
Amó la música desde el día en que nació, hace ya 80 años. Pero nunca soñó ni con los escenarios, ni con los aplausos ni con la fama. José Luis Perales lo único que quería era componer bellas canciones. Y así lo hizo. Un velero llamado libertad, El amor, Quisiera decir tu nombre, Te quiero, Por qué te vas y Me llamas son solo un pequeño muestrario de la inmensa cantidad de éxitos escritos por el autor. Sin embargo, un día le tocó cantar. Y el público lo idolatró de tal manera, que recién pudo dejar sus shows cinco décadas más tarde, con 20 álbumes grabados, 55 millones de copias vendidas y más de 100 discos de oro y platino en su haber, cuando en 2022 realizó su última gira llamada Baladas para una despedida.
“Tengo muchas cosas que hacer, quiero escribir, tengo dos o tres libros y uno a medias. Pero, por encima de todo, el hecho de marcharme de los escenarios supone una gran felicidad para mí porque es recuperar algo de lo que perdí de la infancia y de la adolescencia. Y, desde luego, porque también me permite dedicar más tiempo a ver y estar con mis nietos, que los tengo aquí al lado de casa. Para mí eso es maravilloso”, explicó el artista al ser consultado sobre su decisión de abandonar las presentaciones en vivo.
Nació el 18 de enero de 1945 en Castejón, un pequeño pueblito de la provincia de Cuenca, en España. Siendo un niño comenzó a estudiar música y a tocar en laúd, el primer instrumento que llegó a sus manos y con el que formó parte del conjunto de cuerdas de la región. Era un alumno aplicado que se destacaba, especialmente, en su clase de solfeo. Y, al ser el único hijo varón de una familia de cuatro hermanos, también era el mimado de su casa. Así que era feliz. Sin embargo, con apenas 13 años, José Luis tuvo que dejar su suelo natal para ir a estudiar a la Universidad Laboral de Sevilla. “De chico lloré mucho porque añoraba mi tierra”, confesó al recordar esos tiempos.
Hizo el esfuerzo por seguir la carrera de electrónica para justificar la beca que sus progenitores, de bajos recursos, habían conseguido para él. “Era eso o volverme a casa a ser albañil como mi padre”, decía. Pero nunca le interesó la ingeniería. Y, finalmente, la música pudo más. Junto a algunos de sus compañeros, formó el grupo The Linic Boys, con los que despuntaba en vicio ensayando en sus ratos libres con guitarras que fabricaban en los talleres de la universidad. Y llegó a ganar, con ellos, su primer premio en un festival de música, en el que interpretaron la canción Orfeo Negro. Ya en Madrid, en tanto, Perales dejó de lado los estudios para darle rienda suelta a su vocación.

Había compuesto Niebla en su cuarto de estudiante cuando tenía apenas 16 años. Pero fue recién a finales de los ´70 cuando sus amigos, sin avisarle, le arreglaron una entrevista con un director discográfico al que le habían presentado una maqueta con sus temas. Al tenerlo cara a cara, el hombre se sinceró con él y le dijo que no le veía futuro como cantante, ya que no tenía una gran voz y tampoco era muy agraciado físicamente, pero que sí le parecía un gran compositor. Entonces, José Luis respiró. Todo lo que quería era que sus temas llegaran a los grandes intérpretes de la época. Y eso fue lo que sucedió: Lola Flores, Raphael, Camilo Sesto, Miguel Bosé, Mocedades, Dyango, Vicente Fernández, José Feliciano y Paloma San Basilio son solo algunas de las figuras para las que escribió.
Perales asegura que componer para otro es “una especie de gimnasia teatral”, ya que lo que hace es ponerse en el lugar del artista, entender quién es e imaginar cómo lo cantaría. “Les imito, pongo su voz, su forma de actuar, su lenguaje, su público... Si escribía, por ejemplo, para Rocío Jurado o Isabel Pantoja tenía en cuenta que de Despeñaperros para abajo tienen un lenguaje especial que conozco bien, porque estudié allí siete años. Conozco sus formas y sus excesos y los saco como si yo hubiera nacido en Triana. Aglutino todo ese tipo de características del artista para intentar que la canción refleje su figura. Es como escribir un guion para una película, un reto apasionante”, explica.
Fue el productor Rafael Trabuchelli quien lo instó para que diera un paso más y se convirtiera también en intérprete. “A pesar de mi reiterada negativa a meterme en un estudio de grabación, intuyendo lo que me esperaba dado mi miedo a enfrentarme al público, él insistió tanto que acepté, deseando de todo corazón que aquel disco pasara de noche, lo cual me facilitaría seguir trabajando como autor. Dos semanas después de salir al mercado, Celos de mi guitarra se ponía número uno en la lista de Cuarenta Principales. No había marcha atrás”, explicó.
Uno de los temas que más éxito tuvo en boca de José Luis es ¿Y cómo es él?. Corrieron varias versiones sobre el motivo de su inspiración y se llegó a decir que, en realidad, se lo había cantado a su hija cuando ésta había decidido casarse e irse de la casa paterna. Pero nada más alejado de la realidad. Se trató de un encargo para otro artista pero, al escucharla, el productor supo que iba a ser un éxito y le pidió a Perales que la grabara él mismo. “La verdad es que es una canción que me agota un poco porque no la escribí para mí, sino para Julio Iglesias. Aunque me la acabé quedando, nunca la he sentido del todo mía y cuando la interpreto en el escenario no es tan auténtico como con otras”, señaló.
Lo que más le molestaba de las giras era el hecho de tener que separarse de su esposa, Manuela Vargas, con quien se casó en 1977 y tuvo dos herederos: Pablo y María. En los últimos tiempos, de hecho, decía que solo estaba dispuesto a viajar para hacer sus presentaciones si ella, que ya no tenía que cuidar a sus hijos porque eran adultos, podía acompañarlo. Pero, al final, también empezó a extrañar a sus cuatro nietos: Manuela, Guillermo, Noa y Zoe. Y decidió volver al origen, trabajando con la música pero solo como compositor y aprovechando su tiempo para terminar algunos libros de novelas, su otra pasión. “Nunca me he sentido una estrella. No soy el típico cantante al que le gustan las fiestas y el glamour. Yo escribo canciones como el que va a la oficina, sólo que mi oficina son mi estudio. Pero es una vida de trabajador normal”, dice el hombre al que el éxito y la fama jamás lograron corromper.
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