
Tenemos que retomarnos diez mil años atrás para entender por qué al ser humano le gusta tanto compartir un vino o una cerveza. El alcohol es para muchos una excusa para juntarse, encontrar la aceptación del grupo o simplemente curiosear con nuevos sabores. Pero también los hay que buscan en él una forma de aliviar el estrés, la ansiedad, la soledad o el miedo. Y es que, biológicamente, las bebidas alcohólicas producen una sensación de placer y euforia al interactuar con el cerebro, lo que puede llevar a la repetición abusiva de su consumo y a la dependencia.
Un estudio pionero de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) ha demostrado que ciertos tipos de fibra dietética fermentable (como la inulina, la pectina y la goma guar) pueden reducir de forma significativa la ingesta voluntaria de alcohol en modelos animales. La clave del hallazgo está en la capacidad de estas fibras de modificar la microbiota intestinal y reforzar el eje intestino-cerebro, un mecanismo que podría abrir nuevas vías para el tratamiento de los trastornos por consumo de alcohol.
La investigación, publicada en la revista Journal of Functional Foods, ha sido desarrollada por un equipo multidisciplinario de las Facultades de Psicología, Farmacia y Medicina de la UCM, en colaboración con el CES Cardenal Cisneros, la Universidad Nebrija y la Universidad Francisco de Vitoria.

Ajustar la dieta para influir en la conducta adictiva
El estudio evaluó el efecto de seis dietas distintas en ratas Wistar: una alimentación estándar y cinco dietas enriquecidas con diferentes tipos de fibra (celulosa, pectina, almidón resistente, goma guar e inulina. Tras la ingesta de cada comida, los animales tenían acceso libre al alcohol siguiendo un protocolo estandarizado, lo que permitió medir con precisión las variaciones en el consumo.
Los investigadores centraron su atención en el eje intestino-cerebro, una conexión bidireccional cuya actividad puede verse influida por cambios en la composición microbiana del intestino. Para ello realizaron análisis de la microbiota mediante secuenciación 16S en tres momentos clave:
- Al final de la intervención dietética.
- Tras el consumo voluntario de alcohol.
- Después de una fase de intoxicaciones repetidas.
Reducción del consumo entre un 40% y 60%
Los resultados fueron contundentes. Las fibras altamente fermentables (inulina, pectina y goma guar) redujeron entre un 40% y un 60% la ingesta voluntaria de alcohol respecto al grupo control y a las fibras no fermentables. En contraste, la celulosa y el almidón no mostraron efectos significativos.
Además, de disminuir el consumo de alcohol, las fibras fermentables provocaron un aumento de las bacterias productoras de ácidos grasos de cadena corta (SCFAs), fundamentales en la comunicación entre el intestino y el cerebro. Paralelamente, disminuyó la presencia de bacterias asociadas a la disbiosis provocada por el alcohol, lo que refuerza la idea de que la microbiota intestinal es un actor clave en las conductas relacionadas con la adicción.
Uno de los hallazgos más prometedores del estudio es que las mejoras observadas en la microbiota intestinal se mantuvieron incluso después de que los animales fueran sometidos nuevamente a consumo repetido de alcohol. Este efecto duradero sugiere que las fibras fermentables podrían ofrecer una protección sostenida frente a los daños derivados del consumo excesivo.
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