
La azafata Cee Cee Lyles escribió una breve y entrañable carta a la maestra del colegio de su hijo Jevon Castrillo. En esas líneas, Lyles celebraba el esfuerzo lector de Jevon, quien había terminado de leer un libro por sí mismo, y agradecía el compromiso y la valentía de la maestra Tammy Thurman. Era una nota sencilla, escrita en un momento cotidiano y maternal, días antes de que la vida de la familia y de la nación entera cambiara para siempre.
Lyles, madre dedicada y expolicía de Fort Pierce, Florida, impulsó la educación de su hijo con entusiasmo. Su carta narraba con claridad el logro: “Anoche Jevon leyó un libro que trajo de la biblioteca. Lo leyó de principio a fin. Le dije que le escribiría una nota para contarle el excelente trabajo que hizo”, expresaba. Al subrayar el orgullo familiar y la disposición a seguir apoyándolo en casa, la misiva se transformó en un testimonio tangible de su amor y expectativas para el futuro de su niño. Esta carta, originalmente dirigida a la educadora, terminó convertida en un símbolo de lo que significa la perseverancia de la memoria a través de los años.

Transcurrieron 24 años y cuatro mudanzas, y esa carta, frágil pero intacta, sobrevivió. Tammy Thurman, la docente que la recibió, entendió desde el primer instante el valor de la nota. Por décadas, la conservó a pesar de los cambios de escuela e incluso después de que el sobre original se extraviase, manteniendo a salvo su contenido. Thurman, consciente del peso sentimental que este gesto podía llegar a tener para Jevon, custodió el papel con delicadeza hasta que, en 2024, lo entregó a un periodista local para que finalmente llegara a manos del hijo de Lyles.
Cee Cee Lyles era miembro de la tripulación del vuelo 93 de United Airlines, uno de los cuatro aviones secuestrados por terroristas de Al Qaeda durante los atentados del 11 de septiembre de 2001. La historia de ese vuelo se distinguió porque, a diferencia de los ataques que derribaron las Torres Gemelas y dañaron el Pentágono, los pasajeros y la tripulación resistieron con decisión el secuestro. Lyles, junto con otros auxiliares y pasajeros, se comunicó con su familia desde el aire relatando el intento de retomar el control de la nave.
Su voz quedó grabada en un mensaje y en una llamada telefónica en la que informaba a su esposo sobre la situación y el plan que estaban por ejecutar. Entre las acciones ideadas, consiguieron organizarse para atacar a los secuestradores, lanzando agua hirviendo y usando la determinación como última arma.

La valentía colectiva, en la que Lyles participó activamente, evitó que el cuarto avión cumpliera con el supuesto objetivo de impactar un símbolo de poder en Washington, como el Capitolio o la Casa Blanca. El vuelo, finalmente, se precipitó en un campo vacío de Shanksville, Pensilvania, a las 10:03 de la mañana. Nadie a bordo sobrevivió, pero la rápida acción salvó una cantidad incontable de vidas en tierra y se convirtió en uno de los capítulos más recordados de resistencia civil durante la tragedia del 11-S.
En septiembre de 2024, el periodista Jon Shainman se encargó de entregar la carta a Jevon Castrillo, hoy adulto y padre primerizo de un bebé de tres meses. El reencuentro no fue solo un acto simbólico, sino profundamente conmovedor. Jevon leyó las palabras maternas frente a las cámaras de WPTV en West Palm Beach, reviviendo décadas de emociones y recuerdos dispersos por la ausencia. En ese acto público, la emoción lo sobrepasó y no pudo evitar las lágrimas al confirmar, con la voz quebrada, que el tono y el mensaje “eran exactamente algo que ella habría dicho”.

Para Jevon, la carta representa la posibilidad de escuchar nuevamente a su madre, de sentir su orgullo y de compartir ese amor con la siguiente generación. “Como madre, sé que necesitas leer esas palabras de tu madre”, dijo la maestra Thurman. El reencuentro permitió, además, afianzar el vínculo entre el pasado, el presente y el futuro familiar en Fort Pierce.

La memoria de Cee Cee Lyles fue honrada en su ciudad natal con una estatua conmemorativa, reflejo del respeto colectivo por su valor. Su participación en el vuelo 93 se recuerda como ejemplo de temple y entrega, tanto en la tragedia nacional como en la historia íntima de su familia. Cada septiembre, mientras se revive la herida nacional del 11-S, historias como la de Lyles recuerdan el profundo impacto humano detrás de las cifras y los titulares.
El legado de Lyles persiste no solo en los monumentos, sino en pequeñas gestos: una carta, una palabra de aliento, el recuerdo imborrable de una madre que, a pesar del tiempo y la pérdida, sigue inspirando a su hijo y a quienes la conocieron. El reencuentro con la carta permitió que ese orgullo materno, preservado por una maestra y entregado a través de generaciones, alcance finalmente su destino definitivo.
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