
El arte de tragar espadas, una práctica que combina habilidad, riesgo y espectáculo, ha cautivado al público durante milenios, pero también se cobró un alto precio entre quienes lo practican.
Según informó All That’s Interesting, en los últimos 150 años se registraron al menos 29 muertes relacionadas con esta peligrosa disciplina, que puede causar desde laceraciones en la garganta hasta perforaciones en órganos vitales.
A pesar de los riesgos, esta forma de entretenimiento sigue vigente, con artistas que llevan el desafío al extremo.
La historia de esta práctica se remonta a hace aproximadamente 4.000 años, cuando los fakires y chamanes de la antigua India comenzaron a tragar espadas como una demostración de poder, invulnerabilidad y conexión espiritual con sus dioses.

Desde entonces, el arte se ha expandido por diversas culturas y épocas, desde la antigua Grecia y Roma hasta la Europa medieval, consolidándose como un acto central en los circos modernos.
El escritor romano Apuleyo ya mencionaba esta práctica en el siglo II d.C., describiendo a un artista en Atenas que tragaba espadas y lanzas como parte de su espectáculo.
El arte de tragar espadas no tardó en cruzar fronteras. Según All That’s Interesting, en el siglo VIII ya formaba parte del sangaku, un teatro callejero japonés que incluía acrobacias, malabarismo y contorsionismo.
En Europa, los jongleurs (malabaristas) medievales, artistas itinerantes, adoptaron esta práctica como parte de sus presentaciones. Para el siglo XIX, artistas indios como Ramo Samee llevaron el espectáculo a Londres, donde causaron sensación.
En 1813, The Times destacó la novedad de estos actos, que atrajeron la atención del público londinense, como pocas veces antes.

En América, el arte llegó en 1817 de la mano de otro artista indio, Sena Sama, quien realizó presentaciones en Nueva York y otras ciudades de la costa este.
A medida que los circos y museos de curiosidades ganaban popularidad, el acto de tragar espadas se convirtió en un espectáculo recurrente, con artistas que buscaban superar los límites de lo posible.

Hazañas extremas y tragedias en el escenario
El siglo XIX y principios del XX vieron surgir a figuras legendarias como Fred McLone, conocido como Chevalier Cliquot, quien impresionaba al público al tragar hasta 14 espadas a la vez.
Incluso, Cliquot incluso realizaba actos extremos como tragar una bayoneta con pesas de 8 kilogramos y permitir que el arma fuera impulsada por el retroceso de un rifle disparado.
Su aprendiz, Delno Fritz, continuó con estas hazañas, añadiendo relojes y cadenas a su repertorio.
Sin embargo, no todo era espectáculo: Fritz enfrentó un incidente crítico cuando un reloj quedó atascado en su esófago, siendo rescatado por un médico presente en el público.
No todos los artistas tuvieron la misma suerte. La esposa de Fritz, Maud D’Auldin, falleció tras un accidente con una espada dañada durante una presentación para el rey Jorge V y la reina María.
Según All That’s Interesting, la hoja, inspeccionada previamente por un miembro del público, tenía un defecto que terminó siendo fatal.
A pesar de la tragedia, Fritz entrenó a su sobrina, Edna Price, quien se convirtió en una estrella del circo y fue apodada por Robert Ripley como la “Reina de los tragadores de espadas”.
Price innovó al tragar tubos de neón que iluminaban su garganta, un acto que marcó un hito en la historia de esta disciplina.

En la actualidad, el arte de tragar espadas sigue evolucionando con artistas como Dan Meyer, presidente de la Sword Swallowers Association International, quien ha realizado actos como tragar una espada de 76 centímetros, rodeado de tiburones o arrastrar un automóvil con una espada en su garganta.
Sin embargo, los riesgos son reales. El medio The Telegraph reportó el caso de Hannibal Hellmurto, un tragador de espadas que sufrió una grave lesión al intentar tragar un tubo de neón más ancho de lo habitual.
Durante una presentación en 2012, su tráquea se desgarró, lo que lo llevó a pasar ocho semanas hospitalizado, incluyendo tres semanas en cuidados intensivos.
A pesar de la gravedad del accidente, Hellmurto regresó al escenario y recientemente debutó en la ópera Così fan tutte de Mozart, donde realiza un acto tradicional de tragado de espadas.
El entrenamiento detrás del espectáculo

El proceso para convertirse en un tragador de espadas profesional es largo y requiere un control físico extremo.
Según ABC Network, artistas como Heather Holliday y Chayne Hultgren, conocido como “The Space Cowboy”, han dedicado años a perfeccionar su técnica.
Holliday, quien comenzó su carrera en Coney Island, describe a ese medio, el acto como un desafío físico y mental, mientras que Hultgren explica que el control del reflejo nauseoso y la apertura de los esfínteres esofágicos son esenciales para evitar lesiones.
Ambos artistas han enfrentado accidentes. Hultgren, por ejemplo, sufrió una laceración en el revestimiento de su estómago al no prepararse adecuadamente antes de una presentación. Sin embargo, tanto él como Holliday consideran que los riesgos son parte de su pasión por este arte milenario.
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