
Hace aproximadamente cuatro años, el fotógrafo estadounidense Casey Cooper vivió una experiencia que marcaría su vida para siempre, cuando, mientras trabajaba como voluntario en ONCA Wildlife Rescue, un santuario boliviano que rescata y rehabilita animales salvajes, conoció a Mikah, una mona araña que había sido víctima del tráfico ilegal de fauna silvestre.
“Estaba muy nervioso porque era un mono araña bastante grande”, contó Cooper en entrevista con The Dodo For Animal People, una plataforma con enfoque emocional hacia el cuidado y la defensa de los animales. “Me miró de forma extraña. Luego se acercó a mí, saltó, me dio un abrazo en el cuello y se quedó ahí un rato. Fue increíble. Me enamoré de ella inmediatamente”, añadió.
Mikah había sido una mascota, por lo que estaba acostumbrada a los humanos, sin embargo, la misión de ONCA era ayudarla a recuperar sus instintos salvajes para que pudiera reintegrarse en una tropa y volver a su hábitat natural en la selva amazónica. “Cuando estos animales llegan por primera vez a un santuario, carecen por completo de habilidades sociales. Son marginados por su propia especie y tardan años en ser aceptados”, escribió el hombre en su cuenta de Instagram, donde documentó parte del proceso.
Durante varios meses, Casey se dedicó a acompañar y proteger al animal en su transición. “Pasábamos juntos de seis a ocho horas al día”, relató. “Supervisaba sus interacciones con la manada salvaje para asegurarme de que las hembras no la atacaran, ya que pueden ponerse muy a la defensiva con las nuevas hembras de tamaño alfa que se unen a la manada”.
Así, cada vez que ella se sentía insegura o amenazada, corría hacia el fotógrafo en busca de consuelo. “La sacaba de la tropa y la llevaba a un lugar seguro”, explicó. “Yo era su refugio mientras la reintroducían a la tropa salvaje”.
Finalmente, tras meses de esfuerzos, la mono araña fue aceptada por el grupo y pudo ser liberada para volver a la selva donde hoy continúa prosperando.
Un reencuentro inesperado en la selva

La historia, sin embargo, no terminó ahí. Años después, en una visita de Cooper al santuario, algo extraordinario ocurrió. Mientras caminaba por la selva tropical cercana al área donde se sabía que vivía Mikah, el destino los volvió a reunir.
“Enseguida me miró a los ojos”, dijo el rescatista a The Dodo. El animal estaba en lo alto de un árbol, pero al reconocer a su antiguo cuidador, descendió de inmediato. “Se acercó y me dio un abrazo”, recordó.
El momento fue aún más especial cuando ella le mostró que estaba esperando crías. “Me dejó claro que estaba embarazada”, contó emocionado. “Fue como decir: ‘Mira esto, mira dónde estoy ahora’. Se me saltaron las lágrimas porque hacía tanto tiempo que no la veía y se crea una conexión muy estrecha con estos animales”.
A pesar de la alegría del reencuentro, el nombre fue consciente del límite que debía mantener. “Quería reconocerla, pero inmediatamente después del video, la aparté de un empujón y me alejé”, relató. “Fue un encuentro hermoso, pero cuando se trabaja con la vida silvestre, es muy importante mantener cierta distancia”.
Cooper compartió con la revista Newsweek cómo esta experiencia ha sido transformadora, no solo para Mikah, sino también para él. “Ha sido una gran bendición poder ver cómo animales que, francamente, no parecen tener ninguna posibilidad de sobrevivir en la naturaleza”, dijo. “Sinceramente, es como ver a un drogadicto rehacer su vida y alcanzar su máximo potencial. Estos animales solo necesitaban a alguien que creyera en ellos”.
Y es que para el fotógrafo y rescatista, esta conexión va más allá de la empatía. “Personalmente, conecto muy bien con estos animales porque fui un alcohólico drogadicto que fue a rehabilitación. Su experiencia me recuerda mucho a la mía”, confesó.
Tráfico ilegal de monos araña

Desafortunadamente, la historia de Mikah es solo una de muchas, pues cada año, miles de primates son víctimas del tráfico ilegal de fauna silvestre. Los monos araña, en particular, están en grave peligro debido a la destrucción de su hábitat y la caza para el comercio de mascotas exóticas.
Según la Asociación de Zoológicos y Acuarios (AZA), los traficantes suelen capturar crías en su hábitat natural, matando a sus madres y a otros miembros de la manada que intentan defenderlas, un acto brutal que deja a los bebés huérfanos y traumatizados.
Peor aún, el tráfico de vida silvestre no actúa de forma aislada: “Suele estar vinculado a otras formas de delincuencia organizada y se ha convertido cada vez más en un componente de redes de tráfico más amplias que incluyen drogas y armas”, advierte la AZA.
Sumado a ello, el auge de las redes sociales ha amplificado el problema, pues la demanda de animales salvajes como mascotas ha aumentado, alimentada por videos virales y cuentas que presentan estos animales como adorables compañeros domésticos, ignorando por completo el sufrimiento y daño ecológico que implica ese comercio.
“Los monos araña son una especie sometida a mucha presión”, explicó Keith Lovett, presidente del Grupo Asesor de Taxones de Primates del Nuevo Mundo y vicepresidente de programas de la Sociedad para la Conservación de la Vida Silvestre del Zoológico del Bronx. “Esa presión incluye la pérdida de hábitat, pero también la caza furtiva para el comercio de mascotas”.
Frente a este panorama, organizaciones como ONCA Wildlife Rescue juegan un papel vital, ya que a través del rescate, rehabilitación y liberación de animales como Mikah, estas iniciativas restauran la dignidad y la libertad a seres vivos vulnerables.
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