
Ese día, en el habitual almuerzo mensual del grupo no son tantos como de costumbre los comensales. Explican que acaban de volver de un viaje a Tandil y el clima tampoco ayuda, pero generalmente son muchos más los que se reúnen a comer en el restaurante Punto Amarradero.
Hoy andan por los 76, 77 años, pero se conocen desde los 12 ó 13, cuando ingresaron al exigente Liceo Militar General San Martín, un colegio donde pasaban internados desde el domingo a la noche hasta el sábado por la mañana cuando, salvo sanción, volvían a sus casas por el fin de semana.

En la charla con Infobae, todos, sin excepción, señalan esa experiencia como la que galvanizó la amistad entre ellos. Eran casi niños cuando ingresaron a esa vida de disciplina militar, casi como una larga colimba, y eso los unió definitivamente. Sin transición pasaron del hogar familiar a la ruda vida cuartelera y a la mayoría le hubiera sido imposible adaptarse sin la camaradería de grupo. “La época más importante de la vida en materia de aprendizaje la vivimos juntos”, dicen.
Y sometidos a una rutina que resulta exigente incluso para un adulto. A la mañana, 15 minutos en total para levantarse, cuenta Alejandro Portabales: 5 minutos para hacer la cama, 5 para vestirse y 5 para lavarse la cara. En pleno invierno, salir en pantalón corto a un campo de entrenamiento cubierto de escarcha. Fueron tiempos muy duros, dice. No había ningún período de adaptación para esos chicos. “Muchos no aguantaron”.

“No es que íbamos a ese colegio por vocación militar, es que era uno de los mejores, estaba el Nacional, el Pellegrini y los liceos militares. Se presentaban 2000 candidatos y entrábamos unos 300”, dice Rubén Rubio.
Para calibrar el nivel de exigencia baste saber que no podían llevarse ninguna materia previa. Ni una. Algo hoy inimaginable.
El año que viene la camada n° 24, nombre de fantasía “Fénix”, cumplirá los 60 años de egresada y habrá un gran festejo.

De todos ellos, sólo uno siguió la carrera militar. Los demás son profesionales universitarios o se dedicaron a la actividad empresarial.
“Esta unión de hoy tiene su impronta en la educación militar, dice Rubio. “Después del Liceo nos seguimos reuniendo, esa amistad no se cortó nunca”. Esto es así a pesar de que no todos ellos terminaron juntos en el Liceo: las expulsiones estaban a la orden del día. Sin embargo, alrededor del año 2000, uno de ellos, lamentablemente ya fallecido, se tomó el trabajo de recontactar a todos y volverlos a reunir.
La camada 24, por otra parte, tuvo un final accidentado, excepcional en la trayectoria del Liceo, como se explicará más adelante.

Además del almuerzo mensual, cada año organizan un viaje de entre una semana y 15 días según el destino. Así, han recorrido muchos lugares de la Argentina y también de países limítrofes. En Paraguay visitaron una colonia menonita, de funcionamiento cooperativo, ruinas jesuíticas y el lago de Ypacaraí.
Han estado en Mendoza, en Bariloche, en Colonia del Sacaramento. “Y el año que viene al geriátrico”, bromea Raúl Appio.

Algunos de los viajes son desafiantes. Hicieron rafting en el cañón del Atuel y subieron por el glaciar Viedma. “No somos nonos que nos quedamos en la casa”, aclaran.
Recuerdan el Paso de las Nubes en Bariloche, durmiendo en un refugio con 2 grados de temperatura. Dos días bajo la lluvia, volvieron empapados. “Fue hace 5 años, cuando éramos chicos”, ríen.

La amistad primero
Adolfo Noriega emigró a Estados Unidos apenas se recibió de arquitecto. Tiene allá a toda su familia, pero viene a la Argentina tres veces al año, sólo para ver amigos y siempre aprovecha para almorzar con los de la camada. “No vengo por turismo”. ¿Tanta importancia le atribuye a estos encuentros? “Mucha importancia, algunos de ellos son como hermanos para mí, es una amistad desinteresada”.
También es una amistad que han logrado proteger de las diferencias políticas que a veces se agudizan en este país al punto de romper familias y lazos de toda la vida.

