran aceptación por ser una manera sabrosa y sustanciosa de aprovechar las tortillas sobrantes, además de ser una excelente opción para aquellos que buscan iniciar el día con una comida completa y energética.
Ambos platillos tienen una conexión cultural y emocional fuerte con la población mexicana. Las tortas y los chilaquiles no solo representan la riqueza culinaria del país, sino también su historia y tradición. En muchos casos, las recetas de estos alimentos se han transmitido de generación en generación, incorporando variantes regionales y familiares que enriquecen aún más su diversidad.

El gusto por las tortas y los chilaquiles también está ligado a la cultura de la comida callejera en México. La accesibilidad y la conveniencia de encontrar puestos que venden estos alimentos en prácticamente cualquier esquina de las ciudades contribuyen enormemente a su popularidad. Esta proximidad y la interacción diaria con estos sabores contribuyen a que ambos platillos sean parte esencial de la dieta y la identidad mexicanas.
La torta de tamal, amor de los chilangos
La guajolota, también conocida como torta de tamal, es un platillo típico de la Ciudad de México que combina dos elementos tradicionales de la gastronomía mexicana: el tamal y el bolillo. Esta peculiar creación tiene sus raíces en la cultura popular urbana y es un alimento emblemático de la comida callejera capitalina.
El origen de la guajolota se remonta a mediados del siglo XX, cuando vendedores ambulantes comenzaron a ofrecer tamales insertados en pedazos de bolillo o telera como una forma práctica y económica de consumir este alimento. Se le atribuye la invención a la creatividad de los comerciantes que buscaban ofrecer una comida más sustanciosa a trabajadores y personas en movimiento.
Su nombre “guajolota” proviene de una deformación humorística del término “guajolote”, que es el nombre del pavo en náhuatl. Este apelativo destaca la percepción de que una torta de tamal es tan sustanciosa como un guajolote entero.

Hoy en día, la guajolota es un desayuno común en la capital mexicana, especialmente durante los meses más fríos. Existen diversas variantes dependiendo del tipo de tamal utilizado, ya sea de verde, rajas, mole, dulce o incluso de elote. La guajolota es un claro ejemplo de la fusión y evolución de la comida tradicional mexicana en el contexto urbano contemporáneo.
Lo mejor de dos platillos en uno
En la Ciudad de México, un local en las calles ha innovado en el ámbito de los antojitos mexicanos con una nueva y peculiar creación. Don Ángel, conocido por su puesto de antojitos, ha lanzado la Guachilotorta, una mezcla única de tamal y chilaquiles que busca deleitar el paladar de los ciudadanos.

Este platillo se prepara en un bolillo, y el comensal puede elegir el tipo de tamal, que varía desde el clásico tamal verde hasta opciones más dulces. El tamal seleccionado se coloca dentro del bolillo y se cubre con totopos y salsa verde. Finalmente, el platillo se adorna con cebolla, queso y crema, lo que resulta en una combinación de sabores única.
El puesto de Don Ángel, que ya es famoso por sus otras creaciones como el guajalotongo, ha convertido a la Guachilotorta en una opción popular entre los que disfrutan de desayunar en las calles de la ciudad. Según quienes han probado este nuevo platillo, la primera mordida es una auténtica explosión de sabor.

Además de la calidad de los ingredientes, Don Ángel es conocido por su atención al cliente, haciendo sentir a los comensales como en casa. Para acompañar la Guachilotorta, se recomienda un atole caliente, una opción perfecta para las mañanas frías de Ciudad de México.
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