
Rosalía se dejó ver por el centro de Barcelona en la mítica Bodega La Palma situada en el número 7 de la calle de la Palma de Sant Just. Lejos de restaurantes Michelín, la estrella de la música internacional optó por pasar una de las noches previas a la Navidad entre palacios y escombros romanos en el barrio Gótico.
Así, Rosalía se vuelve a convertir en embajadora de lugares gastronómicos por la ciudad condal. La artista, que lanzó hace poco su último álbum de estudio denominado Lux, apareció por sorpresa en la bodega. El propio local compartió por redes sociales una foto de ella destacando su gentileza. Este lugar es considerado como uno de los 300 locales de la ciudad más emblemáticos por el ayuntamiento.
La ganadora de dos premios Grammy sigue manteniendo la esencia que le caracterizaba y la búsqueda por lugares auténticos en Barcelona. En la misma noche, también fue vista en el Bar Bocata, conocido por sus bocadillos de autor.
De tienda de ultramarinos a gastrobodega
La historia del lugar en el que cenó Rosalía denominado La Bodega La Palma se remonta a inicios del siglo XX. En 1935 ya se encontraba abierto como una tienda de ultramarinos y en 1940 se convirtió en bodega. El lugar es especial porque ha conseguido conservar su esencia durante más de 80 años sin ser franquiciada en una ciudad donde los restaurantes abren y cierran constantemente.
La propietaria durante sus primeros años fue la señora María. Ella se la dejó a su hija Carmen en la década de 1980 y fue, en 2005, la que decidió quiénes serían los nuevos y actuales propietarios: Judit Giménez y Albert Rial. Estos no fueron elegidos únicamente en base al dinero ofrecido sino que habían sido clientes habituales, mantendrían la identidad del sitio y conocían la gestión de la hostelería.
La transformación con los nuevos regentes fue gigante: pasaron de servir cafés y tortillas a ser una gastrobodega. A pesar de los cambios, estéticamente se mantiene igual: asientos de madera, botas de vino, mesas de mármol... Al principio, Carmen, la antigua propietaria, les ayudaba en la cocina y les pasó muchas de las recetas que cocinaba.
Mantenimiento de las tradiciones gastronómicas
En un reportaje para el medio local Vilaweb, la dueña Judit Giménez destacaba que “siguen” las tradiciones gastronómicas según el momento y las festividades importantes del año. “Para Cuaresma, el viernes tenemos pescado y no carne y el Miércoles de Ceniza hacemos sardinas”, ejemplifica.
Así, se puede ver en la cocina como la idea original era mantener las costumbres que le otorgaron lo especial del sitio. Aún así, no se han privado de poder hacer añadidos a la carta como en vinos o quesos.
Por otro lado, están los turistas. La dueña admitía que en las comidas el ambiente es muy familiar ya que “son los clientes de siempre” mientras que por la noche, la mitad de los consumidores son de fuera. También ha notado el cambio demográfico ya que la gente ya no vive en el barrio Gótico y muchos de los comensales son oficinistas.
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