
Ya se acercan las Navidades y, con ellas, también las reuniones familiares, las cenas y los regalos. Pero, además, es el momento de recibir la paga extra de Navidad. Un cobro que alegra mucho las nóminas de los trabajadores, aunque poca gente recuerde que su origen está ligado a un contexto histórico marcado por la escasez y las dificultades económicas. En nuestro país, este incentivo, que ahora es totalmente natural para millones de personas, surgió en la España de la posguerra, bajo la dictadura de Francisco Franco, como una medida oficial para aliviar las penurias del día a día, pero también para aumentar el consumo de los españoles.
Y es que, el 24 de diciembre de 1944 se publicó en el Boletín Oficial del Estado (BOE) una orden Ministerial que establecía que los empleados de industrias no reglamentadas recibirían una retribución equivalente a una semana de salario “para solemnizar las fiestas de Navidad”. Tal y como recuerdan desde National Geographic, solo un año después, el 9 de diciembre de 1945, esta medida se consolidó y se aplicó de manera general e indefinida, institucionalizando así la conocida “paga de Navidad” o ‘aguinaldo’.
Una paga pensada para tiempos difíciles
El contexto del momento era complicado. España acababa de salir de la Guerra Civil, y Europa había sufrido la devastación de la Segunda Guerra Mundial. La inflación y la escasez de alimentos hacían que la vida cotidiana fuera especialmente dura. La dictadura de Franco buscó, con esta bonificación, compensar el encarecimiento generalizado de la vida y ofrecer un pequeño alivio económico en las fiestas más señaladas del año.
Lo que comenzó como un gesto extraordinario, con el tiempo se convirtió en un derecho laboral. Hoy, la paga extra de Navidad está recogida en el artículo 31 del Estatuto de los Trabajadores, aprobado en 1980, donde se especifica que forma parte del salario y no constituye un donativo ni un regalo voluntario por parte del empleador. Aunque, en muchos casos, las empresas las prorratean entre las 12 mensualidades del año, el espíritu original de la paga sigue siendo un plus añadido destinado a celebrar y aliviar el mes más festivo del calendario.
Del “aguinaldo” tradicional en el siglo XIX a la paga oficial
Pero esta costumbre no surgió de la nada. Un siglo antes de que se formalizara la paga extra, existía otra tradición que ya premiaba a los profesionales por sus servicios durante el año. En el siglo XIX, lecheros, serenos, modistas o barrenderos recorrían los hogares de España entregando tarjetas de felicitación navideña.
La recompensa que recibían a cambio se conocía también como ‘aguinaldo’ y consistía en una propina voluntaria que los vecinos ofrecían con gusto. La primera constancia de esta práctica se remonta a 1831, cuando los repartidores del Diario de Barcelona entregaron felicitaciones impresas a sus suscriptores y, como muestra de agradecimiento, recibieron un pequeño obsequio económico.
Estas tarjetas no eran simples mensajes, sino que contenían ilustraciones que representaban al gremio del trabajador que la enviaba, y con mensajes como “El cartero les desea Feliz Navidad y Año Nuevo” o “El ebanista les desea Felices Pascuas”. Con el tiempo, se incorporaron elementos más coloridos y detallados, y las imágenes de cenas copiosas y la simbología religiosa reflejaban la manera en que las familias celebraban las festividades. Sin embargo, la mejora de los salarios y las condiciones laborales durante la década de 1970 hizo que esta costumbre desapareciera paulatinamente.
Estrategia económica disfrazada de tradición
Pero, como casi todo, la paga extra de Navidad no solo tenía un componente social, también respondía a objetivos económicos. Según datos del INESEM Business School, la gratificación buscaba incentivar el consumo en momentos clave del año: Navidad y verano. De hecho, poco después se estableció otra paga extraordinaria coincidiendo con el 18 de julio, lo que dio lugar a las actuales pagas extra de verano y Navidad. La idea era que, si los trabajadores disponían de dinero extra, era más probable que lo gastaran, estimulando así la economía. Con la democracia, estas pagas se mantuvieron y, aunque hoy, muchas se prorratean a lo largo del año.
Lo curioso es cómo una medida económica surgida en un régimen autoritario y en tiempos de penuria, ha terminado convertida en una tradición y un derecho laboral profundamente arraigado en la sociedad española. Cada diciembre, millones de trabajadores esperan recibir ese impulso adicional, a menudo con la misma ilusión con la que los serenos y repartidores de hace casi dos siglos tocaban las puertas de los vecinos con sus tarjetas de felicitación.
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