
Aunque el termostato marque 20 grados, la sensación térmica en el interior de una vivienda puede diferir notablemente de esa cifra. La percepción de frío o calor no depende únicamente de la temperatura indicada, sino que responde a una combinación de factores como el aislamiento, la humedad, las corrientes de aire y las propias características fisiológicas y psicológicas de cada persona.
Uno de los elementos más determinantes en la sensación de confort térmico es el aislamiento de la vivienda. En muchos hogares, las paredes, las ventanas o el techo permiten que el calor acumulado se pierda con facilidad. Así, aunque el termostato indique una temperatura adecuada, las paredes pueden permanecer frías al tacto, lo que genera una percepción engañosa de la temperatura real.
Las paredes mal aisladas transmiten el frío del exterior hacia el interior, haciendo que la estancia parezca más fría de lo que realmente es. Las ventanas con cristales simples o con sellos deteriorados facilitan la entrada de corrientes de aire frío y la salida del calor generado en el interior. Además, un suelo sin el aislamiento adecuado, especialmente en viviendas situadas en la planta baja o sin sótano calefactado, puede absorber el calor de la habitación y acentuar la sensación de frío.
Por el contrario, una vivienda bien aislada retiene el calor y evita la pérdida de energía, lo que permite mantener una temperatura constante y una mayor sensación de confort. Cuando el aislamiento es deficiente, parte del calor producido se escapa, generando zonas más frías dentro del hogar.
La humedad, un factor frecuentemente ignorado

El nivel de humedad en el ambiente influye de manera directa en la percepción térmica. Tanto un aire excesivamente seco como uno demasiado húmedo pueden modificar la sensación de frío o calor. Durante el invierno, el uso de la calefacción suele resecar el aire, lo que provoca que la piel se deshidrate con mayor facilidad y aumente la sensación de frío. Los radiadores eléctricos y los calefactores contribuyen especialmente a este efecto.
En el extremo opuesto, un exceso de humedad puede generar una sensación de sofoco y hacer que el ambiente resulte incómodo. Además, la humedad elevada enfría las superficies y las paredes, lo que puede hacer que la habitación se perciba más fría de lo que indica el termostato. Para lograr un confort térmico óptimo, se recomienda mantener la humedad relativa entre el 40 y el 60%. El uso de humidificadores o deshumidificadores puede ayudar a restablecer el equilibrio, dependiendo de las necesidades de cada vivienda.
Las corrientes de aire

Las corrientes de aire constituyen otro de los factores que pueden reducir la sensación de confort, incluso cuando la temperatura ambiente parece adecuada. Estas corrientes suelen originarse en diferentes puntos de la casa y pueden disminuir rápidamente la temperatura percibida.
Las fugas de aire alrededor de ventanas y puertas, especialmente si existen rendijas, generan corrientes de aire frío que afectan al bienestar térmico. Un sistema de ventilación mecánica mal ajustado o anticuado también puede intensificar la circulación de aire fresco en el interior. Para minimizar estos efectos, es recomendable aislar las rendijas, instalar burletes en las puertas y revisar el sistema de ventilación, lo que puede reducir de forma significativa la presencia de corrientes de aire desagradables.
Fisiología y psicología
La percepción de la temperatura no solo depende de factores ambientales, sino también del estado físico y mental de cada persona. La fatiga y el estrés pueden debilitar la capacidad del cuerpo para regular su temperatura interna, lo que incrementa la sensación de frío. Con el paso de los años, el metabolismo se ralentiza y el organismo produce menos calor, por lo que las personas mayores suelen experimentar una mayor sensibilidad al frío.
Además, existen diferencias entre géneros: las mujeres, de media, tienden a sentir el frío con mayor facilidad que los hombres, debido a factores hormonales y metabólicos.
El estado mental también influye en la percepción térmica. El frío suele asociarse con sensaciones de malestar, inseguridad o falta de bienestar, mientras que un ambiente agradable y una mente relajada contribuyen a una mejor percepción de la temperatura.
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