
Las grandes empresas tecnológicas, junto con sus asociaciones del sector, están presionando a la Unión Europea para que reduzca sus regulaciones sobre inteligencia artificial con el argumento de que esto fomentaría la innovación. Creemos que esto es una distracción. El camino de Europa hacia la competitividad en inteligencia artificial pasa por eliminar la verdadera burocracia que perjudica a startups y empresas en expansión dentro del mercado único, no por debilitar los mecanismos de protección.
Actualmente, expertos independientes están colaborando con la Oficina de IA de la UE en la elaboración de guías prácticas para compañías de inteligencia artificial de propósito general. Como señala el informático y ganador del Premio Turing Yoshua Bengio, el objetivo es convertir principios regulatorios en criterios claros y aplicables en todos los países de la UE, evitando un mosaico de normas distintas según el estado miembro.
En la práctica, esta caja de herramientas se aplicará a gigantes como Meta y Google, y no está centrada en las startups europeas. Por eso, las claves para destrabar el crecimiento económico de la región no están en las regulaciones de seguridad de la IA, sino en la burocracia empresarial tradicional que debe ser eliminada.
Lo que la UE debería corregir

En Estonia, país del que provenimos, crear una empresa lleva apenas 10 minutos en línea. Solo se debe completar un formulario digital y pagar una tarifa de aproximadamente 200 euros al gobierno. En Bélgica, a pesar de regirse por las mismas normas europeas, los obstáculos comienzan con más de 1.000 euros en honorarios notariales, la apertura obligatoria de una cuenta bancaria con presencia física y otros requisitos que pueden demorarse semanas. En Grecia o Italia, incluso meses. Estas son las trabas que la Unión Europea debería solucionar dentro de sus propios Estados miembros.
Además, si una empresa se crea en Estonia, debería poder expandirse fácilmente a cualquier otro país de la UE dentro de un verdadero mercado digital único. Sin embargo, hoy persiste una fragmentación administrativa nacional. Contratar personal, captar inversiones y prestar servicios se vuelve mucho más complejo al cruzar las fronteras internas. Una mayor armonización de los estándares europeos permitiría que la documentación de un país miembro se reconociera en toda la Unión.
Como advierte la profesora de derecho Anu Bradford, la UE carece de un verdadero mercado digital único, tiene mercados de capital fragmentados, leyes de quiebra punitivas, una cultura adversa al riesgo y dificultades para atraer talento internacional. El informe de Mario Draghi del año pasado identificó la fragmentación, la falta de inversión y la complejidad regulatoria como los principales obstáculos, y propuso mayor inversión y armonización normativa.
Este tipo de incoherencia administrativa, más que las regulaciones digitales europeas, es lo que añade fricciones innecesarias para crear y escalar empresas tecnológicas en Europa. Sin embargo, en el esfuerzo bien intencionado por reducir regulaciones para fomentar el emprendimiento, hemos observado una tendencia preocupante a incorporar propuestas que no ayudan a ese objetivo.
Los gigantes de la IA

En el mundo hay unas diez empresas que desarrollan los modelos de inteligencia artificial de propósito general más avanzados, aquellos que están cubiertos por los requisitos de seguridad y evaluación en el marco regulatorio europeo. No son startups de garaje. Son algunas de las corporaciones más poderosas y con mayores recursos en la historia.
Uno de los requisitos principales es la evaluación por terceros, es decir, que una entidad independiente verifique si un modelo es seguro bajo ciertas condiciones. Estas evaluaciones buscan asegurar que modelos como Llama de Meta o Gemini de Google no generen riesgos sistémicos como ciberataques, amenazas biológicas o pérdida de control. Decir que estas pruebas son demasiado costosas o inviables es absurdo, considerando los recursos de las empresas involucradas.
Estas objeciones también contradicen los compromisos asumidos por estas compañías en la Cumbre de Seguridad en IA del Reino Unido, la Cumbre de Seúl y las declaraciones de la Casa Blanca.
Eliminar estas evaluaciones en nombre de la innovación europea es como pensar que quitar los controles de seguridad para juguetes chinos peligrosos facilitará las exportaciones de juguetes europeos, lo cual no resuelve los verdaderos obstáculos para que Europa genere tecnología global.
Supervisión sensata de la IA

Estas garantías no son una invención reciente. Reflejan prácticas consolidadas en sectores como farmacéutica, aviación y finanzas, donde las verificaciones independientes generan confianza pública e incentivan la inversión. Por ejemplo, los medicamentos deben pasar por ensayos clínicos supervisados por organismos regulatorios como la FDA antes de llegar a los consumidores. ¿Por qué la IA, una tecnología posiblemente más trascendente, estaría exenta de este tipo de controles?
Una encuesta reciente realizada por investigadores de la Universidad de Stanford, KU Leuven, el Centro para la Gobernanza de la IA y el Future of Life Institute mostró un amplio consenso entre expertos sobre que las evaluaciones por terceros son efectivas y viables. Entre el 62% y el 87% coincidió en que ayudan a reducir riesgos sistémicos. Casi todos afirmaron que son técnicamente posibles.
Las regulaciones digitales no parecen ser la causa principal del bajo rendimiento tecnológico europeo y debilitar los requisitos de seguridad para grandes empresas no es la solución. Regular de manera firme a compañías con amplios recursos es clave para generar confianza en una cultura ya predispuesta al riesgo. Al mismo tiempo, se pueden eliminar trabas burocráticas para las pequeñas empresas y solucionar otros problemas estructurales que dificultan el crecimiento.
Mientras Estados Unidos y China compiten por la supremacía en inteligencia artificial, la Unión Europea tiene una oportunidad única de desarrollar tecnología basada en valores humanistas. No desperdiciemos esa oportunidad confundiendo medidas de seguridad con trabas administrativas ni perdiendo de vista los verdaderos obstáculos para la innovación.
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