
Viajar por Francia es sumergirse en un país donde la historia y la belleza se entrelazan a cada paso. El territorio francés atesora miles de castillos, testigos de siglos de grandeza, defensas medievales y refinamiento nobiliario. Desde las fortalezas majestuosas del Valle del Loira hasta románticos refugios en las colinas de Occitania, los castillos franceses encierran el arte de vivir, la elegancia arquitectónica y el sabor de una vida dedicada a los placeres. Hoy, muchos de ellos abren sus puertas como hoteles, invitando a viajeros de todo el mundo a disfrutar de la herencia y el confort excepcionales de estas joyas históricas.
De este modo, entre los valles del Lot y del Dordoña, se erige el magnífico Château de la Treyne. Esta fortaleza, construida en el siglo XIV y restaurada minuciosamente, domina el paisaje desde un promontorio rocoso, pareciendo flotar sobre las aguas. Hoy, convertido en un hotel de lujo, el château ofrece mucho más que alojamiento: presenta toda una experiencia de art de vivre donde la historia, la naturaleza y la alta gastronomía se fusionan. Miembro de la exclusiva red Relais & Châteaux, este refugio destaca por sus 18 habitaciones y suites decoradas con muebles de época, su restaurante galardonado con una estrella Michelin y una ubicación privilegiada en un parque de 300 hectáreas.
Dormir en una de sus estancias es viajar en el tiempo, rodeado por bosques privados y jardines franceses diseñados para la contemplación y el descanso. A cada paso, el viajero se encuentra rodeado de detalles pensados para el deleite: vistas al río, paseos entre árboles centenarios y la posibilidad de compartir excursiones al bosque con Pomme, la perra de la familia propietaria.
Un legado de nobleza y resiliencia

El Château de la Treyne aparece por vez primera en documentos de 1342, cuando los hermanos Guillaume y Hughes de Roffilhac lo erigieron como bastión defensivo y residencia noble. La fortaleza fue testigo de alianzas, matrimonios y episodios turbulentos, como las Guerras de Religión, durante las cuales fue incendiada por albergar hugonotes y posteriormente reconstruida por la familia La Ramière tras una orden de demolición.
Durante el siglo XVII, bajo el reinado de Luis XIII, el castillo adoptó su silueta actual: se redujo la torre medieval, se sumaron nuevas alas residenciales y la propiedad permaneció durante siglos en manos de destacados linajes, como los Cluzel y los Cardaillac. En 1945, el château sirvió de lugar seguro para valiosas obras del Louvre, entre ellas “El Escriba Sentado”, protegiéndolas de los riesgos de la guerra. Adquirido en 1982 por la familia Gombert, el castillo ha sido restaurado con mimo y respeto a su historia, convirtiéndose en un hotel en 1985 y sumándose a Relais & Châteaux en 1992.
Sus 18 habitaciones y suites se distribuyen en cinco categorías, cada una con un carácter y nombre evocador como La Favorite, La Dordogne o Le Cèdre. Los espacios combinan refinados tejidos, muebles antiguos y vistas impresionantes, junto con comodidades modernas como baños amplios, Wi-Fi, aire acondicionado y detalles tecnológicos bajo petición. El château brinda acceso a todas las instalaciones de un gran hotel: piscina climatizada, pista de tenis rápida, ascensor y una capilla románica para ceremonias privadas. Especial atención recibe la hospitalidad familiar, con habitaciones comunicadas y servicios adaptados para los niños, quienes reciben kits de bienvenida exclusivos.
Un entorno natural de ensueño

El castillo se encuentra rodeado por un bosque privado de 120 hectáreas, salpicado de caminos bordeados de boj, robles truferos y árboles centenarios. Los jardines a la francesa, diseñados por Edouard André, sorprenden con parterres geométricos, rosaleda y terrazas que ofrecen panorámicas inolvidables del valle del Dordoña. Es habitual contemplar aves al atardecer o pescar en la orilla, disfrutando de la serenidad del paraje.
Sus huertos ecológicos abastecen de productos frescos la cocina del restaurante. Además, el compromiso con la biodiversidad se demuestra con la producción de miel y huevos propios, y la gestión del huerto por un especialista en permacultura. Los huéspedes pueden pasear por el famoso “camino del cartero”, tallado en la roca y con vistas únicas al valle, o explorar el bosque buscando trufas en invierno.
Acogida familiar y experiencias dog-friendly
Una de las características más apreciadas del Château de la Treyne es su espíritu acogedor, tanto para familias como para mascotas. Niños y perros son bienvenidos en estancias y jardines, recibiendo atenciones personalizadas. El chef diseña menús especiales para los más pequeños, y las amplias suites permiten alojar a familias con total comodidad.
La región ofrece un sinfín de actividades para todos: desde las cuevas prehistóricas de Padirac y Lascaux hasta parques naturales como el Rocher des Aigles (aves rapaces) y la Forêt des Singes (monos en semilibertad). En la cercana Borie d’Imbert, grandes y pequeños pueden visitar una granja tradicional, aprender sobre quesos y participar en talleres rurales del siglo XIX. Los amantes de los animales encontrarán en Pomme, la mascota de la familia, a la mejor guía para los paseos.
Gastronomía con estrella Michelin

En el corazón del castillo, el restaurante dirigido por el chef Stéphane Andrieux —distinguido con una estrella Michelin desde 2001— es un homenaje a los sabores del suroeste francés. Sobre la mesa desfilan productos de temporada: foie gras de pato, cordero de Quercy, trufa negra, ternera de Lemosín y bogavante azul atlántico. Platos como el huevo trufado, el risotto de cangrejo de río o las costillas de cordero conviven con especialidades vegetales directas del huerto ecológico. Una selecta carta de vinos de Burdeos, Cahors, Bergerac y Borgoña acompaña cada experiencia gourmet.
La repostería, a cargo de Marc Jean desde hace más de 30 años, pone el broche dulce a cada comida, completando la vivencia de alta gastronomía en uno de los escenarios más exclusivos de Francia.
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