
Sevilla atesora un paisaje modelado por siglos de encuentros, conquistas y civilizaciones. Esta tierra milenaria, cuna de leyendas y monumentos proclamados por la Unesco, ofrece mucho más que la imponente silueta de la Giralda o la exuberancia de los jardines del Alcázar. En sus pueblos, la brisa arrastra ecos de tradiciones ancestrales, relatos que sobreviven en las plazas, los cortijos y antiguos caminos romanos. Los vestigios romanos, islámicos y cristianos, visibles en casi cada rincón de la provincia, narran una historia de convivencia, cambios y esplendor, donde el pasado permanece tan vivo como la hospitalidad de sus gentes.
Hay, sin embargo, lugares que invitan a retroceder todavía más en el tiempo, hasta épocas en que la arquitectura era pura tierra y piedra, cuando los rituales funerarios se plasmaban en cámaras pétreas y el paisaje era testigo del florecimiento de las primeras comunidades humanas. Entre todos ellos, brilla con luz propia el pueblo de Gandul, una joya arqueológica a tan solo dieciséis kilómetros de Sevilla capital que trasciende la memoria medieval y romana para ofrecer una ventana única a los albores de la civilización andaluza.
Gandul, el yacimiento donde nació la historia
Situado cerca de Alcalá de Guadaíra, en la comarca de Los Alcores, Gandul es uno de los enclaves más notables de la prehistoria peninsular. Con sus más de 4.000 años de antigüedad, constituye un recorrido vivo por la Edad del Cobre o Calcolítico, un periodo comprendido entre el 3000 y el 2000 a.C. Destaca su impresionante necrópolis megalítica, donde los dólmenes y tumbas colectivas emergen del subsuelo como testigos mudos de complejos rituales funerarios y la vida de las primeras familias que poblaron la región.

Lejos de ser un simple conjunto de ruinas, Gandul muestra una sorprendente complejidad social, con estructuras que revelan el conocimiento arquitectónico y el profundo simbolismo de sus habitantes. Su riqueza arqueológica no se circunscribe a la prehistoria: la huella humana ha sido constante desde el Neolítico, dejando tras de sí herramientas, cerámicas y pequeños restos de construcciones que documentan el tránsito de comunidades tribales a sociedades más organizadas.
Es por ello que la localidad trasciende los límites de una época. Durante la Edad del Bronce y la presencia tartésica, este territorio fue un refugio y un enclave activo. Formó parte del corazón de la civilización tartésica, una de las más antiguas de la península ibérica, antecedente directo de los turdetanos que luego darían vida a Sevilla como primer gran asentamiento urbano en torno al año 1000 a.C. Pero Gandul ya era mucho antes un núcleo habitado, pues sus estructuras datan de al menos un milenio previo a la fundación turdetana de Hispalis.
La dominación romana y la posterior llegada de los visigodos no hicieron, sino, reforzar la importancia estratégica y cultural de este territorio. Aunque Gandul no evolucionó hacia un municipio como la vecina Itálica, su relevancia quedó marcada por la continuidad de la vida y la persistencia de su uso ritual y defensivo durante siglos.
Un legado ancestral que supera a los pueblos habitables

En la actualidad, Gandul no figura como núcleo habitado; ni calles, ni plazas, ni adoquines. Es, más bien, un cruce de caminos y una extensión de tierras donde los campos y las colinas protegen uno de los legados arqueológicos más ricos de Andalucía. A diferencia de otros pueblos sevillanos, cuya historia florece en la Edad Media y el Renacimiento, Gandul representa una capa mucho más profunda del pasado, conectando el presente con comunidades que caminaron estas tierras mil años antes del nacimiento del mito de Sevilla.
Quienes se acercan hasta aquí pueden contemplar la necrópolis y su colección de cuevas artificiales, dólmenes y tumbas, vestigios únicos en el sur peninsular. Sin embargo, resulta curioso que un enclave con tan profunda huella prehistórica alcanzara también fama en épocas más recientes gracias a un producto tan cotidiano como el pan. La tradición panadera de Alcalá de Guadaíra encuentra en Gandul uno de sus episodios más singulares, elevando a estas tierras a la categoría de mito en el imaginario literario español.
Durante el Siglo de Oro, el pan de Gandul era célebre hasta el punto de recibir elogios de grandes escritores. Miguel de Cervantes, en su novela “Rinconete y Cortadillo”, no dudó en mencionar las “hogazas blanquísimas de Gandul”, reconociendo la excelencia y reputación de su producto en toda la comarca. Esta distinción se refleja aún hoy en el gentilicio local “panadero”, haciendo de la elaboración del pan un verdadero patrimonio cultural que sobrevive en las tahonas y hornos de la región.
Cómo llegar
Desde Sevilla, el viaje es de alrededor de 30 minutos por la carretera A-92. Por su parte, desde Córdoba el trayecto tiene una duración estimada de 1 hora y 40 minutos por la vía A-4.
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