La clave de la felicidad no depende del éxito profesional o económico, según un experto: “La persona más feliz del planeta, probablemente sería de una familia de clase media”

Morgan Housel, autor sobre la psicología del dinero y analista financiero, explica los motivos comunes que logran la satisfacción personal

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Morgan Housel, autor sobre la psicología del dinero, en el podcast 'The Diary of a CEO'

Alcanzar la felicidad ha sido, desde siempre, uno de los grandes temas del ser humano: un estado que muchos persiguen como el propósito máximo de estar vivos. Desde los filósofos de la antigua Grecia hasta los pensadores contemporáneos, se ha reflexionado y debatido sin descanso en busca de la fórmula que conduzca a esa anhelada paz interior. Claro que, en realidad, para cada persona la felicidad puede significar algo muy distinto.

Morgan Housel, autor y analista financiero reconocido por su enfoque sobre la psicología del dinero, habló recientemente en el podcast The Diary of a CEO sobre lo que, en su opinión, define a una persona verdaderamente feliz. Además, da una primera respuesta a la cuestión anterior: “Cada individuo tiene una estructura emocional distinta y esa diferencia explica por qué no todos buscamos la felicidad de la misma forma” explica el experto. Para ilustrarlo, mencionó el caso de Elon Musk, de quien comentó que “nació con una configuración mental completamente diferente a la de la mayoría”.

Aunque deja una premisa que, según él, ha analizado con el tiempo: “Si me imagino a la persona más feliz del planeta, probablemente sería una familia de clase media que vive en una casa de tres habitaciones, tiene un coche de cinco años, goza de buena salud y mantiene un matrimonio estable y amistades cercanas”.

La satisfacción personal depende de lazos humanos

¿Qué quiere decir Housel con esto? El autor de The Psychology of Money explicó que la satisfacción personal suele depender más de la estabilidad y los lazos humanos que del éxito profesional o económico. En su opinión, las personas con vidas aparentemente ordinarias “serán las que, al llegar a los 95 años, miren atrás y piensen: eso estuvo bien, fue una buena vida”.

La famosa idea de que el dinero da la felicidad es algo que el experto no ve tan claro. Además, diversos estudios psicológicos respaldan su teoría: investigaciones como el estudio de ‘Desarrollo Adulto’ de Harvard muestran que las relaciones cercanas y la estabilidad emocional son factores mucho más determinantes para el bienestar. Asimismo, la evidencia en psicología positiva y economía del bienestar indica que, una vez cubiertas las necesidades básicas, mayores ingresos no aumentan significativamente la felicidad, mientras que los vínculos humanos, el sentido de vida y el control del tiempo sí lo hacen.

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¿Se puede aprender a ser feliz?

Otro tema interesante que se trató en el podcast es la verdadera clave de este artículo. ¿Se puede aprender a ser feliz? Housel fue claro: “La mayoría de nuestras creencias y emociones se forman desde la concepción; estamos configurados de cierta manera y no hay mucho que podamos hacer para cambiarlo” confiesa. Diversos estudios psicológicos avalan su punto de vista: investigaciones con gemelos y análisis genéticos han demostrado que el bienestar subjetivo tiene una base biológica importante y que rasgos como la extroversión o el neuroticismo influyen de forma significativa en cómo experimentamos la felicidad. En otras palabras, parte de nuestra capacidad para sentirnos bien podría venir “de fábrica”.

Sin embargo, la ciencia también reconoce que existen ciertos márgenes de maniobra: prácticas como la gratitud, el optimismo o el cultivo de vínculos sociales pueden mejorar el bienestar, aunque sin alterar por completo esa predisposición inicial. Es decir, no todo depende de lo que hacemos, pero lo que hacemos sí puede marcar la diferencia.

Con esta reflexión, queda este esperanzador aprendizaje: la felicidad no depende del éxito, las riquezas materiales ni el dinero. El amor, la compañía, las relaciones que llenan el alma… son la clave para gozar de una vida próspera que valga la pena recordar.