
El descubrimiento de que los macacos pueden sincronizar sus movimientos con el ritmo de la música, cuestiona la hipótesis de que la sincronización rítmica es exclusiva de los humanos y algunas aves con habilidades avanzadas de aprendizaje vocal, generando nuevas oportunidades de investigación respecto a la evolución musical en el reino animal.
Esto a partir de un estudio publicado el 27 de noviembre de 2025 en la Revista Science, el cual documenta cómo dos ejemplares entrenados lograron sincronizar sus acciones al compás de algunas canciones, incluidas piezas del compositor estadounidense Barry White.
El equipo liderado por Vani G. Rajendran, Luis Prado, Juan Pablo Marquez y Hugo Merchant, del Instituto de Neurobiología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), diseñó un protocolo en el que dos macacos adultos, previamente adiestrados para seguir el ritmo de un metrónomo, debían identificar y acompasar sus movimientos a fragmentos de música real.
Según la Revista Science, los animales tocaban una pantalla cinco veces, ajustando el intervalo entre cada toque al tempo de la canción para recibir una recompensa. Para comparar, el experimento incluyó a 18 voluntarios humanos.
Los resultados mostraron que, además de sincronizar sus toques con el ritmo musical, los macacos lo hicieron de manera consistente y espontánea, incluso cuando no era necesario para obtener la recompensa. Al respecto, el equipo de investigación afirmó de manera breve: “Nuestros datos revelan que el macaco es capaz de percibir el pulso y sincronizarse con la música”.
Dicho comportamiento se mantuvo incluso cuando los animales podían ignorar el sonido y optar por estrategias más simples para recibir el premio, lo que sugiere una tendencia natural a coordinar sus movimientos con el ritmo musical.
DW añade que los investigadores también utilizaron fragmentos de canciones de artistas como los Backstreet Boys, y que los primates adaptaron sus fases de golpeteo cuando los autores del estudio modificaron el tempo de la música. Además, la sincronización se observó incluso con canciones que los animales no habían escuchado antes, lo que refuerza la hipótesis de que dichos mamíferos pueden detectar, anticipar y sincronizarse con el ritmo de la música.
Para descartar que los animales simplemente respondieran a señales visuales o patrones repetitivos, el equipo introdujo controles en los que alteraron la relación temporal entre la música y las señales de inicio, y presentaron versiones de las canciones con la estructura rítmica desordenada. Cuando la música carecía de ritmo, los macacos dejaron de sincronizar sus toques, lo que llevó a concluir que su comportamiento dependía de la percepción de éste.
Qué nos dice este hallazgo sobre el ritmo y el cerebro

Hasta ahora, la hipótesis dominante sostenía que la sincronización rítmica dependía de circuitos cerebrales especializados para la imitación vocal, presentes solo en humanos y algunas aves cantoras. El documento publicado en la Revista Science explica que el caso de los macacos, que no son aprendices vocales, plantea la posibilidad de que la sincronización con el ritmo dependa de una combinación de habilidades cognitivas y de aprendizaje por recompensa, más que de la imitación vocal en sí.
El equipo de Rajendran propone la “hipótesis de los cuatro componentes” (4Cs), según la cual la percepción y sincronización con el ritmo musical requiere la coordinación de cuatro procesos: detección de patrones auditivos, predicción, retroalimentación auditivo-motora y aprendizaje reforzado por recompensa.
Al respecto, DW subraya que este hallazgo refleja una mayor generalización y flexibilidad en la percepción del ritmo, más allá de lo descrito previamente en el macaco y de lo que se asumía para especies que no aprenden vocalmente.
Por qué los resultados deben tomarse con cautela

A pesar de la relevancia del hallazgo, el propio equipo de investigación señala que la sincronización musical no es un comportamiento natural en los macacos, sino una habilidad que emerge tras un entrenamiento intensivo y bajo la motivación de una recompensa externa. Es decir, mientras los humanos suelen disfrutar y buscar la música de forma natural, los macacos requieren un incentivo para mostrar este comportamiento.
En otro análisis publicado en la Revista Science y citado por DW, Asif Ghazanfar y Gavin Steingo, de la Universidad de Princeton, Estados Unidos, recalcan: “Un comportamiento que ha sido condicionado puede no ser equivalente a un comportamiento que surge espontáneamente”.
Además, Miquel Llorente, del departamento de Psicología de la Universidad de Girona, España, advierte sobre la prudencia necesaria al interpretar los resultados, ya que el tamaño muestral es extremadamente reducido y el entorno experimental es artificial. El especialista señala que “este tipo de protocolos, aun siendo clásicos en neurociencia, se alejan notablemente del repertorio natural de la especie y dificultan la extrapolación realista de los resultados”.
El estudio deja abiertas varias preguntas sobre la evolución de la música y la relación entre el placer, el aprendizaje y la coordinación motora. Según los autores, los próximos pasos incluyen investigar cómo se conectan las regiones cerebrales responsables de la audición, el movimiento y la recompensa en humanos y otros animales, y si la capacidad de disfrutar la música podría haber evolucionado gradualmente en distintas especies.
De esta forma, la investigación posiciona al macaco como un modelo relevante para explorar los mecanismos neurobiológicos de la percepción musical y comprender mejor la diversidad y el origen de la musicalidad en los seres vivos.
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