“Evitamos la confrontación. La única forma de no agredirnos es eludir esos temas”, aclaran, en obvia alusión a la política.
“Fuimos compañeros 4 ó 5 años en un instituto con disciplina militar. Es un curso acelerado de tolerancia”, explica Alberto Coronel. “Si no sos capaz de vivir con las cosas que no estás de acuerdo... No me afecta a la relación de amistad el pensamiento de cada uno”, afirma.
Está fuera de nuestro pensamiento supeditar la amistad a la política, coincide Raúl Appio. “Es algo muy enraizado en nosotros. Nos formamos muy unidos, hermanados. Orden, respeto y jerarquía. Y la amistad por encima de todo”.

“Estamos cada vez más viejos y cada vez más cerca. Esto nos hace vivir”, agrega. Él siente que la vida social en Argentina se está diluyendo. Se cierran clubes o se vuelven sociedades anónimas y se pierde el ambiente de antaño. Por eso es cada vez más valiosa la camada 24.
“No me pierdo ninguno de estos almuerzos -dice Miguel Bonafert- La presencia se acrecentó cuando nos jubilamos”. Con menos compromisos de trabajo y los hijos ya criados, queda más tiempo para disfrutar la amistad.

“Somos Silver, pero estamos en buena condición”, dicen, cuando se les pregunta como se llevan con la edad. “Cuidamos nuestra salud, alimentación, hacemos ejercicio. Nuestros viejos, a esta edad, muchos no estaban así de bien”.
“Antes tenías la ‘tercera edad’. Y eran los viejos. Hoy ya hay una ‘cuarta edad’. Los de la tercera, somos los Silver. Y nos estamos ‘reinventando’. En mi caso, estoy estudiando IA en la web. Está lleno de posibilidades de hacerlo gratis”, dice uno.
Aseguran que “la cultura Silver está ganando terreno”, pero hay mucho por delante todavía.
“Una cosa que me molesta es el viejismo o edadismo, que es cuando te discriminan laboral o socialmente porque tenés más años”.

Al respecto, Noriega, el arquitecto emigrado a Estados Unidos donde se jubiló hace 5 años, dice: “Si quisiera volver a la actividad allá, el lunes estoy trabajando. No toman en cuenta la edad”.
Acá en cambio, no se sienten considerados. “Y toda la experiencia que tenés por haberla vivido, se desperdicia”, afirman. “Da bronca cuando cualquier gil te subestima, aún sin darse cuenta”.
Uno de ellos propone que se eduque a los jóvenes sobre esto. “Podrían aprovechar recursos que ni sueñan”.

Como es de suponer, otro tema de rigor es el recuerdo de sus tiempos de cadetes. Destacan que, en el festejo del Día del Liceísta -el primer fin de semana de octubre- ellos desfilan con entusiasmo, con garra, mientras que otras camadas “pasan paseando”.
“Mantenemos la memoria de lo viejo, nos une esa experiencia común, afirman. Después cada uno hizo su vida, pero eso no cambia los sentimientos”, explican.
Encuentros energizantes
“Es curioso porque no siempre vengo con todas las ganas -admite Bonafert- pero después siempre me voy contento. El efecto es siempre positivo, energizante”.
“Me mueve venir, dice por su parte Alberto Bucci. Mi forma de expresar afectos por ahí no es muy lírica, pero me hace mucho bien venir”.

La finalidad del Liceo Militar era crear oficiales de reserva. Es decir que los egresados, además del titulo de bachilleres, eran subtenientes de reserva. Pero a la camada 24 le dieron la baja por indisciplina. Los degradaron, con ceremonia y todo, como se ve en las películas, dicen. Y fue por dar la vuelta olímpica el último día de clase, algo que se hacía todos los años y se siguió haciendo. ¿Qué falló en este caso?
Fue una consecuencia de la burocracia que suele caracterizar a estas instituciones.
Ellos cometieron el error de pedir permiso para hacer algo que se hacía de prepo. La respuesta fue no pero la hicieron igual. Con bombas de estruendo y otras lindezas. Habiendo una prohibición asentada en el papel, la institución no pudo hacer la vista gorda. Demasiado desafío. La reacción fue durísima. Los mandaron incomunicados a Campo de Mayo con 40 días de arresto. Se fueron con el título de Bachiller pero no como Subtenientes de Reserva. Sólo como “soldados instruidos”.

Años después, durante un festejo del Día del Cadete, el general Martín Balza, siendo jefe del Estado Mayor del Ejército, se percató de que faltaba una camada en la lista y preguntó el motivo. Cuando se lo explicaron, ordenó que les restituyeran el grado de inmediato. Entonces, en 1999, tuvieron su ceremonia, con formación y entrega de diplomas.
FOTOS: Adrián Escandar y gentileza Camada 24
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