Enfermedad del hígado graso: causas, síntomas y tratamiento

La obesidad o la diabetes son algunos de los detonantes de esta afección

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Una mujer se sostiene el
Una mujer se sostiene el abdomen con expresión de malestar mientras está sentada en un sofá, reflejando síntomas de dolor estomacal. El incremento de problemas digestivos ha llevado a más personas a buscar atención médica y asesoría en línea. (Imagen Ilustrativa Infobae)

La enfermedad hepática del hígado graso no alcohólico (EHNA), también conocida por su sigla en inglés NAFLD (Non-Alcoholic Fatty Liver Disease), es una afección en la que se acumula grasa en las células del hígado en personas que consumen poco o nada de alcohol. Según la Clínica Mayo, este es hoy uno de los tipos más comunes de enfermedad hepática a nivel mundial, especialmente en países con altos índices de obesidad.

No se conoce con exactitud por qué algunas personas desarrollan hígado graso y otras no, aunque son varios los factores claramente implicados. Entre ellos: el sobrepeso u obesidad, la resistencia a la insulina (cuando las células del cuerpo no responden bien a la insulina), la diabetes tipo 2, y niveles elevados de triglicéridos en sangre.

Además, los factores de riesgo que aumentan la probabilidad de que la enfermedad progrese incluyen antecedentes familiares de hígado graso u obesidad, colesterol alto, presión arterial elevada, síndrome metabólico, así como otras condiciones como apnea obstructiva del sueño o hipotiroidismo. La acumulación de grasa en el hígado puede permanecer en una fase leve (esteatosis simple) o evolucionar hacia una inflamación hepática más grave —la llamada esteatohepatitis (NASH/MASH)— que puede derivar en cicatrización (fibrosis) y, en últimos estadios, en cirrosis o cáncer de hígado.

El hígado graso en su fase temprana suele no causar síntomas evidentes, lo que dificulta su diagnóstico precoz. Según la Clínica Mayo, cuando se presentan, pueden ser: cansancio persistente, malestar general y dolor o molestia en la parte superior derecha del abdomen. En cambio, cuando la enfermedad progresa hacia esteatohepatitis o cirrosis, pueden aparecer signos más graves como: picor en la piel, hinchazón abdominal (ascitis), dificultad para respirar, hinchazón de piernas, vasos sanguíneos dilatados justo debajo de la piel (“arañas vasculares”), agrandamiento del bazo, palmas rojas o coloración amarillenta de piel y ojos (ictericia). Ante síntomas persistentes que generan preocupación, se recomienda consultar al médico.

Estilo de vida para el hígado graso

Aunque no existe una “cura rápida” para el hígado graso, la Clínica Mayo defiende que los cambios en el estilo de vida son la piedra angular del tratamiento. Entre las recomendaciones se incluyen:

  • Pérdida de peso: en personas con sobrepeso u obesidad, bajar entre un 5 % y un 10 % del peso corporal puede reducir la grasa en el hígado, mejorar la inflamación y retrasar la fibrosis.
  • Dieta saludable: se propone consumir muchas frutas, verduras, cereales integrales y grasas saludables (como aceite de oliva), y limitar alimentos altamente procesados, azúcares simples, carnes muy procesadas y bebidas azucaradas.
  • Actividad física regular: se aconsejan al menos 150 minutos de actividad moderada por semana (por ejemplo, caminar rápido, nadar, bicicleta) para ayudar a reducir la grasa hepática aunque aún no se haya alcanzado una gran pérdida de peso.
  • Evitar o limitar el alcohol: aunque la enfermedad no es de origen alcohólico, el consumo de alcohol puede agravar el daño hepático y las condiciones asociadas.
  • Control de enfermedades asociadas: como la diabetes tipo 2, el colesterol alto, la hipertensión o el síndrome metabólico.
Daniel López Rosetti - Diabetes

En cuanto a tratamientos médicos, en casos más avanzados de esteatohepatitis con fibrosis moderada-severa, ya existen fármacos que pueden considerarse, si bien no sustituyen los cambios de estilo de vida.